Lado B
Cartas de la pandemia: una misiva para los incrédulos
Es muy real, espero que nunca te pase, pero eso no depende de mí si no de ti. Tampoco es un asunto que sólo le pase a los de mente débil, le pasa a todos
Por Lado B @ladobemx
07 de julio, 2020
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Caliche

Quisiera, como toda carta que se precie de serlo, tratarte de querido; a ti, incrédulo, que me lees. Pero, más allá de la formalidad, ¿cómo podría decirte querido si por tu incredulidad es que hay tantas personas contagiadas en este momento? Es muy real, espero que nunca te pase, pero eso no depende de mí sino de ti. Tampoco es un asunto que sólo le pase a los de mente débil, le pasa a todos, a cualquiera; a mí me pasó y te puede pasar a ti.

Mis amigos me dicen Caliche, soy artista plástico y trabajo en una farmacia. Vivo en Tecamachalco pero tengo que trasladarme todos los días a Tepeaca para mi jornada laboral. Y creo que me contagié en el transporte público.

Cuando mi cuerpo empezó a mandar señales de que el virus ya estaba dentro, mi primera reacción fue no creer, pensar que era sugestión, con tantas cosas que lee uno; explicarse que es otra cosa, que no es COVID, que cómo crees. 

Primero me vino la tos, y luego diarrea; el cuerpo comienza a reaccionar. Después el dolor muscular o de huesos, y las articulaciones. Cuando pierdes el olfato y empieza la temperatura que no se termina nunca, lo que también llega es el miedo. Y el miedo lo cubre todo mientras tu cuerpo colapsa ante el virus. 

Cuando los pulmones están ya invadidos por el virus –que dicen los expertos que se replica mil veces más rápido que otros– comienza la dificultad para respirar. Me cuesta cada vez más trabajo, es complicado meter oxígeno al cuerpo. Y no dejo de pensar en mis hijos, mi esposa, mi familia en medio de delirios por la fiebre tan alta.

Mi esposa estuvo ahí, al pie, poniéndome las compresas de agua fría en el estómago y la frente para tratar de bajar la fiebre.

Ilustración: Toñeco Espinosa

Me dice mi esposa que entre delirios, cuando estaba acostado con fiebre, le decía yo que había una mujer que conozco sentada junto a la cama. Yo le decía: “está sentada a un lado de mi una mujer”. Pienso que pudo haber sido la muerte que ya me acechaba. 

Pero afortunadamente, incrédulo que me lees, mi cuerpo respondió bien. El medicamento fue haciendo su trabajo, y fue muchísimo lo que tuve que tomar, 8 pastillas diarias. Afortunadamente la enfermedad fue pasando poco a poco, mi cuerpo, mis pulmones fueron retomando el aire que les hacía falta. 

Es una preocupación muy muy fuerte, créeme, se siente un temor muy pesado, denso, que te traba los brazos, que te tira para abajo. Y la sensación es algo que nunca había experimentado. Cada vez que intentaba respirar sentía que el aire me quemaba por dentro, entonces yo lo sacaba inmediatamente: respiraba poquito y lo tenía que sacar porque me quemaba.

La reflexión que me deja el confinamiento y la enfermedad es que definitivamente ninguna persona está exenta de enfermarse. Yo personalmente usaba siempre cubrebocas, careta, constantemente me lavaba las manos con agua y jabón, utilizaba el gel antibacterial. Y cuando regresaba del trabajo pasaba mis zapatos con una jerga con cloro para no pasar el virus a casa, y como tenemos un baño en el patio inmediatamente me metía a bañar, metía mi ropa a un bote con agua y jabón. También metía mis llaves, mis monedas, dinero, cartera, en una bolsita de esas tipo de malla y la rociaba con alcohol. Pero desafortunadamente con el “Hoy no circula”, decretado por el gobierno del estado, tuve que dejar el automóvil los días que no circulaba y hacer uso del autobús, ahí es donde creo que me contagié.

Incrédulo, yo le digo a las personas que mantengan su distancia, que usen cubrebocas. Aunque sientan que no pueden respirar, créanme, es más complicado respirar el fuego en el que se convierte el aire cuando tienes los pulmones cundidos, llenos del virus.

Es preferible la molestia pasajera del cubrebocas y el engorroso trámite de desinfección que estar tirando en cama y que la enfermedad te consuma. Yo bajé 10 kilos. 

Cuidate incrédulo, y cuida a tu familia, esto no es un juego. Salir a jugar un partido de futbol, irte a una misa clandestina o a una fiesta no significa que seas un chingón, que le juegas a la muerte. 

Es triste, es muy jodido que alguien de tu círculo cercano se enferme, que no lo puedas visitar o que nadie puede visitarte por que el riesgo de contagio es más alto. Es muy jodido porque es una enfermedad que impacta en todos. Lo sufre toda la familia, desde tus hijos que no te pueden ver, abrazar, los que estamos casados, mi esposa y mi suegra que estuvieron en la lucha conmigo día a día, pendientes de mi temperatura, arriesgando sus propias vidas. 

Es algo que no se le desea a nadie. Incrédulo que me lees, si no me crees es tu decisión, pero al menos se consiente y cuidate, por si las dudas. No le lleves ese dolor y sufrimiento a tu familia, a tu seres queridos.

A mi me lo dijo muy claro el doctor, estás en recuperación, y estas en riesgo de caer. Ojalá ya se haya terminado, ojalá.

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*Ilustración de portada: Toñeco Espinosa

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