Lado B
Cartas de la pandemia: el enemigo invisible
Por Lado B @ladobemx
16 de junio, 2020
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José Ayala Rodríguez

A ti, paciente por conocer:

Estimado paciente por conocer. Quisiera que no fuera así, que pasaras de largo en mi vida, en mi consultorio, en el archivo de mi computadora; pero la realidad y las probabilidades apuntan que si sigues saliendo sin razón nos conoceremos.

Me presento, mi nombre es José Ayala Rodríguez. Soy médico, tengo 64 años, vivo en Puebla, y desde hace más de 30 años atiendo a personas con enfermedades respiratorias. Algún tiempo lo hice en instituciones públicas, y desde siempre lo hago como médico particular.

Te escribo para contarte lo que siento y lo que pienso de la epidemia que a México nos llegó a finales de febrero, aunque el virus responsable llevaba varios meses más atacando personas, primero en Oriente cuando brincó de un animal a un ser humano, y luego llegó a Europa y al resto de los continentes.

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Los virus, querido paciente por conocer, no nos son nuevos, crecemos con ellos y nos acostumbramos a vivir juntos. En general hemos logrado las herramientas médicas y de salud necesarias para que no se conviertan en un peligro para la especie, aunque a veces aparecen nuevas especies o mutan y nos cambian la ecuación de sobrevivencia, y entonces comienzan a transmitirse, unas muy rápido, otras más lentamente; algunas de una manera más letal, otras menos. 

Ahí están algunas de las epidemias más recientes que han atravesado nuestro país. Hace una década fue el virus A-H1N1 el que nos puso de cabeza por unos días ¿te acuerdas?

En esa ocasión, a petición de un ex alumno (di clases en la Facultad de Medicina de la BUAP durante 15 años) y actualmente colega (es neumólogo y pediatra) atendí a una persona infectada con el virus que le enredó la lengua a la maestra Elba Esther. ¿Supiste eso querido paciente por conocer?

Mi amigo Jesús, que radica en la ciudad de Oaxaca atendió inicialmente a la paciente, pero luego la envió conmigo. Venía yo saliendo de la ciudad de Veracruz, de un congreso que organizó la Sociedad Mexicana de Neumología y Cirugía de Tórax, cuando recibí la llamada en la que Jesús me informa de la gravedad del caso. 

La paciente era trasladada en una ambulancia, estaba intubada y conectada a un ventilador. El caso era serio. La paciente tenía riesgo de muerte. Por supuesto que agradecí la confianza y acepté el caso. Me comuniqué al Hospital Betania en la ciudad de Puebla y solicité una cama en Terapia Intensiva, y me comuniqué con un amigo Intensivista para pedir apoyo en la atención de la paciente.

Fueron cuatro semanas de trabajo intenso, pero logramos, después de una traqueotomía, dar de alta a la paciente. Durante esa epidemia no había restricción en los hospitales para ingresar a los pacientes y los resultados afortunadamente fueron muy satisfactorios.

Once años después llegó el SARS-CoV2, y la nueva epidemia. Fue a mediados de marzo cuando comenzaron a llegar pacientes a mi consultorio contagiados por el virus que salió de Wuhan, China. A pesar del miedo que provoca, la mayoría de los casos son leves y no requieren atención hospitalaria. Sin embargo, hay pacientes con formas graves que sí la requieren, pues el virus se replica rápidamente. Entra por boca, ojos o nariz y se aloja en la garganta donde comienza a replicarse, luego pasa a los conductos bronquiales. Si el virus logra llegar a los pulmones es cuando la enfermedad se vuelve grave. 

Durante dos meses atendí a algunos pacientes en el área de aislamiento respiratorio del Hospital Betania (abril – mayo), pero para ese momento ya era muy complicado lograr internar a algún paciente. Hay lista de espera y, para complicar más la situación, muchos de los otros hospitales privados de la ciudad o no tienen lugar para pacientes COVID o no reciben a pacientes con problemas respiratorios.

Atender a un paciente en un área de aislamiento respiratorio es complicado. El acceso no es ni sencillo ni rápido, hay que cambiarse de ropa y colocarse todo el equipo de protección. Con el equipo encima se siente mucho calor, los lentes se empañan, en ocasiones no vemos casi nada. No podemos ver la hoja de signos de enfermería, los parámetros del ventilador, los resultados de laboratorio. Da miedo, y a veces mucho. Y eso es la atención privada, para mis colegas de la atención pública la tensión y el trabajo se multiplica varias veces.

La toma de decisiones no es fácil. Realizar procedimientos como intubar al paciente o colocar un catéter subclavio implican técnicas más laboriosas y con un gran riesgo de infección. No es gratuito que, según los datos que ha dado el gobierno federal, uno de cada cuatro personas infectadas es personal de salud.

paciente

Ilustración: Canijo Conejo

Después toca tratar con la familia, y puede ser muy desgastante. Gastan mucho dinero y esperan resultados favorables, se sienten frustrados, igual que los médicos, y en ocasiones pierden la paciencia y se tornan agresivos, corremos el riesgo de ser agredidos, de ser demandados y en ocasiones no nos pagan.

Claro, las posibilidades de malos resultados ante una situación tan compleja son altos, los pacientes que son intubados tienen un alto riesgo de muerte, y al final de todo esto nos cansamos emocionalmente. No son pocas las veces que he pensado en dedicarme a algo diferente.

Y la consulta no se detiene. La semana pasada, paciente por conocer, el gobierno informó que cada día se registraron aproximadamente 200 casos diarios. La ocupación hospitalaria crece y crece cada día. 

En las últimas 3 semanas estoy viendo por lo menos 1 paciente grave cada día. Por eso creo, paciente por conocer, que mañana, pasado o la próxima semana nos conocermos, si sigues saliendo de casa sin necesidad.

Es terrible tener que elaborar un informe médico para que lo presenten en el servicio de urgencias del hospital institucional o de la Secretaría de Salud a donde se envían los pacientes

Lo que sigue, querido paciente por conocer, son las miradas de reproche, los sentimientos de impotencia. Y no falta el familiar o paciente que dice, ¿Doctor y si me da una oportunidad en casa?, pero uno sabe que un paciente que oxigena 70% o menos, tiene muy pocas posibilidades en su casa.

Hay otros aspectos de esta terrible y compleja situación, querido paciente por conocer: 

1.- Al entrar al hospital, no pueden ver a sus familiares, se manejan con técnicas de aislamiento, si la evolución no es buena al paciente lo pueden intubar y en caso de defunción no lo vuelven a ver.

2.- Es increíble que habiendo camas de hospital libres en la ciudad de Puebla, los dueños de los hospitales se nieguen a recibir a pacientes que necesitan estar hospitalizados, me parece que incurren en un ilícito con el beneplácito de las autoridades.

Otro gran contaminante en esta caótica situación es la relacionada con el dinero. La atención a nivel particular genera un pago inicial de hasta 70 mil pesos. Y pagos totales en 1 mes de atención de alrededor de un millón de pesos.  

Existen también personas que piensan que esta epidemia es falsa. Querido paciente por conocer, no tienen ni idea de lo que dicen. Otro ingenuos e ignorantes piensan que hay soluciones mágicas, como quien habla de nanogotas que curan o previenen la COVID. De no creerse. Si conocieran un poco del mecanismo de alteración de toda la economía del organismo a lo mejor se darían una idea remota de que nos enfrentamos a una máquina biológica con una gran capacidad de daño.

Espero que estas reflexiones te ayuden a entender, querido paciente por conocer, la posición de los médicos que hacemos el mejor de los esfuerzos para atenderte y tratar de ayudarte. Y que hoy es mejor que te quedes en casa, es mejor que si no tienes nada que hacer allá afuera no salgas. Cuídate paciente por conocer, o más pronto que tarde nos veremos.

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*Ilustración de portada: Canijo Conejo

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