Lado B
El futbol, la lavandería del mundo
Por Lado B @ladobemx
26 de agosto, 2020
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Emilio Coca | @cocabron

Con la reciente final de la Champions League donde el Bayern Munich se enfrentó al Paris Saint-Germain, comenzó el clásico debate de ¿a quién le vas? Algunos querían un equipo que no hubiera sido campeón antes, otros abogaban por la grandeza de un club histórico.  

Pero desde la fase de semifinales comenzó una crítica contra el PSG debido a la inversión por parte de Nasser bin Ghanim Al-Khelaïfi, la cual en ocho años alcanza la módica cantidad de 800 millones de euros. Sin embargo, había un tema más importante que estaba pasando desapercibido ante el ojo de la mayoría de periodistas y el mío también.

Por ende, agradezco al periodista Ilie Oleart, quien quizá nunca lea este artículo, por hacerme ver lo preocupante de equipos que, como el PSG o el Manchester City, entre otros, son una especie de clubes-estado encargados de limpiar la imagen de países de Medio Oriente.

¿Qué son los clubes-estado?

Para definir de manera breve, son equipos con un gran capital económico proveniente de Estados que los financian a cambio de publicidad. A lo que la UEFA considera un doping financiero, pues altera el mercado de traspasos, elevando el valor de jugadores y encubre las finanzas de los clubes.

Ahora bien, quizá esto no suene mal o ajeno a lo que sucede en México con empresas o Estados que patrocinan a los equipos de la Liga, sin embargo esto crea algo peor. Estoy hablando del sportwashing o “blanqueo de imagen deportivo”, una forma de cambiar la percepción pública de un país, por medio de un evento deportivo o patrocinar a algún equipo.

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Históricamente el futbol ha sido utilizado para diferentes fines, alejados al de ser solo un entretenimiento. Tenemos varios ejemplos, como el de Benito Mussolini cuando amenazó a la selección Azzurra con su famoso “vencer o morir”. O en 1974,  cuando durante la dictadura de Jorge Videla se celebró un Mundial en Argentina, el cual enmascaró los secuestros y asesinatos por parte del régimen con los goles de Mario Alberto Kempes.

En México tenemos otros más, desde el exgobernador del Estado de Puebla, Rafael Moreno Valle, poniendo el slogan de su gobierno, “acciones que transforman”, en las butacas del estadio Cuauhtémoc para tener publicidad gratis en cada partido televisado del club de la ciudad. Hasta Fidel Kuri, dueño del Club Tiburones de Veracruz, quien amenazaba en temporada de elecciones a la afición diciendo que si el Partido Revolucionario Institucional no ganaba las votaciones, el equipo dejaría la ciudad.

¿Por qué ha cobrado tanta relevancia el sportwashing?

Foto: PSG – Paris Saint-Germain | Facebook

Desde 2012, el PSG es propiedad de Qatar Investment Authority, fondo soberano del país árabe, y está dirigido por Nasser Al-Khelaïfi, amigo cercano y socio del príncipe heredero de Qatar, Tamim bin Hamad al Thani. En temporadas pasadas, entre sus patrocinadores figuraban siete entidades estatales de Qatar (Ooredoo, Qatar National Bank, Aspire Academy, Aspetar, Katara, BeIN Sport y Qatar Tourism Authority). 

Como mencioné anteriormente este lavado de imagen lo utilizan marcas como Fly Emirates, aerolínea de Dubai, antiguo patrocinador del PSG y actual del Real Madrid entre otros equipos. Esta pertenece a los Emiratos Árabes Unidos, un lugar con violaciones a los Derechos Humanos, al grado de que la homosexualidad es causa de pena de muerte. 

Como señala en un tuit Ilie Oleart: “El problema es que el PSG solo es una herramienta más del régimen absolutista de Qatar para limpiar su imagen antes del Mundial de 2022.” No olvidemos los sobornos y presiones a miembros de la FIFA, destapados en el FIFA gate, para que votaran por dicho país como sede mundialista.

También existen las constantes denuncias por la explotación de los trabajadores en los estadios. Pues en 2016 Amnistía Internacional indicó que “migrantes procedentes de Bangladesh, India y Nepal que trabajan en la reforma del emblemático estadio Jalifa y el ajardinado de las instalaciones deportivas y zonas verdes circundantes, están siendo explotados (…) Algunos son objeto de trabajo forzado. No pueden cambiar de trabajo, no pueden salir del país y suelen tener que esperar meses para cobrar sus salarios».

Incluso señalan que los empleadores confiscan los pasaportes de los trabajadores, por ende, si quieren abandonar Qatar, necesitan un permiso por parte de su patrón.

Por otro lado, la campaña Playfair Qatar que busca proteger a las personas durante la organización de la Copa Mundial, denunció que tan solo entre los años 2012-2014 han ocurrido 1.200 muertes confirmadas de trabajadores y estima que el número de bajas llegará a las 7.000 antes del mundial.

Foto: Emirates | Facebook

Pero el PSG y Qatar no son los únicos involucrados, también tenemos al Manchester City, cuyo dueño, el jeque Mansour, es hermanastro del jeque Khalifa, el monarca absoluto de los Emiratos Árabes Unidos (EAU). Está relación ha proporcionado miles de millones de dólares y ha permitido al Manchester City contar con un equipo con valor de poco más de mil millones de euros, según datos de transfermarkt.

Al igual que Qatar, EAU aplica restricciones a la libertad de expresión y la libertad de prensa, los críticos con el poder desaparecen sin dejar rastro. Ya no hablemos de unas elecciones democráticas y como en casi todo Oriente Medio, la situación de la mujer es precaria.

Las mujeres en los Emiratos necesitan del permiso de un varón de su familia para volverse a casar. Este requisito se convirtió en ley federal en 2005. Esto provoca que, a menudo, las mujeres viudas o divorciadas deban recibir ese permiso de sus propios hijos. Incluso en tribunales de familia, el testimonio de la mujer vale la mitad que el del hombre debido a que los rige la Sharia, la ley islámica.

En 2010 el Tribunal Supremo del país estableció que un marido puede golpear a su esposa mientras no deje marcas físicas. Una vez contraído matrimonio, las mujeres deben prestar obediencia a sus maridos. Pueden perder su derecho a la manutención si se niegan a mantener relaciones sexuales con su esposo. Prácticamente autoriza la violación dentro del matrimonio.

Al final como menciona Oleart: «Deberíamos ser capaces de alabar el fútbol del Manchester City y condenar a sus dueños… que son tan hipócritas como para fomentar la igualdad en Mánchester y gobernar un país donde se puede violar a las mujeres impunemente».

Ejemplo de sportwashing

Foto: Emirates | Facebook

Como último ejemplo hablaré de Arabía Saudita y del príncipe heredero Mohamed Bin Salmán, señalado por el asesinato del escritor y periodista del Washington Post,  Jamal Khashoggi en 2018. 

También señalado por ciber espionaje tras un análisis forense digital al celular del dueño de Amazon, Jeff Bezos. Esto fue publicado por el diario The Guardian y llevó a expertos en derechos humanos de la ONU a pedir una investigación inmediata.

Ante todas estas investigaciones, Bin Salmán optó por crear un plan donde el mundo viera, a través del futbol, cómo su régimen abría las puertas a occidente. Primero permitiendo el acceso a un partido a las mujeres, pues hasta ese momento lo tenían prohibido. 

Después logró que Real Madrid, Barcelona, Atlético de Madrid y Valencia jugaran la Supercopa de España en suelo Saudí. Sí, aun cuando dicho torneo constaba solamente de un partido, el príncipe logró que se cambiara el formato y se jugaran tres partidos con algunos de los clubes más populares de España.

Durante estos juegos, el acceso a las mujeres fue la noticia: “Un orgullo presenciar cómo Arabia Saudí da pasos para la igualdad”. Declaró la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

Sin embargo, cuatro días después, de que el Madrid ganara la final, la cadena española ser, mostró cómo las mujeres volvían a tener restringido el acceso al estadio. Limitaron su presencia a la grada más alta y a la zona de familias. Las cámaras de televisión y los ojos del mundo ya habían volteado hacia otro lado. 

Así que podemos ver que lo preocupante no son los millones gastados por los equipos, sino, el dónde, el cómo, el por qué de este dinero. Al final el futbol ya no es, o quizá nunca fue lo que dijo Jorge Valdano, “lo más importante, de lo menos importante”.

 

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