Lado B
Star Wars IX: The Rise of Skywalker, hablemos como caballeros (Jedi)
"The Rise of Skywalker es un episodio, por lo menos aceptable. [U]n final digno para el apellido que carga en su título", dice El cinemaniaco
Por Héctor Jesús Cristino Lucas @
12 de enero, 2020
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Foto tomada de YouTube

Héctor Jesús Cristino Lucas

El pasado 2019 debería ser recordado por todo cinéfilo, friki o ávido aficionado a la cultura pop como el año de las “épicas conclusiones de sagas mundialmente reconocidas”, que lamentablemente, pese a tanta espera, intriga y emoción, aceptémoslo, de “épicas” … tuvieron muy poco.

Por un lado, la franquicia cinematográfica de Marvel, luego de la exitosa Avengers: Infinity War (2018) pondría “fin” a su universo de superhéroes y justicieros luego de diez largos años con la tan ansiada Avengers Endgame que lastimosamente para muchos -y con ellos me incluyo- resultó una estafa maestra como no habíamos visto antes en la historia del cine. Una cinta limitada a ser un episodio a manera de “recuento” de cada una de sus películas -llena de agujeros argumentales e inconsistencias asombrosas- con el fin de conquistar a sus fanáticos a través de la nostalgia y no por una historia bien construida.

Y por el otro, la famosa cadena de televisión HBO, estrenaría el tan ansiado episodio final de Game of Thrones, que, para infortunio de los más frikis, amantes de historias de incesto o plagios de Tolkien, terminó siendo una suerte de final “alternativo” sacado de la manga en último momento, realmente patético y hasta ridículo de una saga literaria que ni siquiera había sido concluida en primer lugar. Echando a la basura, por supuesto, aquel detestable mito que incitaba a convencernos de que esta última no era más que una “de las mejores series jamás hechas en la historia”. ¡Sí, cómo no!

Pero, por si fuera poco, la saga multimillonaria de Star Wars -que también pertenece a la cadena Disney, madre mía- culminaría -por ahora- con Star Wars IX: The Rise of Skywalker luego de nada menos que 40 años desde aquella épica New Hope que hizo soñar a tantos ñoños amantes del espacio desde 1977.

Lo único malo, por supuesto, es que luego de la criticada; vapuleada; despreciada; ninguneada; tragada y después defecada The Last Jedi que trajo Rian Johnson en 2017… ya nadie esperaba absolutamente nada de ella. Ni siquiera un mísero halo de esperanza ya que los fanáticos se dividieron como nunca había ocurrido antes. Ni si quiera por el mismísimo Jar Jar Binks.

¡No obstante!, los que aún quedábamos no podíamos dejar morir esta saga a causa de inconformidades infantiles. Porque, así como me leen, todo presumido y experto en el séptimo arte, yo fui de esos pocos -ingenuos si ustedes quieren- que defendió a capa y espada el ahora prohibido Episodio 8 describiéndola como una suerte de evolución de la saga; una forma de madurar y cambiar conceptos más allá del “bien y el mal” en pos de algo más complejo… pero hoy en día esto es entendido como una suerte de pecado capital o algo así.

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¡Porque ay de aquel que diga que le gustó el Episodio 8, pues será maldecido por la temible furia de unos fanboys llorones que no soportaron ver a su querido Luke Skywalker arrojar su sable de luz cuando se lo dieron! ¡Ay, qué miedo me da que me juzguen como un traidor de la saga! ¡Qué miedo!

Señores, basta ya de estupideces. ¿Venimos aquí a ser Cinemaniacos juzgando estas películas como corresponden o solo somos un montón de fantoches haciendo críticas blandengues sin criterio propio repitiendo hasta el cansancio lo que todos dicen?

Lo de hoy es encontrar culpables. Antes, por ejemplo, se decía que George Lucas era el anticristo. Que había creado todo un universo mágico de ensueño con la maravillosa trilogía original, pero que también lo había destruido con sus abominables precuelas. Que la explicación científica de los Midiclorianos esto, que Jar Jar Binks aquello. Pero ahora ya nadie lo recuerda y prefiere las precuelas antes que la actual trilogía de Disney.

Hoy, el responsable no es otro más que nuestro querido Rian al que el público “experto” ha decidido destruir por hacer The Last Jedi (2017) pero jamás admirar por hacer Looper (2012), o mejor aún, por hacer Knives Out (2019). Los pecados del pasado pesan más que las buenas acciones del presente. Así que, sobra decir que jamás compartí la inquebrantable opinión de la vox populi sobre que este hombre fue el responsable absoluto de mandar todo a la mierda.

No señores… si de esas vamos y el jueguito del “crítico experto” con canal de YouTube es buscar culpables, entonces culpemos a J.J. Abrams. Aunque te cagues en los pantalones; aunque reniegues con tu pijama de Han Solo y digas que si no hubiese sido por su The Rise of Skywalker todo hubiese terminado peor, la única verdad es que no encuentro a otro que haya “arruinado” esta saga que el mismísimo “salvador” Abrams.

Pero si no puedes aceptarlo todavía, entonces convengamos en que el culpable no solo es él; también es el maldito fandom insoportable de este tecnológico siglo XXI.

¿Saben? Es gracioso cómo el público y los fanáticos pueden influir tanto a través de redes sociales como jueces despiadados exigiendo a su antojo todo lo que quieren ver con la excusa de que son los clientes, y, por ende, ellos siempre tienen la razón. Un fenómeno interesante que empieza a ser más notorio y común hoy en día.

Vean lo sucedido con el abucheado primer diseño que presentó la Columbia Pictures del personaje de Sonic. Al estar completamente desapegado con el estilo original del videojuego de SEGA, muchos de los seguidores expresaron su inconformidad a través de redes sociales luego del primer póster promocional a un punto tan enfermizamente extremo que no solo obligó a que el proyecto pasara a manos de la mismísima Paramount para arreglar la catástrofe rediseñando al personaje; también tuvo que retrasar el estreno original ya fijado en noviembre del 2019 hasta el 14 de febrero del 2020.

Y tras el nuevo diseño, ahora sí, más apegado al videojuego, Paramount Pictures pasó a convertirse en una suerte de héroe amable y considerado al darle a los fanáticos exactamente lo que ellos querían. Y en el caso de Star Wars, aunque menos satisfactorio, ocurrió algo similar.

Así que, señores, si yo digo que J.J. Abrams es el verdadero culpable de esta “desgracia” no es por generar polémica barata ni mucho menos. ¿A estas alturas del partido? ¡Pff! La verdad es que genuinamente lo creo.

Si hay que ser justos culpemos entonces a The Force Awakens. Una película que, si bien fue emocionante y extremadamente taquillera, la principal queja que señalaban sus fans es que no era capaz de arriesgarse lo suficiente a la hora de crear una nueva historia alejada del contenido original. Transformándose así en una suerte de remake encubierto de aquella New Hope (1977) destinada a atrapar a sus fans por la segura -justo como pasó conmigo, maldita sea- y evitar cualquier fracaso a la hora de siquiera innovar o proponer.

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Por ello y pese al inevitable éxito mundial -alcanzando incluso los primeros lugares de las películas más taquilleras de la historia- hubo quienes aún no se tragaban el cuento baratero de esta premisa. Un fandom molesto y pretencioso que por ser cliente recurrente de la saga creían merecer algo más impactante y sorprendente en las siguientes entregas. Porque ya sabes lo que dicen: si ellos pagan, entonces ellos también mandan.

Así que, queridos padawans y amigos de toda la vida, si también me atrevo a decir que el culpable de esta “ruina” no solo es J.J. Abrams con la nostalgia y sus narrativas plagiadas; también sus molestos y enfermizos fans… es porque genuinamente LO CREO Y LO REAFIRMO TAMBIÉN. No hace falta ser un genio para notarlo.

Tras el estreno de The Last Jedi (2017), el público recibió exactamente lo que merecía: una sabrosa bofetada de guante blanco in-your-fucking-face.

Ni una mísera teoría sacada de Reddit o de algún sitio conspirativo había acertado con el argumento de Rian Johnson. Ni un solo canal de ilusos youtuberos que especulaban día y noche sobre lo que trataría el polémico Episodio 8 se había acercado si quiera. Y por esto mismo -no por el nuevo Luke renegado o los molestos Porgs- es que esta película terminó siendo odiada. Simplemente por esta tontería y nada más.

La pelea de ñoños más grande de nuestro siglo, reducida a un fenómeno mediático repleto de una audiencia de intolerantes y volubles que por mucho pedir, convengamos sin miedo a la represalia, terminaron obteniendo. Solo que no fue exactamente lo que imaginaron.

¿Pero qué pasó entonces? Vino la ola de odio que gritaba como Wookie en celo “que todos los cambios eran horribles”. Algunos indignados como si se les fuera la vida en ello, y otros tantos, lloriqueando con la excusa de que todo lo que había propuesto The Last Jedi arruinaba la mítica saga de George Lucas. Se levantaron firmas para que esta película no fuera canónica y los más valientes llenaron el Twitter de algunos actores con mensajes de odio simplemente porque sus personajes no les habían gustado del todo.

Y con esta apestosa bola de mierda cayendo por la pendiente, Disney tomó medidas desesperadas.

Por un lado, la cancelación de distintos proyectos que se habían planeado luego de The Force Awakens (2015) y Rogue One (2016), como por ejemplo la esperada trilogía de Han Solo que inició Ron Howard con Solo: A Star Wars Story (2018) al pagar los platos rotos siendo un fracaso en taquilla. Y por el otro, en un último arrebato de esperanza, volver a recurrir a J.J. Abrams para que arreglara los cambios y agujeros narrativos que había dejado Rian Johnson en pos, nuevamente… de complacer a cada uno de sus tan queridos fans.

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¡El maldito cuento de nunca acabar! Porque adivinen qué dicen ahora los amantes de la galaxia muy, muy lejana de Star Wars IX: The Rise of Skywalker. Exacto, que no es más que un episodio lleno de fanservice -referencias, guiños y nostalgia- que se esfuerza más por arreglar los errores pasados en lugar de proseguir con su historia original. Olvidándose por supuesto, de que se trata de nada menos que un final “definitivo”.

Dicen que está plagada de un tramposo halo de nostalgia, pero a todos se les olvida que es The Force Awakens (2015) de hecho, el episodio con más fanservice de toda esta maldita trilogía. Dicen que trajeron de nueva cuenta al emperador Palpatine como un descarado Deus ex machina porque no sabían cómo terminar con esta descafeinada historia. Y vuelven a decir, que Rian Johnson es el culpable de esta desgracia y nadie debería perdonarlo.

Salvo lo último, tal vez haya algo de cierto en estas afirmaciones, pero convengamos en que ese no es con exactitud el problema de esta película. Y lo digo enserio. Pese a tantas carencias y errores, no fue ese espantoso engendro vomitivo con el que esperaba toparme luego de tantas reseñas pretenciosas de internet. No señores, el error de esta película realmente es que carece de identidad, valor, coraje y lo más importante: de riesgo absoluto.

Ya lo dijo el propio Rian Johnson en una entrevista en el programa radiofónico Swings & Mrs en donde expresó la inconformidad del actual cine de entretenimiento cada vez menos arriesgado y absurdamente complaciente con los suyos: “Las películas deben desafiar a los fans; no complacerlos”.

Y comparto absolutamente su opinión. El fenómeno de las grandes empresas cediendo bajo la presión de sus seguidores a través de sus redes sociales es relativamente nuevo y esto es cancerígeno. Un enorme retroceso que estoy seguro estancará la creatividad de muchos cineastas dentro de la industria.

El error, repito, es J.J. Abrams y todo su fandom por detrás. Es querer ir por la segura y arriesgarse porque el fan te lo exigió. Ir más allá de lo impensable y arrepentirse en último minuto porque la jugada no cuajó. El error es volver al molesto fanservice de siempre para salir ganando y decirles a todos, con cara de Baby Yoda arrepentido: ¡Miren, lo hemos arreglado, ámenos a todos otra vez! ¡Vaya cagadón!

Esto me recuerda a lo sucedido con las nuevas precuelas de Alien de Ridley Scott. Tras una Prometheus (2012) arriesgado que poco convenció por el asunto de los Ingenieros creadores de la humanidad que no tenía sentido ni mucho menos Xenomorfos sueltos por ahí, decidieron desecharlo todo y complacer a los fans con la secuela, Alien: Convenant (2017), que esta vez contaba con menos Ingenieros, pero con más Xenomorfos. ¡Dios nos ampare!

Y ya estoy cansado de estas estupideces, así que seamos sinceros. The Rise of Skywalker, señores, me parece la mejor película y por mucho. No en general, porque ese puesto le pertenece a Rogue One (2016) por antonomasia, pero sí dentro de esta nueva trilogía. Es verdad que se la pasan arreglando las movidas de Rian Johnson de inicio a fin, pero también es verdad que el estilo narrativo con el que es arrastrado este embrollo es tremendamente placentero. Nada menos que una historia de aventuras al puro estilo New Hope con un puñado de personajes en búsqueda de algo, alguien o de algún sitio en específico.

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Tenemos un equipo magistralmente nivelado tanto de personajes clásicos como de otros nuevos en esta última misión en la galaxia para que nadie se moleste, y bueno… Palpatine sigue vivo. Ahora todos los bloggeros y youtuberos que subieron sus teorías locas desde el estreno de The Force Awakens -ejem, Apollo1138, ejem- están más que felices.

¿Saben? Esta película me resulta bastante peculiar. Como si la idea central para resolver todos los problemas partiera exactamente como lo hizo Avengers Endgame: terminar de manera complaciente. Sonreír y masajear; sonreír y, ¡pum!, final feliz.

El guión, que parte de J.J. Abrams y Chris Terrio es un auténtico desastre. Pero no me malinterpreten. No es un desastre en el sentido “vaya mierda de película”. Es un desastre que anuncia entre líneas las mil vueltas, revisiones, correcciones y hasta recortes que se hicieron detrás de cámaras. Aunque no lo podamos ver, queridos amigos, se nota a lo lejos.

Disney, en representación de la directora general de este proyecto, Kathleen Kennedy, como el temeroso de su público que siempre ha sido, no se atrevió a mostrar un desenlace como quizás hubiese querido desde el principio. Y es fácilmente perceptible en el ritmo de la película. Tan apresurado, con leves intervalos de respiración, que en momentos de descanso jadea más de la cuenta. Comparto la opinión de que esto hubiera terminado mucho mejor si se hubiese dividido en dos partes.

Las actuaciones, si las comparamos desde la primera película, tanto de Daisy Ridley como del mismísimo Adam Driver, han mejorado bastante. De hecho, ambos personajes crecen de tal manera en que resultan una verdadera sorpresa. Ya no tratamos con la chatarrera temerosa ni con el Sith acomplejado de siempre. Rescato este punto como lo mejor que tiene la película.

Ahora bien, los huecos argumentales también son un problema derivado de lo mismo. ¿Por qué Palpatine está vivo? ¿En qué momento tuvo un hij@? ¿Y por qué demonios Rey es su nieta? ¡Pero ey!, a esta altura del partido y al tratarse de Star Wars, o aparece un cómic o novela gráfica que te lo explicará a detalle con la excusa de tener un universo expandido, o bien, sus fans y sus teorías locas llenarán estos huequitos en pos de que todos sean felices. Así que da igual.

Miren, no es que esté disgustado con esta película. Una vez que me planté en el asiento con intención de arriesgarme, no saben cómo la disfruté. Y si bien es cierto que es la mejor de esta trilogía, no vamos a hacernos los tontos tampoco. La película parece estar filmada por universitarios amantes de la saga y escrita por un par de fans vírgenes sacados de Reddit.

The Rise of Skywalker es un episodio, por lo menos aceptable. Aunque genuinamente creo que es un final digno para el apellido que carga en su título y de todo el arco narrativo que cuenta la franquicia, no así me parece un final glorioso como todos hubiésemos querido para el legado Star Wars.

¡Es decir, son 40 años, por dios! ¡Dame algo que jamás vaya a superar! Ahora el nombre de esta saga se ha bastardizado tanto en merchandising; se ha vuelto un referente en el ámbito comercial, que ya nadie recuerda de qué diablos estamos hablando. ¡Es la franquicia más importante de la historia del cine con un demonio! No es Harry Potter o algo así.

Aunque ya hablando enserio. Si hay algo que Star Wars nos ha dejado a todos, indudablemente es que seamos unos sensibles a la fuerza. Es decir, podemos pasarnos horas y horas criticando la película y quejándonos de lo mal que lo han hecho para parecer interesantes. Podemos escuchar estúpidas teorías que son más malas que The Last Jedi y molestar a los actores del crew por Twitter para sentirnos mejor… pero lo que verdaderamente importa, a veces, lo encontramos al lado nuestro sin darnos cuenta: encontramos al verdadero fan que lo disfruta.

Y con mi visita al cine, pude entenderlo con mayor claridad. Cuando un fan de los más veteranos; de los que vio nacer Star Wars en 1977, acompañado de sus hijos y tal vez de sus nietos, gritaba, se sorprendía y hasta se admiraba con lo que estaba viendo a un punto, en el que me hizo gozar más de la experiencia de lo que yo había esperado. Olvidar al crítico mezquino que solo vive para joder e invitar al niño que empezó a ver esta saga con tanta ilusión.

Y cuando las luces se encendieron; cuando Palpatine murió y la guerra al fin se terminó; cuando los personajes se abrazaron y los Jedis del pasado animaron a la chica a no rendirse, de manera abrupta, las lágrimas del verdadero fan empezaron a correr. Ya nada importaba realmente. Ni de los errores del pasado, o de tonterías garrafales como el beso forzado entre dos personajes femeninos para cumplir con la agenda de lo políticamente correcto. Carrie Fisher como la princesa Leia se despedía de todos nosotros al lado de Mark Hamill, en una última aparición. Y la saga, al menos por ahora, llegaba a su fin.

Las lágrimas, damas y caballeros, no fueron producto de una buena película o de un guión magistralmente escrito. Ni de canciones emotivas o escenas bañadas de nostalgia, como quiere hacer verse. Las lágrimas de quien fue a ver esta odisea como verdadero fan, tan sensible a la fuerza al igual que Annie, fue producto de la magia de Star Wars. Aún con las precuelas; aún con sus secuelas. Aún con Kylo Ren y Disney lucrando hasta el cansancio, este hombre me hizo recordar que la magia… afortunadamente seguía ahí.

Y eso era lo único que importaba.

Sinopsis:

“La Resistencia sobreviviente se enfrenta a la Primera Orden, y Rey, Finn, Poe y el resto de los héroes encararán nuevos retos y una batalla final con la sabiduría de las generaciones anteriores.”

*Foto de portada tomada de YouTube

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Autor Lado B
Héctor Jesús Cristino Lucas
Héctor Jesús Cristino Lucas resulta un individuo poco sofisticado que atreve a llamarse “escritor” de cuentos torcidos y poemas absurdos. Amante de la literatura fantástica y de horror, cuyos maestros imprescindibles siempre han sido para él: Stephen King, Allan Poe, Clive Barker y Lovecraft. Desequilibrado en sus haberes existenciales quien no puede dejar (tras constantes rehabilitaciones) el amor casi parafílico que le tiene al séptimo arte. Alabando principalmente el rocambolesco género del terror en toda su enferma diversidad: gore, zombies, caníbales, vampiros, snuff, slashers y todo lo que falte. A su corta edad ha ido acumulando logros insignificantes como: Primer lugar en el noveno concurso de expresión literaria El joven y la mar, auspiciado por la Secretaría De Marina en el 2009, con su cuento: “Ojos ahogados, las estrellas brillan sobre el mar”. Y autor de los libros: Antología de un loco, tomo I y II publicados el 1° de Julio del 2011 en Acapulco Guerrero. Aún en venta en dicho Estado. Todas sus insanias pueden ser vistas en su sitio web oficial. http://www.lecturaoscura.jimdo.com
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