Lado B
¿Por qué se van?
Expertos en el tema de abandono escolar aseguran que, al desertar, los alumnos eligen motivos que no pueden cuestionarse y dependen menos de ellos mismos
Por Espacio Ibero @
24 de octubre, 2019
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Lic. Mariana Solana Filloy | Espacio Ibero

Uno de los objetivos principales de la labor que desempeño en el área de Orientación Educativa de la universidad es la prevención de la deserción. Es decir, buscamos brindar espacios a los jóvenes en los que puedan desarrollar distintas habilidades y actitudes que les permitan cursar de buena manera su trayectoria universitaria, y no solo eso, sino que puedan tomar decisiones fundamentadas respecto a ella. El desarrollo de estas habilidades aumenta las probabilidades de que los alumnos continúen en sus estudios, aunque enfrenten situaciones problemáticas u obstáculos académicos.

A pesar de esta labor y la que realizan muchas áreas más de la institución, hay alumnos que abandonan sus estudios, ya sea de manera temporal o definitiva. Al realizar sus procesos de baja identifican en un formato el motivo de su retiro, cumplen con el resto de los trámites administrativos y se van. A pesar de conocer esos formatos, de forma recurrente me pregunto si de verdad sabemos por qué se van.

Algunos de los motivos que marcan los alumnos con mayor frecuencia son las dificultades académicas, los problemas familiares y la elección vocacional errónea. Seguramente en muchos casos realmente se enfrentan a esas problemáticas y no hay mucho que puedan hacer al respecto. Sin embargo, varios expertos en el tema de abandono escolar han identificado, a lo largo de los años y en distintos contextos sociales y académicos, que muchos alumnos eligen estos motivos porque son los que menos pueden cuestionarse y dependen menos de ellos mismos. Es decir, si un alumno indica que se va porque tiene problemas familiares los cuestionamientos que puede hacerle la institución son pocos. Por el contrario, si declarara que la razón de su abandono es la dificultad académica, la institución puede proponerle distintas opciones, indagar sobre los problemas específicos que ha tenido y las estrategias que ha utilizado para remediar la situación.

En varias investigaciones se ha visto que, al incluir un paso en el proceso de baja en el que el alumno debe tener un diálogo con un consejero u orientador, se puede llegar a identificar la razón real de su decisión de abandonar los estudios. Los mismos alumnos llegan a admitir que pusieron un motivo falso para no tener que dar explicaciones o por pena de su “fracaso en los estudios”. Estos espacios de diálogo también tuvieron otro efecto, varios alumnos decidían seguir con sus estudios. La razón que daban para su cambio de decisión es que, al hablar con alguien, se dieron cuenta de que había solución para el problema que enfrentaban o que había áreas de apoyo para ellos.

Leer este tipo de experiencias me hace pensar en cuántos alumnos han abandonado sus estudios sin tener ese espacio de diálogo, sin que alguien les cuestione su decisión o les ayude a ver otras opciones. Soy consciente de que hay motivos de baja que son imprevisibles y poco manejables, pero qué pasa con esos otros motivos, los que sí pueden prevenirse y atenderse.

¿Qué estamos haciendo las áreas de atención a estudiantes? ¿Qué hacemos los docentes y coordinadores? Tendríamos que cuestionarnos varias cosas si nuestros alumnos no reconocen en nosotros a personas con las que pueden platicar, a quienes pueden compartirles sus preocupaciones o con quienes pueden responder sus dudas.

Hace unos días, un alumno al que acompaño en Orientación Vocacional me dijo “cuando tomé la decisión de qué carrera estudiar me sentí muy solo, ya es mi bronca lo que pase de ahora en adelante.”

No creo que sea solo su “bronca”, claro, buscamos desarrollar en ellos autonomía y responsabilidad por sus decisiones, pero me parece que en ocasiones se nos olvida que estamos hablando con jóvenes de 17 o 18 años que acaban de tomar, en la mayoría de los casos, la primera decisión “grande” en su vida.

¿En dónde está el equilibrio entre la formación de profesionales autónomos e independientes y el acompañamiento en un proceso de transición importante y, en algunas ocasiones, muy difícil?Debemos buscar la forma de crear cercanía con ellos, de formar lazos que permitan diálogos reales, en los que se puedan atender las distintas situaciones que se presentan en el momento oportuno y no cuando no queda más opción que abandonar sus estudios.

Irse de la universidad no es un trámite meramente administrativo, implica más que un cambio en la rutina o las actividades diarias, repercute también en el proyecto de vida, las concepciones personales, las relaciones familiares y sociales y muchos otros aspectos de la vida del estudiante.

Como institución educativa es nuestra labor acompañar al alumno en su proceso, en la valoración de las opciones que tiene y en la comprensión de las implicaciones que esta decisión puede tener en su vida.

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