Lado B
Peligro a bordo: invasiones biológicas (opinión)
Debido al COVID-19, los medios han seguido casos de cruceros como potenciales focos de infección, pero los humanos no son los únicos portadores de patógenos
Por Gerardo Sifuentes @Sifuentes
10 de marzo, 2020
Comparte

Peligro a bordo: invasiones biológicas, del COVID-19 y otros

Gerardo Sifuentes

@Sifuentes

[dropcap]I[/dropcap]talia se ha ‘encerrado’ al mundo debido al COVID-19, mientras los rumores sobre esta pandemia tienen nerviosos a las bolsas de valores de mundo. Si bien no es la primera vez que se presta atención a la mecánica de la diseminación de enfermedades, en esta ocasión los medios han seguido casos particulares como los cruceros cargados no solo de turistas sino de potenciales focos de infección. Pero en materia de epidemias los humanos no son los únicos portadores de patógenos.

La mala situación financiera a mediados de la década de 1990 en países asiáticos detuvo buena parte de las flotillas de buques cargueros en los principales puertos de la región. Con las tripulaciones en tierra, las naves permanecieron en los muelles por meses. Pero la naturaleza no entiende de economía. Cuando aparecieron los primeros indicios de recuperación y se dieron las órdenes para zarpar, los cascos de los cargueros y el agua de lastre en su interior habían acumulado una gran variedad de pequeños pasajeros. De esta forma, una variante de la Vibrio parahaemolyticus, bacteria que suele encontrarse en zonas costeras cálidas, se esparció por el mundo; entre 1996 y 1999 cepas de la misma causaron brotes desde Taiwán hacia el resto de Asia, Rusia, EUA, Canadá, Chile, alcanzando las costas del Pacífico mexicano en 2004. Aquel año en el sur del estado de Sinaloa se registraron 1,250 casos de gastroenteritis por consumo de camarones crudos. Un análisis encontraría rastros de la misma cepa de V.parahaemolyticus que se había originado a más de 13,000 kilómetros de distancia.

Desde hace siglos las rutas comerciales han sido los vectores de propagación de las más diversas enfermedades infecciosas. La ruta de la seda entre China y Europa trajo consigo la peste en el siglo XIV; los vuelos internacionales fueron los encargados de transportar personas infectadas con la gripe aviar en 2004, y con ello el trastorno de los sistemas financieros. Así, con el tiempo se ha comprendido que el control sanitario en fronteras debe ser riguroso.

Durante los 20 a 30 días que puede durar el viaje de un buque carguero desde China hacia puertos mexicanos, varios organismos permanecen adheridos a los cascos, conocidos como bioincrustraciones (biofouling en inglés); informes de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales reportan especies de esponjas, corales, ostras, mejillones, percebes y algas convertidos súbitamente en invasores que amenazan los ecosistemas locales, cargando además con patógenos que contaminan la fauna marina.

Otro reservorio de agentes infecciosos en este medio de transporte es el agua de lastre, necesaria para equilibrar el peso de los gigantescos buques de carga que cruzan los océanos del mundo. Se estima que la flota mundial de estas naves rebasa las 50,000. Como estos barcos bombean millones de litros de lastre dentro y fuera de sus cascos, cargan con una gran variedad de organismos que desestabilizan ecosistemas marinos y economías locales en cada viaje intercontinental. Tan solo en México anualmente arriban alrededor de 19,000 embarcaciones de todo tipo a los principales puertos.

Leonardo Lizárraga Partida se ha interesado por este este problema. Gracias a su equipo de investigadores y un equipo de buzos profesionales se han obtenido muestras de bioincrustraciones en el casco de varios barcos mercantes en el puerto de Ensenada, provenientes de países como China, Japón y Corea del Sur.

Hace algunos años lograron identificar las cepas pandémicas de la V.parahaemolyticus que afectaron Sinaloa. Al seguirle la pista, descubrió que esta bacteria es bastante resistente en ostiones refrigerados, en particular la subespecie (o serotipo) O3:K6 que contaminó las costas mexicanas. Su trabajo ha buscado demostrar a las autoridades nacionales la urgencia por la debida regulación de la limpieza de los barcos y la descarga de agua de lastre en costas nacionales.

El investigador titular del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (CICESE), Baja California, afirma: “La particularidad de los vibrios, en especial el V. parahaemolyticus, es que son comunes en el medio marino y estuarios de ríos, por lo que no están asociados, necesariamente, a drenajes urbanos. El O3:K6 y otras variantes muy similares, es el que se les detecta continuamente en casos clínicos a partir de 1996, particularmente en Asia. Son consideradas un problema grave de salud y algunos países piden una certificación de «no presencia» de esta bacteria en los productos marinos destinados al consumo humano”.

Algo más preocupante revelado en un estudio publicado en el Marine Pollution Bulletin, en el que Lizárraga trabajó en conjunto con la Universidad Veracruzana y la Universidad Autónoma de Yucatán, es que la V. parahaemolyticus ha mostrado adaptación al cambio de clima de temporada, por lo que su peligrosidad es mayor.

Desde 2004 existe un tratado de la Organización Marítima Internacional, denominado ‘Convenio internacional para el control y la gestión del agua de lastre y los sedimentos de los buques’, que implementó normas para evitar las ‘invasiones biológicas’.

Una de estas normas exige que los buques deberían cambiar el agua de lastre en alta mar. El doctor Lizárraga menciona que quizá la contaminación de la infraestructura de los muelles de Ensenada, donde se han encontrado rastros de la V. parahaemolyticus  se debió a la limpieza de cascos mientras los buques estaban atracados (in water, en inglés) y no en un dique seco, como se recomienda.

“El problema que se presenta en nuestro país es que no existe regulación para las bioincrustaciones, dadas las dificultades prácticas para su implementación. Lo que ha ocurrido en países como Australia al prohibir que se efectúen limpiezas de cascos estando el barco en el agua es algo mínimo que debería aplicarse también en México. Desconozco la frecuencia de este tipo de prácticas no recomendadas, pues la información se maneja de manera confidencial”.

Ni el cambio climático ni las enfermedades conocen fronteras. Contra el primer fenómeno las grandes corporaciones y gobiernos más contaminantes se niegan a tomar acciones concretas. ¿Quién será responsable de evitar la propagación de estas últimas? ¿Será una enfermedad la que los obligue a trabajar por el bien común?

Para saber más:

Organización Marítima Internacional

Las bioincrustaciones como vector de transferencia y reservorio de vibrios patógenos

*Foto de portada: Pixabay

Comparte
Autor Lado B
Gerardo Sifuentes
Periodista de ciencia y narrador.
Suscripcion