Lado B
Necesaria la visibilidad del colectivo LGBTTTI en espacios públicos para erradicar la discriminación
La heteronormatividad y el machismo motivan las agresiones hacia orientaciones sexuales no heterosexuales y expresiones de género no normativas, incluso en espacios públicos
Por Dafne García @DafneBetsabe2
20 de julio, 2020
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Demostrar afecto a tu pareja o vestirte como quieras puede significar ser víctima de una agresión en el espacio público en una sociedad donde aún impera la discriminación y violencia hacia las personas integrantes del colectivo LGBTTTI (lesbianas, gay, bisexual, transgénero, transexual, traviste e intersexual). Esta vulnerabilidad afecta de mayor manera a mujeres lesbianas, bisexuales, trans, debido al contexto machista que impera en el país. 

Aunque suele hablarse de la violencia contra la población LGBTTTI en general, es importante hablar de las necesidades y experiencias de cada colectivo en específico, es así que desde el colectivo Ye´emana se dieron a la tarea de convocar a las activistas Ana Calderón, Alex Orozco, Efraín Tzuc, Kendra y Oliver Nash para participar en el panel de reflexión “Espacio público y diversidad sexual” y discutir acerca de la violencia y discriminación que han vivido en el espacio público así como las estrategias que han tomado para enfrentarla.

La violencia en el espacio público

discriminación al colectivo lgbtttiq

Foto: Marlene Martínez

Ana Calderón, fundadora de la ONG Zines por morras, recuerda que una de las experiencias violentas que le ha tocado vivir en el espacio público de la Ciudad de México fue cuando en una ocasión ella y su novia estaban besándose en su automóvil. 

Era fin de semana y estaban Varadas en el tráfico sobre la avenida Insurgentes. De repente, se percataron de las miradas lascivas de unos hombres en el coche de al lado, por lo que subieron sus ventanillas.

La reacción de estas personas fue tocar el claxon y hacer señas con enfado, como exigiendo bajaran las ventanillas para seguir viéndolas. Calderón recuerda que además de coraje por el acoso, también sintieron miedo de que bajaran y las agredieran físicamente.

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“Ese tipo de experiencias te hace pensar en cosas como si usar una prenda o no, llevar un arma para autodefensa, armar grupos de WhatsApp para monitoreo entre amigas. [Estas] son cosas que limitan cotidianamente”.

A partir de esa agresión, Ana Calderón se dio a la tarea de hacer un mapa de agresiones a mujeres lesbianas y bisexuales en espacios públicos, y también de ahí surgió la idea del colectivo Zinez por morras, el cual busca visibilizar temas de género a través de la creación de zines (obras de pequeña tiradas auto-publicadas de textos e imágenes originales o apropiados).

Calderón enfatizó que si se quieren crear espacios públicos seguros, hay que repensar estos espacios. Por ejemplo, a través del urbanismo feminista (movimiento que busca desde el urbanismo y la arquitectura la creación de ciudades sostenibles centradas en las necesidades de las mujeres) que visibiliza y reflexiona acerca de “que el espacio no es neutro, que los espacios están por y para hombres y que se reproducen cosas como la heterosexualidad, la blanquitud, y el aspiracionismo”.

De acuerdo con Calderón, es un hecho que las mujeres y hombres vivimos un espacio público distinto, y “las experiencias hostiles se intensifican cuando tienes una expresión de género y preferencia sexual distintas a la heteronormada”. 

En ese sentido, uno de los factores de esta violencia hacia las mujeres del colectivo LGBTTTI es la dominancia de la heteronormatividad que influye en el comportamiento de las personas. Con base en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) la heteronormatividad se refiere al “sesgo cultural a favor de las relaciones heterosexuales conforme al cual dichas relaciones son consideradas ‘normales, naturales e ideales’ y son preferidas sobre relaciones del mismo sexo o del mismo género”.

La violencia hacia las formas de expresión de género no masculinas 

Discriminación hacia el colectivo LGBTTTIQ

Foto: Lado B

La heteronormatividad y machismo imperante en la sociedad hace que otras formas de expresión que salen de la “normalidad” sean blancos de agresión, tal es el caso de los hombres gay con expresiones de género no masculinas (es decir, con formas consideradas femeninas en su forma de hablar, vestirse o actuar). 

Efraín Tzuc, miembro de BICIRED México, explicó que ante contextos amenazantes, adoptar temporalmente “expresiones masculinas” le hace sentirse protegido. 

El activista y periodista de Buenos Aires, Argentina, Oliver Nash, comenzó a sentir esta protección al hacer la transición hormonal como hombre transexual. 

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“Es lamentable que si la gente te lee de manera femenina [sobre todo en espacios públicos], te mira diferente, te trata diferente. Antes me gritaban muchas cosas por la calle, a diferencia de ahora que prácticamente no sucede”. 

La actriz muxe y activista Alex Orozco, cuenta que, si bien en el Istmo de Tehuantepec se reconoce la identidad no binaria (y ciertamente femenina) de las muxes e incluso tiene un rol social importante, este colectivo también enfrenta discriminación y exclusión en los espacios públicos ya sea dentro de sus mismas comunidades y en otros lugares.

“Ha sido una lucha constante. En un principio no éramos aceptadas las muxes en las fiestas patronales, de ahí fue que nacieron las velas muxes [fiestas tradicionales nocturna iluminadas por velas donde pueden expresarse libremente]”.

Orozco considera que aún hay discriminación hacia el colectivo LGBTTTI, incluso dentro del propio colectivo; no obstante, piensa que es muy importante hacerse visible: “uno tiene que apropiarse de los espacios y luchar”.

Falta de inclusión en Puebla 

Foto: Leo Herrera

Si bien dicha charla virtual recopiló las voces de personas en distintos estados y países, los patrones de discriminación y violencia hacia el colectivo LGBTTI, en especial hacia las mujeres lesbianas y bisexuales, son historias compartidas en muchos otros lugares, incluida Puebla.

México es uno de los países de la ONU donde, en teoría, existe protección constitucional contra la discriminación por orientación sexual, además de que en el código penal de Puebla hay disposiciones que agravan los delitos motivados por la orientación sexual de la víctima, sin embargo esto no ha sido suficiente para proteger al colectivo LGBTTTI. 

De hecho, de acuerdo con la asociación civil Vida Plena en Puebla, “existen elevados índices de discriminación, agresiones, violaciones sexuales y en el extremo caso, crímenes de odio” hacia este colectivo. En el conteo hemerográfico que la organización lleva a cabo, han registrado al menos 64 posibles crímenes de odio entre 1996 y 2019.  

La activista y directora del Taller A.C., Gabriela Cortés, cuenta en entrevista para LADO B que si bien en la actual administración municipal se habla mucho de la inclusión hacia el colectivo LGBTTI, esta no se da igual para todes. 

En el mes de junio, por ejemplo, aunque se organizaron diversas actividades culturales para el colectivo, no hubo representación de mujeres lesbianas o bisexuales: “otra vez las mujeres lesbianas estuvimos invisibilizadas y creo que es importante desde ahí hacer ese señalamiento”. 

Respecto a la violencia en espacios públicos, Gabriela Cortés explica que al realizar acciones de protesta en Puebla por los derechos de las mujeres lesbianas y bisexuales, en ocasiones se cuenta con poca participación, por lo que las personas “se sienten con mayor poder a llegar y decirnos de cosas, a minimizar, a insultarnos o a gritarnos, y eso también como que te provoca un miedo en espacios abiertos”.

En ese sentido, desde el Taller A.C. Gabriela Cortés considera importante seguir “haciendo el trabajo hormiga que hacemos. El trabajo con nuestras pares, el trabajo separatista y, a lo mejor no llegamos a las miles y miles de personas, pero llegamos a un grupo de mujeres lesbianas y bisexuales que seguramente va a ir a otro lado y va a generar otro grupo”.

*Foto de portada: Karen de la Torre

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Autor Lado B
Dafne García
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