Lado B
The Irishman: la jugada está hecha
Scorsese nos da una muestra irrefutable de lo que debe considerarse cine dentro de este mar de entretenimiento barato… y su nombre es The Irishman
Por Héctor Jesús Cristino Lucas @
12 de diciembre, 2019
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Foto tomada de YouTube

Héctor Jesús Cristino Lucas

Martin Scorsese hizo enojar a diversos “cinéfilos” y marvelitas a principios de octubre por haber cometido el sacrilegio más grande del siglo XXI en el séptimo arte… ofender a tu Vengador favorito.

¡Oh sí! Cuidado con insultar a Spiderman o al Capitán América porque viene una horda de millennials a llenar tus redes sociales de odio y desprecio alegando que estas adaptaciones de cómics son lo mejor que se ha hecho en la historia y merecen respeto. No importa quién las denigre. Si un crítico cualquiera o una eminencia de la industria.

Tras sus polémicas declaraciones en la revista Empire sobre que “el cine de superhéroes ni siquiera era cine real”, Scorsese volvió a poner en tela de juicio lo que otros ya habían insinuado, aunque de manera más ambigua: definir y clasificar lo que debería o no considerarse CINE en la industria actual.

Por lo que sus palabras, consideradas por algunos como simples declaraciones de guerra, adquirieron de pronto una dimensión mucho más interesante en su ensayo A qué me refiero con que las películas de Marvel no son cine publicado en The New York Times a manera de represalia. Ya que lejos de un odio genuino a las tendencias del siglo, Scorsese expone una preocupante distopía.

Convencido de que el dominio financiero ha hecho de los productos audiovisuales mero entretenimiento digerible capaz de marginar al cine de arte como algo poco “atractivo o  rentable” … por lo que cada vez será más complicado encontrar trabajos de calidad. Y no solo eso; también historias trascendentes y con espíritu como las había en décadas anteriores.

“Cine con revelación, misterio y genuino peligro emocional” como él mismo lo ha definido, echando abajo tonterías como el asunto de “la oferta y demanda” ya que, evidentemente, al haber productos reciclables a la orden del día, es normal encontrar a un público cada vez más conformista.

Por lo que el escenario es obscuro y deprimente tanto para el que realiza como para el que consume. Un hostil y agobiante futuro para la industria. Pero que, pese a palabras pesimistas, y otras más reflexivas, siempre existe un halo de esperanza escondido en lo más recóndito. Y eso es justo lo que Scorsese nos deja al final de esta primera década, una muestra irrefutable de lo que debe considerarse cine dentro de este inmenso mar de entretenimiento barato… y su nombre, damas y caballeros, es The Irishman.

La jugada está hecha; el discurso demostrado. Su más reciente filme se construye contracorriente. Y lo más valioso es que destaca como cátedra absoluta de aquello que profesaba su director: una manera estricta de hacer cine de calidad que debería imitarse en décadas venideras y hacerla una verdad absoluta para futuros cineastas. La riqueza de esta película está en su legado.

Basado en el espectacular libro de no ficción del investigador y abogado defensor Charles Brandt, I Heard You Paint Houses, sobre las confesiones de un irlandés llamado Frank Sheeran y su brutal historia con la mafia italiana, The Irishman funciona desde distintos ángulos. Todos de manera perfecta.

Tanto como un importante relato sobre uno de los misterios más grandes de la historia de Norteamérica, resumida en la pregunta: “¿y dónde está el cuerpo de Jimmy Hoffa?” -un importante activista sindical estadounidense involucrado en el crimen organizado que desapareció sin rastro alguno en Julio de 1975- como un épico regreso al cine de mafia con el que Martin Scorsese se consagró.

Pero también como una irónica poesía con la vida real acerca de esta historia de amistad y lealtad sobre un grupo de mafiosos que envejecen con el tiempo, mientras es interpretada, precisamente, por aquellos veteranos que se han vuelto, los referentes inmediatos de esta clase de cine: desde Robert De Niro, Al Pacino y el grandioso Joe Pesci luego de estar tanto tiempo retirado.

¿El resultado? Una majestuosa película que juguetea entre el thriller intimista de una pequeña historia sobre un hombre común, combinada con el drama basado en hechos reales como un poderoso telón de fondo que no pretende quedarse en el misterio, sino resolverlo. En ocasiones recordándonos a las épicas más grandes de la filmografía de Scorsese como la inigualable Goodfellas (1995) o la encantadora Casino (1990).

Y si les soy genuinamente sincero terminé amándola por todo lo que la película es: una obra maestra exquisita que cumple con creces con cada uno de sus elementos. NO dejes que te menosprecien por decir que esta es una de las mejores películas de Scorsese. NO permitas que te rebajen por mencionar que estamos ante una de las mejores películas del año.

Si bien The Irishman llegó a acumular ciertos comentarios negativos desde el estreno de su primer tráiler, que iban desde las técnicas de rejuvenecimiento a través de efectos especiales en CGI con ese extraño Robert De Niro más sacado de un videojuego que otra cosa, o el asunto de la extensa duración de unas tres horas y media que para algunos resultaba tremendamente excesivo, olvídenlas, porque no son más que simples pequeñeces.

Llega un punto en donde la película se vuelve un reto; en donde te convence de que estás viendo algo grande. Los efectos, aunque es verdad que incomodan al principio, pasan a un segundo, tercer o hasta cuartísimo plano. Y la duración realmente es una prueba contundente para el verdadero ojo experto. Porque, a decir verdad, que Netflix haya anunciado que solo el 18 % de sus suscriptores la pudo terminar de ver, debido al agobio o “al aburrimiento” -válgame dios-, le da más fuerza y validez a su “catastrofista” tesis. El público es conformista, prefiere ver explosiones y peleas de acción.

Señores, The Irishman es toda una experiencia. La grandeza y el desarrollo de su guión a manos de nada menos que Steven Zaillian, responsable también de los guiones de American Gangster (2007), Gangs of New York (2002) y la ganadora al Óscar en 1993, Schindler’s List, ¡es una pasada! El mejor del año sin discusión. Construida a través de un inmenso flashback destinado a contar una historia tan trágica y nostálgica que, cada vez que los minutos pasan, más interesante e intensa se vuelve.

De momentos, tan violenta como Scorsese sabe tras escenas de ejecuciones y asesinatos; y en ocasiones, tan malditamente divertida que sus rastros de humor negro entregan ecos más cercanos a la mítica Mean Streets (1973) combinada con la mismísima Goodfellas (1990). Basta con recordar la escena de discusión que mantiene Al Pacino -Jimmy Hoffa- con Stephen Graham -Tony Pro- sobre cuestiones de “puntualidad”, que está al mismo nivel de aquella mítica “How am i funny?” que vimos con Ray Liota y Joe Pesci.

En cuanto a desarrollo de personajes, no importa lo que digan, esta película debería impartirse en clases de literatura o guionismo. Steve Zaillian no solo vuelve a ofrecernos un ejemplo claro de cómo construirlos; también de hacerlos lo suficientemente memorables. Toda la película se construye para que las escenas y los giros, o todo elemento por más mínimo que parezca, transforme a sus personajes de inicio a fin.

Y si hablamos de las actuaciones, son tan exquisitas que se vuelven poderosas. No entiendo a los que dicen que la vejez ha rebajado el talento de estos protagónicos si Al Pacino y Robert De Niro funcionan como los vinos. Tras cada película muchísimo que mejor. Y aunque este último se ha inmiscuido en otro tipo de cine más cómico y poco serio como Dirty Grandpa (2016) o qué sé yo, cuando lo vemos retomar papelones de este tipo nos recuerda a todos por qué lo admiramos. Nos recuerda indudablemente que su talento mejora con el tiempo.

No obstante, quien demuestra que las actuaciones sobrepasan las expectativas no es otro más que el propio Joe Pesci. Enserio, ¿qué mierda pasa con los que no aprecian el reparto de esta joya? Pesci es lo mejor que tiene esta película por mucho. Aún no puedo creer que haya pasado tanto tiempo retirado sin perder la maldita chispa y regresar ahora NO como un altanero Tony Devito o un insolente Nicky Santoro hijo de puta… sino como una leyenda.

Rusell Buffalino interpretado por el mítico Joe Pesci es justo a lo que yo llamaría -por mera justicia- “Mejor Actor de Reparto.” ¡No hay más que decir!

Aunque lo mejor -es decir, lo verdaderamente mejor- ni siquiera lo hemos visto a mitad de la película. Lo delirante; lo que te convence a creer que estamos ante una de las feroces candidatas al máximo galardón de la Academia -si es que aún te daba alguna duda- es su desenlace. Es justo a lo que me refiero con que The Irishman es una jodida experiencia.

Scorsese no solo nos demuestra lo que es el cine de verdad con esta odisea de más de tres horas de duración; también te lo envuelve cuidadosamente como un regalo personal. Uno de navidad -si así prefieres- aprovechando las fechas.

No entiendo cómo lo hace, pero la recta final se mete contigo de una manera indescriptible. Y no exagero. Pocas veces un desenlace tan impactante a niveles de transgresión como lo son los últimos 30 minutos de The Irishman, se queda aferrado a ti para jamás abandonarte. Para estar contigo el resto de tu vida.

Porque luego de todo lo visto, de escenas épicas al borde del asiento o de historias de lealtad y mafia para seguir en el negocio; de misterios resueltos y otros tantos imaginados; de ejecuciones y violencia al puro estilo del clásico cine de gánsteres… Scorsese simplemente decide darle un giro a su historia a través de un engañoso suspiro libertador, que, aunque apacible, resulta más impactante que sus propias escenas gráficas.

Y esto se resume en una simple oración: vivir de cerca el inevitable pasar del tiempo, que como Gaspar Noé nos dijo en Irreversible (2002), “simplemente lo destruye todo”. La proeza de su guión radica en la cúspide de personajes tan míticos como Frank Sheeran o Rusell Buffalino enfrentando al único enemigo que jamás podrán vencer: su vejez. Volteando al pasado, sin arrepentirse de algunas cosas, pero queriendo enmendar otras. Pagar la escabrosa deuda que devuelve la vida en este trágico desenlace tan existencialista como corrosivo.

El contraste de The Irishman se vive muchísimo mejor cuando luego de presenciar su génesis llegas lo suficientemente sobrio hasta su apocalipsis. De ahí la tremenda ridiculez de que algunos prefieran ver esta película como una suerte de miniserie dividida en 4 capítulos. Simplemente es estúpido. Nada como tener fresca la memoria para enfrentarlo sin temor.

Señores, estamos ante el titán absoluto. Tras el anuncio de que los Golden Globes ya la tienen en la mira como una fiel candidata a ganar las categorías de Mejor Guión, Mejor Película Dramática, Mejor Actor de Reparto -¡JOE FUCKING PESCI!- y Mejor Director, solo basta esperar las próximas nominaciones al Óscar, porque les juro, este será probablemente uno de los galardones más interesantes de los últimos tiempos.

No solo tendremos a una políticamente incorrecta Joker lista a poner en alto el legado del cine de superhéroes como lo había hecho alguna vez Christopher Nolan; también nos encontramos con que una plataforma de streaming como Netflix, por primera vez, se encontrará cara a cara con la Academia para cambiar las rigurosas reglas de estas “importantes” premiaciones. Cuánto se hablará de los Academy Awards 2020 en el futuro. ¡Cuánto!

En la espera de enormes sorpresas, queridos padawans, solo resta empujarlos a intercambiar tres horas de Avengers Endgame por tres y media de The Irishman en Netflix. Cuánto placer hallarán en su manufactura. Y el discurso ensordecedor, que algunos veían de pretencioso o intelectualoide, hoy, se ha vuelto un manifiesto importante para el futuro del séptimo arte.

Scorsese no hizo una película sino un legado; un reto para la verdadera audiencia. Y con ello, la jugada está hecha.

Sinopsis:

“Frank Sheeran, veterano de la Segunda Guerra Mundial, estafador y asesino a sueldo recuerda su participación en el asesinato de Jimmy Hoffa. Uno de los grandes misterios sin resolver del país: la desaparición del legendario sindicalista Jimmy Hoffa. Un gran viaje por los turbios entresijos del crimen organizado: sus mecanismos internos, rivalidades y su conexión con la política.”

*Foto de portada tomada de YouTube

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Autor Lado B
Héctor Jesús Cristino Lucas
Héctor Jesús Cristino Lucas resulta un individuo poco sofisticado que atreve a llamarse “escritor” de cuentos torcidos y poemas absurdos. Amante de la literatura fantástica y de horror, cuyos maestros imprescindibles siempre han sido para él: Stephen King, Allan Poe, Clive Barker y Lovecraft. Desequilibrado en sus haberes existenciales quien no puede dejar (tras constantes rehabilitaciones) el amor casi parafílico que le tiene al séptimo arte. Alabando principalmente el rocambolesco género del terror en toda su enferma diversidad: gore, zombies, caníbales, vampiros, snuff, slashers y todo lo que falte. A su corta edad ha ido acumulando logros insignificantes como: Primer lugar en el noveno concurso de expresión literaria El joven y la mar, auspiciado por la Secretaría De Marina en el 2009, con su cuento: “Ojos ahogados, las estrellas brillan sobre el mar”. Y autor de los libros: Antología de un loco, tomo I y II publicados el 1° de Julio del 2011 en Acapulco Guerrero. Aún en venta en dicho Estado. Todas sus insanias pueden ser vistas en su sitio web oficial. http://www.lecturaoscura.jimdo.com
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