De acuerdo con la Red de Mujeres Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica y el Caribe (RedTraSex), en los medios de comunicación suele abordarse el trabajo sexual con morbo; se reproducen y refuerzan prejuicios sobre las trabajadoras sexuales, y no se respeta su derecho a la privacidad.
¿Cuáles son los prejuicios sobre las trabajadoras sexuales que se reproducen en los medios de comunicación? |
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Por ello, han sido elaboradas algunas guías desde la perspectiva de las trabajadoras sexuales, quienes proporcionan sugerencias y recomendaciones para coberturas más comprensivas, que coloquen en el centro las experiencias de las mujeres, que visibilicen las problemáticas que afrontan, que contribuyan al reconocimiento de su trabajo y de su identidad (libres de estereotipos y prejuicios), y que promuevan el interés y no el morbo en la temática.
Aquí compartimos algunas de estas recomendaciones y sugerencias, retomadas de la Guía para el abordaje periodístico del trabajo sexual y las trabajadoras sexuales, elaborado por la RedTraSex y la Guía responsable para hablar del trabajo sexual en los medios, elaborado por Amarna Miller.
Es importante preguntarse cuál es el fenómeno o temática que quiere abordarse y cerciorarse de ofrecer información que no genere confusión. Recurrir a fuentes de información fiables puede ser de gran utilidad.
Por ejemplo, Amnistía Internacional (AI) utiliza el término “trabajo sexual” para referirse “al intercambio de servicios sexuales (que impliquen actos sexuales) entre personas adultas de mutuo acuerdo a cambio de remuneración, según las condiciones acordadas entre la persona que vende y la persona que compra”. El término no es aplicable cuando no existe consentimiento (sea por motivos como amenazas, el uso de la fuerza, el engaño o el abuso de poder) ni cuando implica a menores de edad y víctimas de trata. (Para conocer más sobre el tema, puede consultarse en esta liga).
Si el tema de interés periodístico es la trata de personas, aquí puede consultarse la Guía para periodistas y comunicadores: abordaje responsable de la trata de personas, elaborada por el Centro de Investigación y Promoción de los Derechos Humanos de Honduras.
Se debe incorporar al lenguaje términos o denominaciones para nombrar a las personas que ejercen el trabajo sexual, siempre respetando su derecho a la autodeterminación.
En la Guía responsable para hablar del trabajo sexual en los medios, Amarna Miller señala que la mayoría de las palabras que suelen utilizarse para referirse a las trabajadoras sexuales incluyen una terrible carga social. Términos como “puta” o “sexoservidora” son estigmatizantes; mientras que términos como “actriz porno” o “escort” parecen diferenciar posiciones sociales.
Miller también se refiere a expresiones como: “mujer en situación de prostitución”, que refuerzan la percepción de las trabajadoras sexuales como víctimas que necesitan ayuda.
Otra expresión que se sugiere evitar es la de “mujeres que venden su cuerpo”. Miller aclara que las trabajadoras sexuales no comercializan su cuerpo, sino las horas en las cuales ofrecen un servicio de carácter sexual: “Una dependienta no vende sus manos por doblar la ropa […] La trabajadora sexual no está vendiendo sus genitales”.
En todo caso, es importante tomar en cuenta que las personas que ejercen el trabajo sexual son diversas y cada una cuenta con su propia experiencia. Por ello, se recomienda preguntar siempre a las personas entrevistadas de qué manera prefieren ser nombradas.
Evitar imágenes que refuercen estereotipos que no concuerdan con la realidad que viven las trabajadoras sexuales. Es importante tener en cuenta que, como lo señala la Red Global de Proyectos de Trabajo Sexual (NSWP, por sus siglas en inglés), los lugares de trabajo y las modalidades de trabajo de las personas que ejercen el trabajo sexual son diversas.
En general, se recomienda no utilizar imágenes de mujeres en tacones y minifalda o ropa entallada, ni de mujeres apoyadas en coches, muros o postes de luz que aluden a la espera en la calle. Estas imágenes pueden reforzar prejuicios y estereotipos.
Lo más importante es no filmar ni fotografiar a las trabajadoras sexuales sin su consentimiento: “Este es un trabajo sobre el que todavía pesan muchos prejuicios y por motivos de seguridad el derecho a la privacidad de las protagonistas ha de ser respetado”.
Hay que preguntar siempre a las mujeres si pueden ser filmadas o fotografiadas, y no se deben publicar sus datos personales sin su consentimiento.
Es importante tener siempre presente que las trabajadoras sexuales, de acuerdo con una investigación de Amnistía Internacional, afrontan regularmente situaciones que amenazan su seguridad y bienestar, como: agresiones, discriminación e injusticia por parte de la policía, clientela, arrendadores, profesionales de salud, familiares y otros miembros de la comunidad.
Por esto, al abordar cualquier temática o situación relacionada con las trabajadoras sexuales, es importante que las y los periodistas respeten la privacidad y los datos personales de las mujeres, así como que reflexionen de qué manera pueden afectar la vida de las trabajadoras al mostrar imágenes de sus cuerpos y de los espacios donde trabajan.
Los medios de comunicación suelen centrarse en situaciones negativas (usualmente relacionadas con los prejuicios hacia el trabajo sexual), pero no hacen visibles aspectos positivos que contribuyan al reconocimiento del trabajo sexual y de la identidad de las mujeres que lo ejercen.
Para hacer una cobertura que refleje la realidad que viven las trabajadoras sexuales, se recomienda visibilizar los testimonios con perspectiva de género, es decir, solicitar el punto de vista de las mujeres y sus experiencias en primera persona (sin prejuicios, estereotipos o estigmas).
También es recomendable visibilizar las propuestas y los logros de las trabajadoras sexuales para el reconocimiento de su identidad y sus derechos.
De acuerdo con la RedTraSex, en América Latina y el Caribe, debido a la carencia de legislaciones y la falta de garantía de sus derechos, las trabajadoras sexuales se encuentran en situaciones que las hacer afrontar constantemente situaciones peligrosas o ilícitas: “Siempre es necesario remarcar que el trabajo sexual no es ilegal ni indigno, sino que son indignas las condiciones de su realización por la situación de falta de regulación y normas que lo reconozcan un trabajo.”
Según Amnistía Internacional, la presunción de ilegalidad o inmoralidad que impone la legislación (o la falta de ella), agrava la discriminación y la estigmatización de las trabajadoras sexuales, llegando incluso a ser responsabilizadas de la violencia que se ejerce en su contra.
Una problemática relacionada con los aspectos normativos es la violencia que ejerce la policía contra las trabajadoras sexuales. De acuerdo con una investigación realizada por AI, son tratadas como delincuentes, “lo que hace que teman ser procesadas o penalizadas si acuden a ella. Algunas personas que ejercen el trabajo sexual tienen la impresión de que la policía no las tomará en serio si acuden a denunciar un delito”. Lo que supone no solo un obstáculo para su protección, sino una alta probabilidad de sufrir violaciones a sus derechos humanos (tratos degradantes o tortura).
Es importante buscar grupos, colectivos u organizaciones lideradas por trabajadoras sexuales como fuente de información.
Visibilizar la existencia de estos grupos también contribuye a dar voz a las trabajadoras sexuales, a difundir sus posicionamientos respecto a diversas temáticas, conocer sus propuestas para resolver las problemáticas que les afectan y, por supuesto, visibilizar la defensa de sus derechos.