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El lado oculto del Plan DN-III
Ante la pandemia, AMLO estableció el propósito de: "conservar el orden interior" en el Plan DN-III-E, situación para la que el ejército no fue adiestrado
Por Lado B @ladobemx
12 de mayo, 2020
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Jacinto Rodríguez Munguía | MCCI

Con fecha de 26 de febrero de 1966 de la oficina del secretario de la Defensa Nacional, Marcelino García Barragán, salían dos sobres con documentos, uno para el secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez y otro para el Jefe del Estado Mayor Presidencial, Luis Gutiérrez Oropeza. Esos paquetes contenían lo que se conoce como Plan DN-III-E (copia v48-75). Cada uno de los folios, con un destacado sello: CONFIDENCIAL.

De acuerdo con las definiciones públicas, el Plan DN-III es un instrumento operativo militar que establece los lineamientos generales a los organismos del Ejército y Fuerza Armada Mexicanos para realizar actividades de auxilio a la población afectada por desastres de origen natural o humano.

Y aunque son ciertas esas imágenes que muestran a elementos del Ejército Mexicano en auxilio a la población, en ese documento que el entonces secretario de la Defensa Nacional enviaba, el objetivo principal del Plan DN-III iba más allá. En su cuarto párrafo establece su otra tarea oculta: “Mantener el orden y asegurar el buen gobierno, o restablecerlo a la brevedad posible, en caso de que así se haga necesario”.

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Cuando se presentan desastres naturales, advierte, “los servicios públicos no funcionan, el orden es alterado y las autoridades civiles no son capaces por sí solas de enfrentarse a la población… Por la tanto, el Ejército Mexicano, en cumplimiento a una de sus misiones (conservar el orden interior), se ve precisado a actuar”.

“Auxiliar con toda determinación y eficacia a las víctimas del mismo, con el objeto de estrechar los vínculos de afecto que unen a las fuerzas armadas con nuestro pueblo, mantener el prestigio del gobierno y limitar los efectos físico y morales del desastre”.

Si bien y siempre de acuerdo al documento, se puede decir que las fuerzas armadas y el ejército como parte de ellas, son piezas claves en el auxilio a la población en casos de emergencia, el mismo texto sugiere que no es ni la única ni el principal función que ejercen estas instituciones del Estado en momento de crisis y emergencias.

La puesta en acción del Plan DN-III-E ha sido recurrente en la historia reciente de México. Particularmente luego del sismo de septiembre de 1985. Aunque una de las razones por las que se recordaría al ejército en su participación de 1985, es porque la aplicación del DN-III en el entonces Distrito Federal, no fue tan exitoso como sí lo había sido en casos de huracanes e inundaciones en regiones del país. En el 85, la sociedad civil de esta ciudad, tomó gran parte de la organización y rescate de las víctimas del sismo.

Foto: Gobierno Cholula | Flickr

Para Raúl Benítez Manaut, presidente del Colectivo de Análisis de la Seguridad con Democracia, (Casede) y experto en fuerzas armadas, el papel del ejército en el 85 se explica también desde su contexto histórico, pues sería la primera vez que el ejército volvía a las calles después de 1968 en que se le implicó con la masacre de estudiantes. Fue un volver a estar en las calles y en sociedad y no sabían cuál podría ser la respuesta de la gente.

Y si “en el 85 el ejército fue rebasado por la respuesta tan rápida y contundente de la sociedad civil, primero espontánea y poco a poco cada vez más organizada, fue porque en cierta medida era una experiencia inédita para el DN-III”. Benítez Manaut dice que a eso habría que agregarle la tensión que se sabe se ocurrió al interior del gobierno de Miguel de la Madrid entre establecer un estado de sitio (planteamiento de la SEDENA), y el de SEGOB y el gobierno del entonces Distrito Federal, de dejar que fluyera la iniciativa de la sociedad civil, pues intentar contener esta organización social hubiera sido muy costoso políticamente.

Existen elementos prácticos que también complicaron el papel del ejército en la ciudad en ese momento, como el hecho de que el DN-III para huracanes e inundaciones casi no se aplica en grandes ciudades, sino sobre todo en pequeñas ciudades y pueblos costeros, donde la población es muy humilde y respalda mucho la ayuda militar, explica Benítez Manaut.

Para el especialista y profesor durante años en las fuerzas armadas, algo similar pasa ahora con la Guardia Nacional. Se despliega en CdMx pero en zonas marginales y populares, no en el casco central de la ciudad. “El pueblo sí apoya a las fuerzas armadas, pero la clase media para nada”.

Y no es nada menor eso de la imagen, algo que va directo a la percepción social que se tiene de las acciones de las fuerzas armadas, particularmente del ejército mexicano.

Máxime cuando en los últimos años precisamente la imagen del ejército se vino deteriorando, básicamente por, entre otras razones, su papel contra el narcotráfico y la infiltración de éste en sus filas. De acuerdo a investigaciones periodísticas, el narcotráfico habría infiltrado al ejército a través de altos mandos de la estatura de los generales Jesús Gutiérrez Rebollo y Mario Arturo Acosta Chaparro.

Y dos, la violación de los derechos humanos en diversos operativos, como el del caso Tlatlaya, donde también investigaciones periodísticas demostraron que elementos del ejército habrían disparado contra presuntos delincuentes cuando estos ya habían sido sometidos. Les habían dado el tiro de gracia con autorización de los superiores castrenses.

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*Foto de portada: Gobierno Cholula | Flickr

 

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