Lado B
David contra Goliat
La Sierra Norte de Puebla es el escenario de múltiples batallas, entre ellas la de las comunidades originarias contra el Proyecto Hidroeléctrico Puebla 1
Por Roberto Alonso @rialonso
03 de noviembre, 2019
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Zona que sería afectada por la hidroeléctrica San Antonio, en la sierra norte de Puebla.
Foto: Leticia Ánimas

Roberto Alonso

@rialonso

Tradicionalmente, han sido los partidos políticos los que han propiciado división en las comunidades rurales e indígenas en México. Hace más de 15 años, camino a Tlapacoya, uno de los municipios de la Sierra Norte de Puebla bajo la mira del proyecto hidroeléctrico con el que se quiere abastecer de energía a empresas como Walmart, un taxista de la zona me ilustró que tal era la fragmentación que en la comunidad de Xaltepuxtla –con poco más de 3 mil habitantes– había dos panteones, uno para cada uno de los partidos políticos en disputa.

Hoy, la desintegración comunitaria y la conflictividad social ya no la generan solamente los partidos, sino que son resultado también de la operación en terreno del poder económico y sus fauces inagotables mediante una frágil, cuando no cómplice, institucionalidad política, con la pretensión de lucrar con bienes comunes. Las más de las veces olvidadas por los poderes públicos, estas comunidades son víctimas de gigantes intereses, como los de un puñado de empresas que acechan su territorio y sus recursos con una lógica extractivista.

La historia se repite a lo largo del territorio mexicano, latinoamericano y, en general, en el Sur global, saqueado para beneficio de pocos, despojado con tal de seguir sosteniendo el discurso de una idea de desarrollo que se niega a ser puesta en crisis. Se trata, en palabras de Boaventura de Sousa Santos, de un poder dronificado, de carácter unilateral, invulnerable e impune que no respeta reglas; un poder deslocalizado que, desde una mesa de socios lejana a la realidad afectada, pone en jaque la vida humana, la sobrevivencia de los pueblos y a la naturaleza, lugares no profanables.

Es la lucha entre David y Goliat en loop (bucle), porque termina y vuelve a comenzar prácticamente de manera indefinida. O mejor dicho, son muchas luchas de muchos David contra muchos Goliat, simultáneas, transversales, conectadas. Como en el relato bíblico (1 Sam 17, 4-58), algunas de estas luchas han sido ganadas de manera sorprendente por el contendiente débil, por la honda y la piedra empleadas estratégicamente o, en perspectiva creyente, por la fuerza del espíritu. En la historia humana no han sido pocos ni ha sido poco lo obtenido por los David que, con indignación y arrojo, han desafiado la altura, el peso y la armadura de los Goliat.

La Sierra Norte de Puebla es el escenario de múltiples y asimétricas batallas, entre ellas la que libran comunidades originarias, totonacas, contra el Proyecto Hidroeléctrico Puebla 1. El proyecto está conformado por dos presas sobre el cauce del Río Ajajalpan, un río de por sí lastimado por abastecer de agua a la presa de Necaxa, construida hace más de 100 años en la región. Con base en los peritajes realizados, son claras las afectaciones al medio ambiente: remoción de la vegetación, desvío del río, disminución en la calidad del agua, erosión, destrucción y reducción del hábitat de especies y de los ecosistemas ribereños, generación de gases de efecto invernadero, proliferación de insectos transmisores de enfermedades y contaminación de acuíferos.

De acuerdo con el permiso otorgado a la empresa Deselec 1 , perteneciente al grupo Comexhidro, la energía eléctrica producida “deberá destinarse exclusivamente a la satisfacción de las necesidades de autoabastecimiento (…) de los socios”, que son cinco empresas encabezadas por la representación en México de la transnacional Walmart, el Goliat de esta batalla.

En 2016, las comunidades interpusieron un juicio de amparo en contra de las autoridades e instituciones públicas que han facilitado el avance de este proyecto, en orden: los dos municipios que en 2009 otorgaron las licencias de cambio de uso de suelo y construcción, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) que autorizó en 2011 la primera manifestación de impacto ambiental, la Comisión Reguladora de Energía (CRE) que en 2013 expidió el permiso de autoabastecimiento de energía, la Comisión Nacional del Agua (Conagua) que brindó en 2015 la concesión para el uso y el aprovechamiento del agua, y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) que en 2016 autorizó la realización de obras pese a haberse encontrado vestigios arqueológicos en la zona. Pese a que los estándares internacionales exigen la realización de un proceso de consulta y consentimiento previo, libre e informado, fue en 2015, seis años después de los primeros permisos, que la Secretaría de Energía llevó a cabo un proceso de este tipo.

Este conjunto de instituciones locales y nacionales se han visto rendidas ante el titán transnacional que, no conforme con el apabullamiento oficial, a través de habitantes de las mismas comunidades ha recurrido a la descalificación, el hostigamiento y la criminalización de las y los representantes comunitarios de los comités de defensa del río, así como de las organizaciones que les han acompañado jurídicamente: el Consejo Tiyat Tlali, Fundar y el Instituto Mexicano para el Desarrollo Comunitario. Es así como se manifiesta el poder de este Goliat, por la fuerza de la imposición sobre las instituciones y de la división en las comunidades, enfrentando a sus propios miembros.

El pasado 10 de octubre, el juez a cargo del juicio negó el amparo a las comunidades demandantes, lo que ha intensificado un clima de tensión en una entidad con abundantes conflictos socioambientales y un país en el que al defensa de los derechos humanos representa un riesgo. Ante estos hechos, las y los defensores del Río Ajajalpan han decidido impugnar la sentencia, mientras que las organizaciones que les acompañan han hecho un llamado enérgico al Estado mexicano a garantizar la protección tanto de las y los representantes de las comunidades como de sus integrantes.

Regresando al relato del Antiguo Testamento, cabe destacar que parte de su sabiduría reside en que David, aquel pastor, el menor de sus hermanos, decidió enfrentar al guerrero de más de dos metros con sus propias herramientas y saberes, no con el equipo de combate que otros le quisieron prestar. Provisto de un casco de bronce, una coraza y una espada ajenas, David reconoció que no podía siquiera caminar con todo ello pues a ello no estaba acostumbrado. Se despojó de todo, tomó su palo de pastor, recogió del lecho del arroyo cinco piedras, las colocó en su morral, tomó la honda y desafió al filisteo.

Las comunidades afectadas tienen la certeza que la vía jurídica es un camino más, siendo la organización el más importante. En palabras de Miguel Sánchez, uno de los defensores del Río Ajajalpan que visitó la Universidad Iberoamericana Puebla la semana pasada, esta lucha de David contra Goliat “se cocina a fuego lento”.

*Foto de portada: Leticia Ánimas

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Autor Lado B
Roberto Alonso
Coordinador de la Licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Iberoamericana Puebla y del Observatorio de Participación Social y Calidad Democrática.
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