Foto de Polina Tankilevitch en Pexels

Aranzazú Ayala Martínez

@aranhera

Una de las primeras lecciones que está dando el coronavirus es sobre la importancia de la prevención y atención a las recomendaciones sanitarias de las autoridades, como una medida vital de protección propia pero, sobre todo, comunitaria.  

Para comprenderlo basta recordar el seguimiento que hizo Corea del Sur a la paciente número 31 de COVID-19, que reveló la impresionante infectividad de este virus.

Se trata de una mujer que contrajo el virus el 9 de febrero y durante los siguientes ocho días visitó un club, estuvo involucrada en un accidente de tránsito, fue a un hospital, a la iglesia y al buffet de un hotel, hasta que el 17 de febrero finalmente supo que estaba enferma.

En todos estos sitios estuvo en contacto con mil 160 personas.  

No fue un caso asintomático, pues sí tuvo fiebre pero se negó, aunque los médicos se lo sugirieron, a hacerse la prueba antes. 

Un mes después, el 60% de los casos positivos en ese país eran personas de la iglesia a la que acudió la paciente 31. 

Esta historia está a punto de repetirse en Puebla, y seguramente en otros lugares del mundo.

Hace un par de días se hizo público el caso de un empresario y sus tres hijos que dieron positivo en la prueba de coronavirus que se realizaron en un laboratorio particular. El contagio habría ocurrido durante un viaje a Vail, Colorado, a donde, por cierto, también viajaron un número desconocido de personas de Puebla, y al menos 400 del estado de Jalisco; hasta el 19 de marzo había ya 27 casos positivos de COVID-19.   

Esta familia regresó a Puebla capital el 10 de marzo para retomar su vida normal y su trabajo. Solo uno tenía síntomas de la enfermedad que, valga aclararlo, son muy parecidos a los de la gripe común y la influenza. Y fue hasta el martes 17 cuando se confirmó que tenía COVID-19

¿Con cuántas personas convivieron? El número es incierto. Las autoridades mantienen vigilancia de 151 personas y en una semana Puebla pasó de 2 a 15 casos confirmados, con 35 pruebas pendientes en el laboratorio estatal.

Lo más importante, la prevención

Por supuesto que esta familia regresó a Puebla sin saber que tenía COVID-19, pero probablemente las fechas de su estancia en EU hayan coincidido con la aparición del primer caso en ese país, y solo un día después de su regreso la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró al coronavirus como una pandemia.

Uno de los hombres de esta familia, pese a presentar síntomas y saber que estaba en una situación de riesgo (pues así lo confesó a personas cercanas a él) no se hizo la prueba de inmediato. 

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Este hombre hizo su vida normal: trabajo, amigos, incluso estuvo en una fiesta en una conocida zona residencial de la capital poblana y en una reunión en el mismo sitio. Todos los asistentes que tuvieron contacto con él están ahora en monitoreo por parte de la Secretaría de Salud (SSA). 

En una rueda de prensa el miércoles 18 de marzo, el titular de la SSA, Jorge Uribe, dijo que aunque tienen la lista de contactos, no pueden identificar a las personas con las que la familia tuvo contacto momentáneo, en tiendas y lugares públicos. De modo que el número de personas infectadas puede aumentar más de lo previsto por las autoridades.

De China a Puebla: la historia se repite

Un artículo publicado por BBC Mundo retomado por Animal Político, explica que al principio en China por cada persona oficialmente con coronavirus había otras 6, debido a que toda la gente asintomática o no diagnosticada hacía su vida normal y transmitía el virus sin darse cuenta.

En entrevista para LADO B, la Doctora Lilia Cedillo, directora del Centro de Detección Biomolecular de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) dijo que cuando se descontrola la transmisión del virus es muy difícil hacer seguimiento a los casos sospechosos, pues se vuelve exponencial.

“Llega un punto en que pierdes los contactos y el virus se pasa fácilmente de un humano a otro, y este virus ha demostrado ser muy efectivo”, alertó la Doctora.