Lado B
Alejandro Reyes: guitarras, música contemporánea y gestión cultural
La música que crea Alejandro se configura como provocadora de sensaciones desde la experiencia, con el fin de generar otra en quien escucha
Por Lado B @ladobemx
10 de febrero, 2020
Comparte

Foto: Marlene Martínez

María José Andrade Gabiño

@MajoAg23

Al preguntarle a Alejandro sobre porqué decidió que la guitarra fuera su instrumento principal, se pone muy serio y contesta: “Dicen que el instrumento lo elige a uno, no uno al instrumento”. Después la sonrisa vuelve a su rostro. Sigue platicando con la simpatía que lo caracteriza y las risas fáciles que se le cuelan al hablar.

Alejandro Reyes Tlacatelpa es un músico poblano, compositor y guitarrista –principalmente–, con una trayectoria reconocida en la ciudad.

Dúo/pamina, un dueto con Jorge Torres, es tal vez su proyecto más reconocido. Desde 2014 es común verlo dando conciertos en toda la República, y se le oye tocando sus composiciones para guitarra clásica acompañadas de multimedia y, a veces, danza contemporánea. 

En “Caída libre”, una de sus composiciones para este dúo, se pueden escuchar a las guitarras creando tensiones. De momento a una velocidad angustiante, después evocando una casi euforia, hasta que hacia el final de la pieza termina la tensión, marcado por golpes al cuerpo de la guitarra, y hay casi una paz, aunque continúa evocando al movimiento. 

La presentación de la pieza está acompañada de un video sobre aventarse de un avión en paracaídas, lo cual cobra sentido por las evocaciones de las notas y las técnicas musicales que se utilizan de tensión y de armonía suspendida. Sin embargo, “Caída libre” bien podría ser la musicalización de un juego de escondidas, del proceso de solución de algún problema…

Así, la música que crea Alejandro se configura como provocadora de sensaciones desde la experiencia, con el fin de generar otra en quien escucha.

Aunque su dúo de guitarras es su proyecto más visible, Alejandro ha tenido y tiene muchos más: con más colectivos, con amigos, individuales; por encargo o por deseo propio; solo sobre composición, ya sea para guitarra, para ensambles de varios instrumentos, de experimentación sonora, con paisajes y noise; o sobre gestión cultural. 

Tanto hace y ha hecho que lleva una bitácora de sus proyectos desde 2011 en su blog Cachivache. Donde se puede apreciar su notable trayectoria, en la que siempre está presente la música que hace con su guitarra.

En diferentes años ha ganado la beca del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) que otorga el gobierno de Puebla. 

Sin embargo, cuando le es mencionado el reconocimiento a sus creaciones no puede evitar sonrojarse y demostrar una modestia genuina que se nota en su mirada evasiva y rápido cambio de tema. Pareciera como si Alejandro creara invadido por el universo musical que lo conquistó desde muy joven, o así lo demuestra la emoción con la que habla de sus horas de composición, de sus experimentos con la guitarra y elementos eléctricos, de sus años estudiando y después de su carrera. La reacción de quienes escuchan lo que hace -de las experiencias que provoca- es un plus que lo complace, pero no da por hecho. 

El rock y la música contemporánea

“Recuerdo mucho el Treno a las víctimas de Hiroshima, del compositor polaco Krzysztof Penderecki. Escuchar esa pieza de golpe de música contemporánea fue increíble. Fue como de ‘Uh, esto es lo mío’”.

Al preguntarle cómo llegó a ser músico, esperando una historia sobre cómo desde pequeño quiso tocar o que pronto se dió cuenta de una gran habilidad musical, Alejandro confiesa todo lo contrario. 

Admite que no sabía a qué iba a dedicarse hasta sus 24 años, cuando terminó su primera carrera: Odontología, y decidió hacer una segunda licenciatura, pero esta vez en Música. 

No hay duda que desde antes le gustaba la música y se declara como melómano desde la infancia, pues escuchar le producía sensaciones indescriptibles, pero nunca lo tomó tan en serio. 

Tuvo una banda de rock en la adolescencia y ahí aprendió a tocar la guitarra líricamente. E incluso, mucho más jóven, tomó clases de piano que fueron interrumpidas cuando se negó a seguir estudiando luego de que la monja que era su instructora le golpeara las manos con una batuta: “Creo que soy un pianista frustrado porque el primer instrumento que elegí era piano, pero a lo mejor me bloqueó la monja psicópata”, dice entre dolido y en broma. 

Ahora, el estudio de Alejandro está lleno de cables, partituras, libros, CDs, viniles, guitarras, otros instrumentos y aparatos que solo otro versado en la música puede saber qué son, y quienes no –los que solo escuchan– pueden adivinar.  

“Cuando entré a la carrera de Música fue como una explosión: no hay una sola música, sino que hay un multiverso de música”, dice emocionado

No sólo aprendió a tocar la guitarra profesionalmente, sino que comenzó a conocer profundamente otros instrumentos así como géneros y lenguajes musicales. Pero, sobre todo, llegó a conocer a los grandes compositores que lo inclinaron a formarse también en la creación de música, no solo en la ejecución. 

El escuchar el Treno a las víctimas de Hiroshima de Krzysztof Penderecki fue un parteaguas para él, pues se dio cuenta de que no había límites para la composición y conoció las corrientes de música contemporánea que se alejan de lo comercial.

Ahora, recuerda a las bandas de rock que le gustaban en su juventud -Guns and Roses, The Cure, Caifanes, Sisters of Mercy- y le da risa, pues reconoce su simpleza técnica, los ritmos fáciles y su objetivo de vender, en vez de una creación que explore las posibilidades de la música en sí. 

Admite que su banda favorita siguen siendo los Pixies y describe con gran emoción cuando en 2010 por fin los pudo ver en vivo: “Las rolas de Pixies son de tres acordes y, no sé, había algo en la combinación de los cuatro músicos que eran brutalmente hermosos cuando tocaban, por más sencilla que era su música. En el escenario y sus discos, los cinco primeros, me siguen encantando”.

No obstante, cuando le hemos preguntado sobre qué compositores elegiría para escuchar toda su vida menciona a Silvestre Revueltas, como ‘el gran’ compositor mexicano, a Astor Piazzolla, por ser un gran compositor que revolucionó el género del tango, a Mauro Giuliani, por ser un gran guitarrista clásico, y a Leo Brouwer, por ser un parteaguas en la guitarra contemporánea . 

La gestión cultural desde la música

El sábado 12 de enero, Alejandro tuvo su primer concierto del año como parte de su proyecto de la beca PECDA que ganó en 2019. Lo llamó “La ciudad de la estridencia” y es un homenaje al estridentismo, movimiento vanguardista mexicano de los años veinte del siglo pasado. 

El concierto consistió en la presentación de tres piezas: La Ciudad de la Estridencia, La Cantina de Nadie y Ondas Radiales, música electroacústica cuadrafónica. Lo cuadrafónico es tipo de sistema de reproducción donde cuatro pistas se escuchan al mismo tiempo a partir de cuatro bocinas que son coladas a 90º entre sí en una sala, provocando que en el centro confluyan los sonidos y se cree una atmosfera sonora, pues sensorialmente se capta que vienen de distintos lugares. Para que la experiencia de la atmósfera sonora estuviera completa, también se requirió que los escuchas tuvieran los ojos vendados. 

La experiencia de escuchar estas atmósferas sonoras es sobrecogedora, y más por le bloqueo de la vista. La primera pieza, compuesta por paisajes sonoros, es un recorrido por una ciudad. Un cilindrero tocando Cielito Lindo, una marimba, los autos, los vendedores ambulantes, el barullo de los peatones… Sin duda, era un paseo por el centro histórico de Puebla: por el zócalo, la 5 de mayo, las zonas de comercios, las turísticas… 

Las otras dos piezas, plagadas de sonidos orgánicos distorsionados y voces recitando diferentes poemas de los estridentistas, eran como vórtices provocando una sensación tras otra, que llevaban a evocar ciertos momentos donde el oído escucha más alto o más fuerte dependiendo del estado físico o mental. A veces provocaban angustia o euforia, cierta tranquilidad o ansiedad por hacer algo.

Con esas tres piezas, bien se podía entender la referencia hacia los estridentistas, hacia su propuesta de hacer arte de las urbes, alejándose de lo idílico de los campos; de acercarse a lo cotidiano, en vez de querer representar “lo sublime” o ideales de estética relacionados con lo bello y lo bueno.

Al cuestionar a Alejandro sobre su objetivo de homenajear a los estridentistas, él justo habla de su importancia al proponer un arte diferente a inicios del siglo XX desde una actitud de desafío y libertad. Elemento que considera que se repite constantemente en las corrientes artísticas. 

“Yo creo que simplemente es la necesidad del hombre, del creador, de evolucionar los discursos, de expresar algo nuevo; no sé si nuevo es la palabra, más bien lo que corresponde a tu época y lo que a ti te está pasando”, contesta expresando su admiración por los que proponen y cambian las circunstancias de creación artística en momentos históricos determinados. 

Algo similar ocurre con los proyectos que Alejandro desarrolla. Desde discurso críticos, él suele tratar de responder a su contexto o intentar afrontarlo por medio de la música.

Tal vez el proyecto donde es más obvio el discurso crítico es su reciente colaboración, “Pictórica poblana peligrosa”, con el artista plástico Ali Mezcal. El proyecto consiste en un performance donde los dos artistas improvisan al mismo tiempo, uno pintando y el otro tocando, tomando como referencia la nota roja de los periódicos locales. De esta manera, ponen en relevancia la violencia que se vive en Puebla y lo reflejan en su quehacer artístico. 

https://www.facebook.com/325289001367706/videos/991510497896798/

Pero también ha tenido otros proyectos con diferentes colectivos de incidencia social a través del arte. Como sus colaboraciones de composición con Arte a 360 grados, de San Pablo del Monte, Tlaxcala, o el colectivo ADA, para quien ha adaptado y compuesto canciones que acompañen sus obras teatrales o performance comprometidos.

Pero otros de sus proyectos han tenido que ver con sus consideraciones sobre las circunstancias de creación musical en la ciudad. Especialmente, destaca sus gestiones para Convolución, que fue un tipo de festival dentro de la Escuela de Música de la BUAP que creó en sus últimos años de carrera junto con otros estudiantes. Allí se impartían conferencias para la formación de los alumnos y conciertos, donde podían participar componiendo o ejecutando. 

Aunque Convolución terminó, Alejandro siguió haciendo gestión cultural enfocada a la música. Desde hace un año, por ejemplo, se unió al Festival Expresiones Contemporáneas, que igualmente pretende configurar una escena musical viva en la ciudad, dando espacio tanto a proyectos locales como nacionales e internacionales.

Componer, pero hacer de todo

Debido a estos intereses críticos que se combinan con la precariedad del hacer arte en México, Alejandro se define como un músico que hace de todo. 

Sin duda, lo que más disfruta es componer, pues es como puede volcar lo que piensa y siente en la música. No lo considera simplemente una traducción de experiencias, sino como algo más profundo que tiene que ver con la complejidad tanto de la música como del pensamiento: “Lo viertes [el pensamiento] en una obra. Lo derramas o lo vomitas en una obra”.

Foto: Marlene Martínez

También ama el proceso de hacerlo: va desde la investigación de instrumentos, documentación sobre obras musicales o técnicas que sirvan de marco de lo que se va a componer, la inspiración por medio de la literatura y el cine, hasta el momento en que se escribe la partitura. Después, escuchar su composición, ya sea ejecutada por él mismo o por ensambles externos, lo emociona demasiado: “Ver que 10 músicos están tocando tu obra es como: ‘Mi hijito está sonando’”, dice riendo y con expresión de ternura. 

Sin embargo, también disfruta la gestión cultural y el impartir clases de guitarra o composición –que da en el Complejo Cultural Universitario de la BUAP–. Pues en realidad toma todo como una oportunidad para afectar a las personas de distintas maneras, todo relacionado con la música, aunque nunca sepa de qué manera pudo tener un impacto.

“Tú estás viviendo el día a día y no sabes lo que provocaste en el público que escuchó, o qué detonaste en un alumno al que le diste clase o si trajiste a un conferencista y detonó algo en algún compañero o estudiante”.

Comparte
Autor Lado B
Lado B
Información, noticias, investigación y profundidad, acá no somos columnistas, somos periodistas. Contamos la otra parte de la historia. Contáctanos : info@ladobe.com.mx
Suscripcion