Lado B
El autorretrato: la libertad del ego
El autorretrato ha representado históricamente una llave hacia nuestro interior. Así, lo importante de una obra es también el proceso que nos llevó a esta
Por Julio Sandoval @jota_sand
28 de abril, 2020
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Julio Sandoval

@jota_sand

Hace un par de años comencé a autorretratarme. No fue fácil. Mis rasgos no son los “ideales”, carecen de la estética estandarizada. Pensar en que iba a tener que verme al espejo o tomarme una foto me generaba ansiedad.

Solía evitarme problemas cuando en la escuela me pedían que me representara gráficamente. Usaba la forma genérica del cuerpo humano: las bolitas y los palitos. Prefería no experimentar con dibujos más detallados, que mostraran algo más cercano a mi apariencia.

Mi primer autorretrato fue para un fan art que varias personas hicimos en un taller de ilustración y poesía. La intención era que las personas que leyeran nuestros versos y observaran nuestras ilustraciones nos conocieran. Pero el ejercicio era más profundo; para que los lectores nos conocieran, primero teníamos que conocernos nosotros.

El ilustrador e historietista José Quintero nos guiaba en esa aventura. Un par de las sesiones semanales de ese taller fueron dedicadas al autorretrato. Quintero nos contó cómo esa experiencia se había vuelto parte de su vida y qué había descubierto retratándose a sí mismo.

Autorretrato fumando «Canceritos Mentolados». / Imagen: José Quintero

Para Quintero el autorretrato es un diario gráfico de las percepciones de una persona, de sus emociones y sus experiencias, e incluso de los avances técnicos de un artista, de la evolución de sus variantes estilísticas y de su manera de crear.

“El autorretrato es una fuente enorme de autoconocimiento, un diálogo muy particular, muy diferente a cualquier otro. Este diálogo te va revelando tus impresiones y tu transformación física y psicológica”

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En este diálogo, dice el ilustrador, el autor conversa con los instrumentos, con la obra, con los colores. A partir de los primeros trazos va recibiendo una respuesta del espejo, el agua o la fotografía que está enfrente; el reflejo le habla de su estado de ánimo y del lugar y el momento en el que se encuentra.

Pasar de «esta obra la he hecho yo» a «yo soy esta obra»

Durante la época histórica del Renacimiento el humano despertó. Dejó de aceptar razones y se puso a buscarlas. Comenzó a mirar a la Antigüedad con curiosidad y no con nostalgia, intentó comprender y explicar el pasado. Este fue el origen del pensamiento científico, la raíz del autorretrato. 

“Sin mirar las cosas con pensamiento científico, con curiosidad científica, para querer conocer, es muy difícil que al arte pueda generar autorretrato, ni siquiera retrato. Si el arte no ha servido para intentar entender la realidad hasta el Renacimiento es porque hasta entonces no ha existido el individuo consciente de sí mismo, curioso de sí mismo y curioso de entender el individuo como individuo, como accidente único e irrepetible”, explica el Doctor en Historia del Arte y Musicología, Jaume Camats, en su tesis doctoral Autorretrato: la mirada interior.

Hasta entonces, cuenta el investigador, las representaciones personales habían servido únicamente como una forma de conmemorar o glorificar a un individuo, como en el caso de las pinturas que retrataban a personajes religiosos o a gobernantes. 

Algunos artistas se incluían dentro de su obra, pero lo hacían sólo para dejar un testimonio claro de su autoría: las llamadas autoproyecciones contextuales. Por ejemplo, algunos pintores se representaban en una escena como un personaje más y algunos arquitectos colocaban sus bustos esculpidos en alguna parte de la construcción. 

Durante el Renacimiento, menciona Camats, la percepción del humano como individuo y de su singularidad hizo que los artistas experimentaran la necesidad de dar a conocer sus aspectos anímicos y psicológicos. El “desencantamiento del mundo” generado a partir de los cuestionamientos hacia la idea absolutista de que una fuerza mayor controlaba el destino de la humanidad, permitió que mostraran algo más cercano a la realidad y menos idealizado. 

El artista se comenzó a ver como artista y no sólo como el prestador de un servicio. Su libertad creativa dejó de depender totalmente de su cliente o  promotor  —que hasta ese momento sólo le había cedido un mínimo protagonismo al dejarlo incluir sus autoproyecciones contextuales— y su percepción del mundo que lo rodeaba, así como sus sentimientos y emociones personales, se comenzaron a ver reflejados en sus obras, hasta llegar al autorretrato.

“Para que aparezca el autorretrato como tema, ha de desparecer el cliente y la consciencia del individuo ha de transformarse de interés por afirmar la autoría  de la obra, en afán de afirmación personal. Es fundamental el paso desde esta obra la he hecho yo, al esta obra soy yo”.

Autorretrato Cicatrices. / Imagen: José Quintero

El reflejo

Un jueves por la noche, antes de la siguiente sesión del taller, empecé a retratarme. Seguí uno de los consejos de Quintero: iniciar desde cualquier punto. Tracé mis cejas y continué con mi boca. Los ojos aún no aparecían en el papel. En ese momento no tenía márgenes que me limitaran a poner mis rasgos en un lugar específico. Mi rostro se iba formando espontáneamente.

El resultado no fue una cara abstracta; mi boca, mis ojos y  mi cabello estaban en su lugar, pero tenían una forma irregular, lejana a la simetría con la que comúnmente nos representamos.  

Mi rostro, serio y un tanto inerte, se reflejaba en el papel. Durante  casi una hora hice trazos pensando en que ese era yo. Quizá no era tan parecido al dibujo, pero pude reconocer la forma en la que pensaba que la gente veía mi nariz chueca o mis labios deformes. Estaba dialogando conmigo, con mis inseguridades: las estaba descubriendo.

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Al autorretratarse, el pintor Manolo Garibay a veces se encuentra con caras abstractas. Algunas veces con intención y otras por casualidad. En ocasiones ese efecto es intencionado, pues superpone sus rostros anteriormente retratados para que todos se fusionen. En otras, su rostro se distorsiona por pasar tanto tiempo mirándose en el espejo o por intentar retratarse al llegar de una fiesta en la madrugada. 

Imagen: Self-Facebook | Manolo Garibay

“Alguna vez, llegando de una fiesta, me vi como un monstruo, mi cara se comenzaba a deformar. A veces me dibujaba desde que me despertaba, todavía con las lagañas en los ojos”

Manolo suele aprovechar todas las posibilidades de los espejos, usa algunos con efecto de ojo de pescado, los acerca o los aleja para verse de distinta forma. La cualidad del espejo, dice, es que este deja de ser un objeto y se vuelve una pantalla que refleja en momento real lo que estás haciendo. 

“Luego de verte durante 3 horas en el espejo, se empieza a modificar tu cara, empiezan a aparecer cosas que no habías visto antes de ti mismo,  porque, ¿quién se pone a verse a sí mismo durante tanto tiempo haciendo un dibujo? Es hasta obsesivo, rarísimo, ya ni siquiera estás pensando si te ves bien o te ves mal, ya nada más estás escudriñando tu cara y viendo cómo se está transformando en el momento en el que te estás viendo a ti mismo”

Con sus casi 500 autorretratos, Manolo ha descubierto una forma de representar esas identidades temporales que, dice, están muy alejadas de la idea de que las personas sólo tenemos una identidad.

“Puede parecer algo tautológico (repetitivo, muy similar al anterior), pero no somos la misma persona en la mañana o en la noche, la misma conciencia del yo, de nuestra identidad, va cambiando con respecto al día, a los humores y a las circunstancias alrededor de nosotros”.

Imagen: Self-Facebook | Manolo Garibay

La ausencia del cuerpo

La artista Savia Flor se autorretrata con la ausencia de su cuerpo físico. Utiliza sombras para registrar los momentos en los que vive y está presente. A través de esos reflejos oscuros en las paredes, los suelos o cualquier superficie realiza un ejercicio de autoconocimiento, pues observa en qué lugares está transitando y con qué seres los está compartiendo.

Pero aún con la sombra, se pueden tener señales de que el cuerpo físico está ahí, cerca.

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Savia reflexiona acerca de la ausencia del cuerpo en los autorretratos en su taller La imagen propia. Ella piensa que es posible autorretratarse a través de otras cosas que nos identifiquen o con las que nos identifiquemos. 

“La ausencia del cuerpo a partir de objetos que sean importantes, que pueden ser nuestra habitación,  cosas íntimas que hablan de nosotros sin que esté nuestro cuerpo. Podemos vernos reflejados en otras personas, en objetos o en situaciones¨

Descubrimientos

Con el autorretrato Manolo Garibay ha encontrado un momento de tranquilidad y de introspección. En el momento en el que se sienta en su escritorio y se dibuja, sin importar que se tome 20 segundos o 3 horas, realiza una especie de meditación, en la que se conoce a detalle y aprende a dejar esa idea de que la soledad es algo negativo.

En sus diferentes versiones de sí mismo ha notado cómo ha envejecido, cómo le ha crecido la barba o el cabello o cómo ha cambiado su actitud a lo largo de los días. 

Imagen: Self-Facebook | Manolo Garibay

“Con el dibujo, con los lápices, con el grafito, es como una manera de ir al psicólogo, una manera de meditación o como una comunicación espiritual que puedes tener contigo, una comunicación íntima, un autoconocimiento, una autorrepresentación, descubres las identidades múltiples de todo esto”.

Savia Flor ha encontrado la manera de compartir la intimidad de este proceso. Lo ha hecho de diferentes formas. Con su taller, en el que transmite sus reflexiones acerca de las diferentes formas con las que una persona se puede representar, con o sin cuerpo. Con su proyecto Amiga de mi sombra, en el que hace colectiva la idea de que en nuestras sombras está nuestra presencia. Y además, en su faceta como docente, pues les ha pedido a sus estudiantes que se autorretratren para explorar su creatividad al representarse.

José Quintero ha descubierto la forma de aceptar las cicatrices del tiempo, de los momentos dolorosos, y de aprender a verse con consciencia, para observar y para representar lo que siente con más honestidad. Con el autorretrato Quintero ha aprendido a restarle o sumarle importancia a ciertos rasgos o a ciertas ideas.

Uno de sus pensamientos me motivó desde el principio para continuar con esta practica: Quintero dice que con el autorretrato depuras y liberas tu ego —la valoración excesiva de uno mismo—, dejas de idealizarlo y logras ver lo que quizá no observas por vanidad.

Ahora puedo observar sin problemas las cicatrices de mi rostro o mi cuerpo, mis rasgos imperfectos o las expresiones de los días malos. Pienso que he avanzado en la liberación de mi ego, lo he liberado de esa presión externa y he enfocado mis esfuerzos en comprender y ser consciente de quién soy.

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