Lado B
De París a Tokio: Historias desde la nueva normalidad (Primera entrega)
Mientras algunos países recuperaron pronto la confianza al salir de nuevo a las calles, el levantar el confinamiento originó en otros lugares nuevos brotes y mayor ansiedad.
Por Marcos Nucamendi @MakoNucamendi
10 de julio, 2020
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Desde mediados de abril, Europa y Asia dejaron de ser el centro de la pandemia de COVID-19, cediendo su lugar a América. En las últimas 24 horas, por ejemplo, ya tan sólo una cuarta parte del total de casos nuevos registrados en el mundo pertenecen a estas zonas, en donde la vida cotidiana ha retomado su curso gradualmente.

En entrevista para LADO B, personas originarias y residentes de diferentes países asiáticos y europeos nos comparten sus historias; un vistazo a cómo se vive lo que en México se ha denominado oficialmente, la “nueva normalidad”. En esta primera entrega tenemos a Japón, Alemania, Francia, Vietnam e Israel.

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Cruz Guevara, Tel Aviv (Israel)

La curva se había aplanado en mayo; el rebrote ha sido más agresivo

“La gente, cuando dijeron que ya se podía salir, se alocó; sobre todo la gente joven, que empezó a ir a la playa sin cubrirse la boca [ni guardar su distancia]”, explica la mexicana Cruz, quien lleva 44 años viviendo en Israel y ahora teme que, una vez más, el gobierno los meta en cuarentena.  

Foto: Christian Haugen | Flickr

Los lugares que ya estaban abiertos, como cafés, discotecas y gimnasios, nuevamente se han convertido en focos de infección; en los últimos días, de acuerdo con cifras oficiales, el pequeño país de Medio Oriente –de apenas 8.8 millones de habitantes– ya superó el pico máximo alcanzado a finales de marzo.

De ahí que el gobierno anunciara en fechas recientes que comenzará a multar con 500 shekels (tres mil 279 pesos) a quien no traiga puesto un cubrebocas. Por lo que Cruz ha escuchado, también se prevé un nuevo cierre de establecimientos para evitar las concentraciones masivas.

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“A mí me da miedo regresar a la cuarentena porque a la gente mayor, como yo, creo que sí nos afectó […] No tenía ganas de hacer nada [durante la cuarentena] y ahorita… no sabes las ganas que tengo de ir a rezar a Jerusalén”. 

En una hora, saliendo del centro de Tel Aviv, estaría allá, pero por ahora se conformará con que al padre de su iglesia le permitan seguir oficiando la misa los domingos. “Nosotros que estábamos tan contentos con que íbamos mejor que muchos [otros países, controlando la pandemia]; y mira el caos que hay ahora”.

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Sophian Bensaou, Ho Chi Minh City (Vietnam)

Dos meses desde el último pico; nuevos casos esporádicos

“Vietnam es uno de los lugares más seguros para estar ahora”. Eso dice Sophian, originario de Estados Unidos. Quizá lo diga por los escasos 369 casos registrados hasta el momento o por la inexistencia de defunciones oficiales, en un país con una población de 95.54 millones de habitantes.

Resulta difícil pensar que eso sea posible, pero Sophian, a quien la pandemia lo sorprendió viajando por el país a finales de febrero, asegura que incluso la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha seguido de cerca el caso vietnamita.  

Vive en la capital desde marzo y sale de su casa tan sólo una vez por semana para hacer las compras, aunque prácticamente, explica, la vida diaria ya recobró su ritmo: “Todavía ves personas con cubrebocas y carteles para recordarte que te lo pongas en lugares cerrados, pero, en general, todo ha vuelto a la normalidad”.

Foto: Cortesía

Cafés, restaurantes, bares, clubs y karaokes abrieron desde hace un mes, y los nuevos casos que llegan a reportarse pertenecen exclusivamente a connacionales que han sido repatriados en vuelos especiales, examinados, puestos en cuarentena y posteriormente liberados.

En estas condiciones y con la comodidad que le ofrece el trabajo a distancia, Sophian espera únicamente que las autoridades permitan la entrada gradual de extranjeros, para que su familia y amigos puedan ir a visitarlo.

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Alejandra Mora, Núremberg (Alemania)

Tres meses desde el pico máximo de contagios; un ligero rebrote a inicios de junio

Hasta hace poco, Alejandra vivía con su novio en el estado de Baviera, al sur del país europeo, en donde permanecieron confinados desde los últimos días de febrero.

“No nos obligaban a estar encerrados, tal vez por el pasado [autoritario de Alemania, durante el régimen nazi], pero sólo podían salir dos personas juntas, no podías salir a más de 800 metros de tu domicilio ni estar más de 40 minutos afuera; de no hacerlo, habría una multa equivalente a 60 mil pesos”.

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Para inicios de junio, las restricciones a la movilidad comenzaron a levantarse y los negocios empezaron a abrir sus puertas, conforme se iba aplanando la curva y aumentaba el número de camas disponibles en los hospitales.

La reapertura que causó mayor conmoción entre los medios locales, no obstante, fue la del aeropuerto local el 15 de junio, uno de los más importantes de la región. 

Foto: Alejandra Mora

“Había mucho entusiasmo, quizá porque significaba un paso importante en la superación de la pandemia”, recuerda Alejandra, quien casualmente, por el vencimiento de su permiso de residencia –ella es mexicana–, tuvo que tomar el mismo día uno de los primeros vuelos que saldrían de Alemania desde el inicio de la contingencia. 

“No me imaginé que habría tantas personas reunidas [para presenciar y documentar el evento]”, menciona. Desde entonces, las cifras oficiales de nuevos casos no superan  las 800 confirmaciones diarias, cuando a inicios de abril se reportaban hasta más de seis mil nuevos casos todos los días.

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Yukino Osawa, Tokio (Japón)

Tres meses desde el pico máximo de contagios; nuevo brote en fechas recientes

En Japón, explica Yukino, nunca se implementaron como tal medidas de restricción a la movilidad por una cuestión constitucional; aún tras la declaratoria de emergencia del 7 de abril, el gobierno se valió más bien de llamados “amables” para que la gente se quedara en casa. “De hecho podíamos salir de casa cuando quisiéramos, así que [la situación] no ha cambiado mucho”.

La gente, asegura, sigue quedándose en casa voluntariamente y como muchas compañías han optado por el trabajo a distancia, los trenes de las zonas urbanas como Tokyo no están tan llenos como antes.

“Alrededor de mi casa todo luce normal, diría yo, pero todo el mundo lleva cubrebocas ahora, aún cuando es julio y [el ambiente] es muy caluroso, muy húmedo por la temporada de lluvias”.

Lo más difícil de esta nueva realidad, confiesa, ha sido el contacto con sus seres queridos. Ella ha sido la única en su familia, por ejemplo, que ha podido visitar a su abuela de 92 años; los padres de Yukino, que trabajan en temas de logística y están en contacto directo con sus clientes, sólo la expondrían al contagio, así como a su nieta de dos años, a quien Yukino ha tenido que ir a cuidar en alguna ocasión mientras su hermana trabaja remotamente.

En todo caso, sus problemas menores, comenta, si se considera que en una ciudad como Tokyo, en donde conviven 9.2 millones de habitantes, muchas personas se sienten en verdad agobiadas por no poder salir todavía de la cuarentena autoimpuesta en sus pequeños departamentos, y frustradas por no haber aprovechado siquiera el periodo vacacional nacional de finales de abril, principios de mayo —la llamada Golden Week—, para visitar a sus familiares en el interior del país.

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Frida Sánchez, París (Francia)

Tres meses desde el último pico; de dos dígitos, las muertes diarias

Foto: Cortesía

A diferencia de otros países, reconoce Frida, la cuarentena en Francia fue muy estricta. Hasta 375 euros, unos nueve mil 600 pesos, alcanzaban las multas aplicables por salir de casa sin una razón justificada, y a cargo de los controles de movilidad, se encontraban unos cien mil policías y gendarmes. “Salir [del confinamiento] era realmente muy necesario”.

Mes y medio después, recuerda la mexicana todavía sorprendida por la necesidad de recreación que tienen los franceses, el coronavirus parecía más bien un lejano recuerdo: con motivo de la Fiesta de la Música (21 de junio), miles de personas desbordaron el canal de Saint-Martin, el muelle de Saint-Bernard y prácticamente todo el río Sena, que parte en dos la capital.

“La cosa es que la gente está muy desesperada, ansiosa, y quiere salir, pero todo el mundo vio esas fotos donde parecía que había más gente que agua del Sena […] Se trata de vivir con el virus pero, al mismo tiempo, esta convivencia y el trauma de haber estado confinados incita a mucha gente [a salir sin mayores precauciones]”.

La fotografía de la Place de la Contrescarpe, que ilustra esta historia, fue tomada apenas ayer por la tarde, a escasos minutos de la puesta de sol; ni un solo cubrebocas y el distanciamiento social, inexistente, sólo personas disfrutando de la compañía, la comida, la bebida y la música que les fueron arrebatadas cerca de dos meses.  

Aunque apenas visible mediáticamente por el bajo número de nuevos contagios y fallecimientos diarios, explica Frida, el virus aún está presente, en los señalamientos de esa ciudad subterránea que es el metro de París y cada vez que se sube a un autobús lleno de gente con la mitad del rostro cubierto, como si se tratara de una de las tantas placas que adornan las fachadas de la ciudad pero que mantienen vivo en la memoria algún trágico suceso.

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*Foto de portada: Francia. / Cortesía 

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Autor Lado B
Marcos Nucamendi
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