Lado B
Afecto, cuidado y disciplina
¿Hubiera disparado el niño su arma y luego se hubiera suicidado, si sus padres y abuelos no estuvieran involucrados en ambientes de violencia e ilegalidad?
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
22 de enero, 2020
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Martín López Calva

“Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada”.

León Tolstoi. Ana Karenina

El inicio de la obra maestra de Tolstoi es muy conocido, porque señala un rasgo que parece tener siempre vigencia en la vida de los seres humanos de cualquier tiempo y cultura. En efecto, todas las familias felices se parecen entre sí, todas las familias felices poseen características similares, pero cada familia infeliz es distinta porque tiene un motivo propio por el cual se siente desdichada.

La semana pasada dediqué la primera Educación personalizante de este 2020 a reflexionar un poco de “botepronto” sobre la tragedia ocurrida en el Colegio Cervantes de Torreón en la que un niño, de apenas 11 años, ingresó a la escuela con dos armas con las que asesinó a su maestra e hirió a un profesor y a cinco compañeros antes de quitarse la vida. 

En esa primera reflexión, señalé el carácter complejo de este acto y cité una reflexión que señalaba todos los factores que pudieron influir para que un niño de primaria hubiera actuado de la forma violenta en que lo hizo: las redes sociales, la escuela, la familia, los videojuegos, los medios de comunicación, la sociedad violenta en la que vivimos, etc.

Durante estos días los medios de comunicación han ido publicando información de uno de estos factores, que parece ser uno de los que pudieron tener mayor peso en la generación de este hecho violento. Se trata del contexto familiar en que vivía José Ángel, el protagonista de esta historia.

Una nota informativa del diario español El País nos da un resumen de este contexto: 

“La abuela materna de José Ángel, el autor del tiroteo en el Colegio Cervantes de Torreón, Coahuila, fue asesinada a balazos cuando él tenía tres años. Su padre fue condenado a cuatro años de prisión en Estados Unidos por tráfico de anfetaminas. Su madre murió durante una cirugía cuando él tenía cinco años. Sus abuelos paternos, con los que se crió, ahora están siendo investigados por lavado de dinero y fraude fiscal: las autoridades descubrieron que ambos poseían cuentas con manejos millonarios, que involucran a empresas sospechosas, y que son propietarios de varios vehículos de lujo, incluyendo coches blindados”.

Como se puede ver en estos datos, el videojuego que según el gobernador del estado de Coahuila había sido el causante de este ataque, parecer ser solamente un elemento de carácter formal y accidental, comparado con el ambiente en que nació y creció este niño, marcado por actividades violentas e ilícitas. 

Si cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada, la familia del niño que disparó en su colegio ha tenido varios motivos para sentirse desdichada. Y, ahora, tiene uno más después de lo ocurrido la semana pasada, sin olvidar la pérdida de la vida de José Ángel y de su profesora. De la misma manera, las familias de la maestra y de todos los heridos, así como las familias de toda la comunidad escolar han vivido un hecho que será extremadamente difícil de olvidar.

¿Hubiera ocurrido esta tragedia si en la casa donde vivía este niño no hubiera habido acceso a las armas que utilizó?

¿Hubiera disparado el niño sus armas para agredir a los demás, y luego se hubiera suicidado, si sus padres y abuelos no estuvieran involucrados en ambientes de violencia e ilegalidad?

Es muy difícil contestar de manera tajante estas preguntas. Resulta muy complicado y poco solidario, humanamente hablando, ponerse a hacer juicios de valor o afirmaciones de condena a esta familia que hoy sufre. 

Sin embargo, es pertinente, hasta urgente, reflexionar un poco acerca del papel que juega la familia en la educación emocional, moral y ciudadana de los niños si queremos comprender la crisis de violencia escolar que hoy se vive, y que ha tenido en este hecho uno de los episodios más graves.

Comprender para trabajar en la prevención, para no tener que lamentar en el futuro otros actos como este. Comprender para asumir la corresponsabilidad de la familia y la escuela, como dos de los ambientes más cercanos en los que un niño va construyendo sus marcos valorativos en su estructura emocional.

“Parece que en las últimas décadas, como manifiesta López, dentro del campo de la Psicología tres son las condiciones básicas de la educación familiar para que esta sea de calidad:

-Un afecto incondicional, que les dé seguridad sin protegerles en exceso. 

-Un cuidado atento, adecuado a las cambiantes necesidades de seguridad y autonomía que viven con la edad. 

-Y una disciplina consistente, sin caer en el autoritarismo ni en la negligencia, que les ayude a respetar ciertos límites y aprender a controlar su propia conducta”.

Beatriz de León Sánchez. La relación familia-escuela y su repercusión en la autonomía y responsabilidad de los niños/as, p. 9.

Comparto esta cita de un artículo ampliamente recomendable sobre la relación entre familia y escuela que aporta tres condiciones básicas, que debemos cuidar en la educación familiar, desde los aportes de la Psicología en los tiempos recientes.

La educación familiar debe, en primer lugar, brindar amor incondicional a los niños: un amor que parte de aceptarlos tal como son, les brinde seguridad y no sobreprotección.  

Por otra parte, la familia debe constituir un espacio de cuidado atento de todos sus miembros para brindar un refugio, en el cual se sientan seguros para que puedan desarrollar su autonomía de decisión y de acción.

Finalmente, la familia debe ser también una red que construya una disciplina consistente, que le brinde a los niños las herramientas para autorregular su conducta a partir del respeto a ciertos límites claros, evitando, por supuesto, el autoritarismo pero también el extremo opuesto de la permisividad o la negligencia.

En el ámbito familiar tenemos en México un elemento muy importante de resistencia cultural frente a la violencia, que se ha ido infiltrando en todos los ámbitos de la sociedad. Porque es en la familia donde aprendemos a vivir,  a disfrutar los elementos y momentos de felicidad que nos igualan con las demás familias; es donde también deberíamos aprender a afrontar con resiliencia los motivos y acontecimientos especiales que nos hacen sentirnos desdichados. 

*Foto de portada: PxHere

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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