Iván se quedó esperando tres horas en la sala de urgencias. No sabía qué estaba pasando; la doctora salió y lo dejó ahí solo, un poco confundido. Después de haber tenido fiebre intermitente por una semana, desde el lunes 16 de marzo, al lunes siguiente fue al hospital porque el malestar evolucionó a dolor general en el cuerpo y tos.
Al cabo de unas horas, el personal médico entró ya con equipo de protección para decirle que tenía neumonía severa. El joven de 24 años era el primer paciente sospechoso de COVID-19 en ese hospital privado de la ciudad de Puebla: se lo dijeron todos los médicos y además era el único en el área destinada para atender a personas infectadas.
El 16 de marzo comenzó la fiebre. Iván tenía mareos y dolores de cuerpo, sobre todo de espalda, pero como había sufrido una caída unos días antes pensó que los síntomas podrían responder al golpe. Estuvo casi una semana encerrado en su casa en la Ciudad de México, donde hace sus prácticas profesionales, hasta que el malestar no cedió y el lunes 23 llegó a la ciudad de Puebla, de donde es originario, con su familia: ahí ya tenía tos seca asfixiante.
“Para ese día ya nada (medicina) me hizo efecto, nada me quitaba los síntomas”.
Curiosamente, al entrar al hospital el 23 de marzo sí pasó el primer filtro de seguridad pues en ese momento no tenía fiebre, así que fue al área de urgencias. Ahí le revisaron los pulmones e identificaron la neumonía. Lo llevaron al piso destinado para pacientes COVID-19, pero se tardaron tres horas en trasladarlo porque todavía faltaban algunas cosas para acondicionar el lugar.
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Le hicieron la prueba y a los dos días le entregaron el resultado: positivo.
Su novia se quedó dos días con él y sus papás, mayores de 50 años, con diabetes, también lo fueron a visitar hasta que le dieron la prueba. Después de saber que tenía el nuevo coronavirus, la novia de Iván se hizo la prueba y resultó positiva a COVID-19, aunque nunca presentó síntomas.
Iván pasó 13 días en el hospital con cinco nebulizaciones diarias, fisioterapia en la espalda, ejercicios con una máquina para que sus pulmones no se encogieran, además medicamento para tratar la neumonía.
Las radiografías mostraban que el daño causado a sus pulmones en el transcurso de pocos días, era grave: 80% de daño pulmonar reflejado en el color blanco llenando casi por completo los pulmones en la imagen de la radiografía, cuando lo sano es que se vean en sombras, negros. Era un daño, en palabras de Iván, “muy voraz, y muy veloz”.
En entrevista para LADO B, Iván dice que lo que sintió además de piquetes en los pulmones, fue mucha angustia. “Te enfermas de algo que nadie conoce bien, que nadie sabe”.
Hasta ahora no tiene claro por qué a él le dio con tanta fuerza. Su única comorbilidad era el sobrepeso, pero mientras estuvo internado bajó siete kilos. Cree que el factor edad le ayudó, y también que no tardó tanto en ir al médico, pero tampoco está seguro.
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Al ser dado de alta, después de pasar 13 días internado, estuvo otras dos semanas aislado, encerrado en su casa, con dolor en los pulmones aún, falta de apetito e insomnio. Después, cuando lo dieron de alta, se hizo una primera prueba de control que dio negativo y pronto le toca una siguiente.
Actualmente, casi dos meses después de llegar al hospital, lleva los cuidados posteriores para cualquier paciente que se recupera de una neumonía, principalmente hace ejercicios con un respirador para mantener sanos sus pulmones.
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*Foto de portada: Cor gaasbeek | Pixabay