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Guanajuato: Nora, sin justicia por no resistirse ‘lo suficiente’
Segundo capítulo de la investigación en la cual once reporteras de la RNP dan a conocer sentencias en las que no se tomó en cuenta la perspectiva de género
Por Lado B @ladobemx
01 de diciembre, 2019
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Verónica Espinosa | CIMAC

Son las ocho de la noche y Rosalía* todavía lleva el uniforme con el que salió a trabajar muy temprano en la mañana. Mueve los dedos con rapidez sobre la pantalla del celular para comunicarse con sus dos hijas, lo que hace casi de forma permanente, inquieta por saber cómo están. Una preocupación que aumentó desde que Nora, la mayor, fue víctima de la agresión sexual de un familiar.

Rosalía es la jefa de familia de un hogar que comparte con sus hijas. La vendedora de 49 años asume que son su responsabilidad, pues los padres de ambas solo mantienen con ellas una comunicación esporádica.

El 16 de agosto de 2018, en la Sala de Oralidad Penal del Poder Judicial de Guanajuato, Rosalía escuchó a la jueza Brenda María Santillán Macías dictar la sentencia de la causa penal 1417-472, que exoneró y ordenó la libertad del hombre inculpado por agredir sexualmente a su hija Nora en junio de 2015, cuando tenía 16 años. Sus argumentos fueron que no se demostró la acusación de violación equiparada, porque no se determinó con qué objeto —diferente al órgano viril— se cometió el delito, y no se probó que la menor se encontrara en una condición que le impidiera resistirse.

Rosalía, jefa de familia

Fue Rosalía quien acompañó a Nora al Ministerio Público para que presentara una denuncia penal en contra de Mario, esposo de una prima. La menor de edad relató que unas horas antes había estado con el matrimonio en un negocio familiar en el que todos trabajaban, y les pidió ayuda para estudiar, como lo hacía ocasionalmente.

“Mi mamá nos enseñó a estar unidos, a convivir y apoyarnos entre todos”, dice Rosalía. De hecho, su familia y la de Mario viven en domicilios vecinos.

Mario le dijo a Nora que la ayudaría y se dirigieron a otro local comercial de su propiedad, ubicado en una plaza turística de la ciudad, que en ese momento estaba cerrado. El hombre echó la llave y se metió al baño. Al salir, le pasó su celular a Nora, mostrándole videos pornográficos de anime. La menor pasó de la sorpresa al miedo. Se puso nerviosa y no supo qué hacer. Estaba sentada en el piso, vestida aún con el uniforme de la escuela, cuando él se acomodó en un banco a su lado.

Mario se acercó y le tocó los senos por debajo de la ropa, luego la puso de pie, de espaldas a él, y la agredió sexualmente, metiéndole los dedos en la vagina. Ella estaba paralizada, solo atinó a mantener las piernas juntas.

Cuando empezó a atacarla por la vía anal, la menor gritó. Mario la soltó y se dirigió al baño. “Esto va a quedar entre nosotros”, le advirtió. “Me puse a llorar, sentí asco. Quise gritar, pero no me salía la voz; tenía miedo de que me pegara o me hiciera alguna otra cosa”, declaró Nora.

Le escribió varios mensajes a un amigo pidiéndole que pasara por ella. Cuando llegó, le urgió a que fueran con una amiga de su madre, a quien le refirió a grandes rasgos lo ocurrido. La amiga le habló a Rosalía, que pidió permiso para salir del trabajo. Cuando llegó, Nora le contó la agresión que había sufrido.

“Fuimos a poner la demanda esa misma tarde. En los siguientes días le hicieron unas pruebas; el joven que acompañó a mi hija, mi amiga y yo rendimos declaración. No hablé con nadie porque la licenciada del Ministerio Público me dijo que no lo hiciera, que los podía poner en alerta. Pero pasó más de un año y no lo detenían, ni pasaba nada…”, recuerda Rosalía.

Por una conocida supo de Las Libres A. C., una organización defensora de los derechos de las mujeres, y acudió en busca de ayuda. Las abogadas Martha Paola Fernández Lozano y María Lucely Cervantes Pérez asesoraron a Rosalía y a su hija a partir de ese momento.

“Después de más de un año, casi no había pasado absolutamente nada con la carpeta de investigación”, señala Fernández Lozano. “Fue después de que intervenimos nosotras que el Ministerio Público comenzó a moverse y judicializó la investigación; se generó la orden de aprehensión en contra del agresor y, tras ser vinculado como presunto responsable, ingresó a prisión preventiva oficiosa durante el tiempo que duró el proceso, casi otro año”.

Cuando Rosalía fue junto con las abogadas a revisar la carpeta de investigación descubrió que había un peritaje médico practicado a Nora y un par de declaraciones, pero no aparecían ni su testimonio ni el de su amiga ni el del joven que acompañó a su hija.

“Nos volvieron a tomar la declaración; no había ido ningún perito al lugar, no revisaron el local, no me preguntaron nada sobre esa persona (Mario), ni siquiera cómo era”.

Rosalía ya había confrontado al agresor de su hija. “Iba yo con una compañera y él admitió lo que había hecho, en mi cara, delante de mi amiga. Yo me fui a ampliar mi declaración y lo dije, pero luego él lo negó y a mi amiga nunca la citaron para testificar, no entiendo por qué”.

Las abogadas fueron testigos de lo difícil que se volvió el entorno familiar para Rosalía y sus dos hijas después de que Mario fue detenido y vinculado a proceso, acusado de violación equiparada.

“Lo primero que pasó cuando la familia lo supo es que comenzaron a atacarlas”, refiere Fernández Lozano. “Todos alrededor les decían que cómo pudieron haberlo denunciado. Viven en un espacio vecino, y comenzó la incomodidad de verse. Les retiraron el habla y sufrieron un fuerte desgaste familiar. Así que cuando empezó a avanzar el asunto, tuvieron un poco de tranquilidad, pues creían contar ya con una respuesta de las autoridades por lo que el agresor había hecho”.

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*Foto de portada: miami car accident lawyers en Pixabay

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