Lado B
Casa Frida, el refugio para la comunidad LGBTI+ sin hogar
Sin posibilidad para pagar rentas o expulsados de sus casas por su orientación sexual o identidad de género, jóvenes LGBTI+ lograron escapar de las calles durante la pandemia por COVID-19 gracias a Casa Frida, un refugio ciudadano abierto ante esta emergencia.
Por Pie de Página @PdPagina
19 de junio, 2020
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Efraín Tzuc

Karime Guzmán, una joven trans de 22 años, perdió su trabajo el 30 de abril pasado, cuando el país reportaba casi seis mil contagios por COVID-19. Pero no terminó en la calle por eso: dos días después su familia decidió correrla de su casa en Naucalpan, Estado de México. Nunca aceptaron su identidad.

“Eran muchos insultos, muchas peleas, hasta que me mi mamá decidió correrme, me dijo que me fuera, me sacó a la calle y pues yo nada más traía una ropa, traía mi identificación, un poco de dinero y sobretodo cargaba mis medicamentos”, recuerda Karime. Después de dos días en la calle, la joven logró entrar en contacto con Casa Frida, un refugio en la Ciudad de México para personas LGBTI+ sin hogar.

Christian Morales, de 24 años, decidió dejar su casa, en San Pedro Sula, Honduras, porque era discriminado por su orientación sexual, eso dificultaba que pudiera mantener un trabajo. A finales de año llegó a México cruzando por la pequeña frontera entre Tabasco y Guatemala. Pasó 17 días arriba de La Bestia, el tren de carga en el que se transportan los migrantes, y en Estado de México pudo costear un cuartito… Hasta que no pudo pagarlo más.

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Como Karime y Christian, alrededor de 25 personas LGBTI+, mayormente jóvenes, han llegado a Casa Frida, unas oficinas adaptadas como refugio para recibir a integrantes de esta comunidad que, ante la emergencia por COVID-19, se han quedado sin hogar, sea porque perdieron sus fuentes de ingreso y no pudieron continuar pagando una renta o porque fueron expulsados por sus propias familias de sus hogares debido a su orientación sexual o identidad de género.

El rechazo hacia la comunidad de la diversidad sexual no llegó con la pandemia, la Encuesta sobre Discriminación por motivos de Orientación Sexual e Identidad de Género, del 2018, ya reportaba que una de cada cuatro personas LGBTI+ eran rechazadas por su madre o padre después de “salir del clóset”.

Casa Frida estaba programado para abrirse el primero de junio, cuenta Raúl Caporal, director del Centro de Investigación, Diversidad e Incidencia, que junto con Diversidad 360, Ahora y la Red Mexicana de Jóvenes y Adolescentes Positivos, montaron el refugio inicialmente en el tercer piso de la oficina de Ahora, en la colonia San Pedro de los Pinos, pero después se extendieron al resto del edificio ante la demanda de jóvenes echados a la calle.

“La gente ya nos estaba tocando la puerta, quizá no al proyecto, pero sí a nuestras organizaciones; ya nos estaban pidiendo informes de si sabíamos en dónde había espacios, que si sabíamos de lugares seguros o que cómo podían mantener ciertas situaciones de violencia en casa y fue como ‘no, con lo que hay, adelante’”, comenta Caporal en entrevista con Pie de Página.

Enfermar en tiempos de COVID-19

Casa Frida

Juan Álvarez y Galeed León son un caso de éxito para Casa Frida, llegaron ante la imposibilidad de costear gastos de transporte y salud. Hoy tienen un lugar seguro para ellos fuera del refugio. / Foto: Efraín Tzuc | Pie de Página

Juan Manuel Álvarez, de 27 años, y Galeed León, de 24, se conocieron el 8 de marzo en la Alameda de la Ciudad de México, al momento de la entrevista habían pasado apenas dos meses y medio de ese primer encuentro, pero parecía como si llevaran años siendo pareja. No era para menos, en su incipiente noviazgo ya habían atravesado situaciones excepcionales que los unieron prematuramente.

Recién el 24 de abril, un mes después de iniciarse la jornada de sana distancia, el padre de Galeed le pidió abandonar su casa.

“Mis padres son muy religiosas, ellos sabían que yo soy homosexual y así pasó el tiempo sin tocar el tema. Poco después conozco a Juan, y les platico que estoy saliendo con una persona. ¿Cuál fue la reacción de mis padres? Mi papá me dijo ‘ah, entonces sí vas a seguir así, desaloja lo más pronto posible’”, cuenta el joven.

Para Galeed la medida del “quédate en casa” repetido todos los días por el subsecretario federal de promoción de la salud, Hugo López-Gatell, no sería posible. Sin embargo, Juan Manuel y sus tíos, con quienes vivía, lo acogieron en su casa, en Coacalco, Estado de México.

La tranquilidad les duró poco, el 30 de abril, el mismo día que Karime perdió el trabajo, Juan Manuel empezó a tener dolores terribles de cabeza, seguido por parálisis de algunas zonas del cuerpo y cegueras nocturnas. Apenas conociéndose, Galeed se encargó de las necesidades más básicas de Juan Manuel, como darle de comer y ayudarle a bañarse.

Juan Manuel no mejoró y, casi a rastras, la joven pareja recorrió hospitales a los que llegaban sin cesar otras personas en taxis y carros particulares llevando a familiares batallando por respirar, posibles casos de COVID-19.

“La primera vez me lo tuve que llevar inconsciente al hospital, donde le dieron la primera atención, los demás días fueron un poco más pesados, pero ya estaba más consciente. El problema era que ya no se podía mover por sí solo, lo tenían que estar cargando de un lado de otro”, dice Galeed.

Después de peregrinar de hospital en hospital, sin un diagnóstico definitivo y con sus pocos ahorros casi agotados, Juan Manuel fue ingresado en el Hospital General Balbuena, era el 7 de mayo. Ahí estuvo una semana completa totalmente aislado: al vivir con diabetes, hipertensión y VIH era un paciente de riesgo extremo en uno de los epicentros de la epidemia.

Juan Manuel y Galeed tuvieron que ceñirse a los estrictos protocolos del hospital para protegerse de la COVID-19, Juan Manuel permaneció en un cuarto separado de los demás pacientes, solo era visitado por los médicos que lo atendían.

“Los mismos doctores que estaban atendiéndonos eran los que estaban atendiendo a las personas con covid. Entonces los doctores antes de entrar a mi cuarto, ya fueran doctores o enfermeros, se cambiaban absolutamente todo el equipo que traían para poder entrar”, recuerda Juan Manuel.

El tiempo fue corto pero ambos lo recuerdan muy bien, cuentan con detalle los hospitales que recorrieron, los pagos que tuvieron que hacer y los aparatos que empeñaron, y a la señora que lloraba incontrolablemente la pérdida de su familiar en el área de trabajo social del Balbuena, mientras uno de los trabajadores le rogaba que se tranquilizara y no se tocara la cara.

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“Hemos pasado muchas cosas en todo este tiempo, incluso estando él en el hospital yo me di cuenta realmente quién era él, por las redes, por cómo me platicaban sus amigos, lo fui conociendo un poco más pero a la opinión de los demás y me decían que es un chico genial, que es gran guerrero, no se deja, no se calla, no nada”, cuenta Galeed.

Finalmente, a Juan lo dieron de alta el 12 de mayo con un diagnóstico probable de tuberculosis que lo obligaría a viajar de Coacoalco a la Ciudad de México todos los días para llevar el tratamiento, arriesgándose él mismo y arriesgando a sus tíos, personas adultas mayores que también se encontraban en un riesgo adicional a enfermar gravemente de COVID-19 por su edad.

Sin dinero, su única opción era aceptar el riesgo y esperar que no fueran contigados o contagiar a los tíos de Juan Manuel. Pero se enteraron de Casa Frida, y les pareció una oportunidad para reducir las posibilidades contagio en un espacio pensado para personas como ellos.

Juan Manuel y Galeed estuvieron alrededor de quince días en Casa Frida. En una visita posterior a la entrevista con ellos, Raul Caporal, del Centro de Investigación, Diversidad e Incidencia, comenta que finalmente en sus trabajos les pagaron los sueldos que tenían retenidos, que a Juan Manuel le descartaron la tuberculosis y que, con las donaciones y ventas que ha organizado el refugio, pudieron incluso darles un capital semilla para que pudieran rentar un espacio propio.

Ese es el chiste, cuenta Raúl, que las, los, les usuaries puedan hacerse de herramientas o recursos para mantenerse por su cuenta en espacios seguros, y así darles la oportunidad a otras personas de llegar al refugio.

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*Foto de portada: Christina Morales migró de Honduras a México, huyendo de la discriminación. Estuvo tres semanas en Casa Frida. / Foto: Efraín Tzuc | Pie de Página

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Autor Lado B
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