Más o menos igual de cínico fue hace un par de días el secretario de Gobernación (apuesto a que ni su nombre conocen, y no las culpo), David Méndez Márquez, cuando dijo -un poco molesto por la pregunta de una reportera- que de 166 mujeres  desaparecidas habían encontrado a 92, ¡92! 

Ah, no pues qué buena onda, secretario. Favor que nos hace, ya con eso nos damos por bien servidas, no se moleste en seguir haciendo su trabajo.

Quienes sí están haciendo un buen trabajo son las médicas y enfermeras que atienden a pacientes COVID-19 en todo el país, por eso a veces me da coraje leer sus historias de discriminación en las redes sociales. 

Como la enfermera Anne, que contó sobre un anestesiólogo que la menospreció y maltrató a ella y cinco compañeras, y terminando su jornada lloró de impotencia con su amiga Bere en el estacionamiento y se preguntaron “qué estamos haciendo mal”.

Y quizás lo único que las mujeres estamos haciendo mal es callar. (Qué sintomático es que después de contarlo, Anne puso su cuenta en privado)

Por eso, porque hay un montón de cosas sobre las que tenemos que hablar lean por favor esta colaboración sobre ser madrastra.

Es la reflexión de una mujer que de pronto se encuentra en ese papel sin saber cómo enfrentarlo, hasta que en un punto entiende que todo estaba mal por su pareja. “Por su creencias machistas de la estructura familiar, por segregarme, por insistir en que era su hija y no nuestra. Por no respetar mi rol en la familia. Por sumirse en la culpa de la situación de la niña. La culpa de los padres es causa de muchas historias de madrastras desdichadas”.

Ahora piensen en la figura de madrastras que nos han pintado toda la vida. Qué fuerte, ¿no?

Bueno, me voy pero antes les recomiendo a la poderosa Citali Dinue. Ah, esta morra me encanta, es fuerte, es poderosa, ufff. Síganla en Twt como @Citali Dinue