Lado B
El cambio anticlimático
Existe un prejuicio que nos hace descalificar a la juventud, pero en muchos aspectos podrían educarnos si tuviéramos la suficiente apertura para escucharlos
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
01 de octubre, 2019
Comparte
Martín López Calva

Foto: @GretaThunberg

El joven aprendiz de pintor que ayer mismo
Juraba que mis cuadros eran su catecismo
Hoy como ve que el público empieza a hacerme caso
Ya no dice que pinto tan bien como Picasso

Joaquín Sabina. El joven aprendiz de pintor.

Hace un tiempo, cuando aún no se desataba la polémica de la semana pasada sobre ella, publiqué en esta Educación personalizante unas líneas acerca del caso de Greta Thunberg y su huelga escolar de los viernes para plantarse en el Parlamento de su país y protestar en contra de la indiferencia de los gobiernos acerca del tema acuciante del cambio climático. Esta columna, titulada Los viernes sin clases puede consultarse aquí.

Decía en ese texto de marzo de este año: “…a pesar de que hay un prejuicio generalizado entre los adultos que afirma que los jóvenes no tienen interés en aprender; carecen de aspiraciones y de valores; no saben lo que en el pasado nosotros sabíamos, y representan en general un estado de decadencia que nos hace abrigar pocas esperanzas acerca del futuro del mundo y de la humanidad, en la juventud hay siempre, por fortuna, una semilla inquebrantable de cambio, de renovación y de esperanza.

Un ejemplo de esta semilla de esperanza que nos plantea la juventud es Greta Thunberg, una chica sueca de solamente quince años de edad que se está convirtiendo en un fenómeno mundial por su lucha contra el cambio climático. Greta ha inspirado un movimiento alrededor del mundo que se centra en exigir que se cumplan los objetivos medioambientales firmados por la mayoría de los países del orbe…”

Y sí, lo sigo sosteniendo después de las feroces críticas y descalificaciones, desde mi punto de vista bastante ideologizadas y un tanto mezquinas, que esta valiente joven con Asperger, ahora de dieciséis años ha recibido a raíz de su discurso ante la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas y las múltiples entrevistas que le hicieron con motivo de esta participación.

Porque como decía en la columna citada, existe un prejuicio generalizado que nos hace descalificar a la juventud diciendo que no tiene interés, que no participa en las cuestiones urgentes del mundo en que vivimos, que es incapaz de comprometerse con causas sociales y que en general es una generación que manifiesta la decadencia de nuestra civilización global, pero no es más que eso, un prejuicio que describe a cierto sector de esta juventud pero no agota la realidad de las nuevas generaciones que en muchos aspectos están educándonos o podrían educarnos si los adultos tuviéramos la suficiente apertura para verlos y escucharlos.

Conocemos a muchos jóvenes y vemos a un buen número de ellos en las redes sociales que están trabajando arduamente por manifestarse y resolver en la medida de sus posibilidades y capacidades problemas sociales como la violencia de género, el maltrato a los animales, la pobreza y la desigualdad, la violación a los derechos humanos y por supuesto, como en el caso de Greta, el cambio climático.

Pero cuando alguno o algunos de estos jóvenes empiezan a ser visibles públicamente y adquieren cierta fama, se genera una nueva descalificación y se cuestiona la legitimidad de su protesta o incluso se critican sus rasgos de personalidad y su forma de expresarse, llegando hasta el extremo, como en el caso de esta joven sueca, a hacer verdaderos tratados ideológicos sobre el complot que seguramente está detrás de su notoriedad.

Cuando Greta empezaba su protesta, sola en el edificio del Parlamento Sueco, nadie le hacía mucho caso. Después empezó a ser vista y escuchada y la fueron invitando a algunas manifestaciones en otros países de Europa, hasta que su éxito se extendió y la llevó a tener este espacio en la ONU en el que dirigió un discurso fuerte, emotivo, populista en el buen sentido según algún analista, en el que reclamó a las generaciones adultas y sobre todo a los líderes mundiales su falta de sensibilidad y compromiso con el gravísimo problema del calentamiento global.

De inmediato surgieron las críticas: que si su discurso es sobreactuado –sin tomar en cuenta su condición de persona con Asperger-, que si es una niña privilegiada porque nació y creció en un país del primer mundo, que si sus papás la están manipulando y sacando provecho de ella, que si hay grandes empresas del “capitalismo verde” financiándola y muchos otros etcéteras.

Como suele suceder, este cambio anticlimático ocurre a raíz de la fama y el éxito de Greta y es cuestionado por muchos que no han hecho ni la milésima parte de lo que ella ha logrado realizar por esta causa. La crítica se enfoca en descalificar a la mensajera en lugar de analizar el mensaje.

¿Cuál es la “culpa” de Greta de haber nacido en el lado privilegiado del planeta? ¿Cuántos jóvenes de su edad en esos países privilegiados están haciendo lo que ella hace por una causa válida y urgente? ¿Las causas sociales y ambientales son propiedad de las personas del lado desfavorecido del mundo? ¿Existe algo como un certificado de legitimidad para decidir quién puede protestar y quién no? ¿El hecho de que ella sea sueca y tenga una posición acomodada hace menos válida la protesta contra el cambio climático? ¿Si en realidad hubiera –que muy probablemente ahora hay- empresas que apoyaran económicamente su causa, esto haría menos grave la situación de calentamiento global sobre la que ella está llamando la atención?

Estas son algunas preguntas entre las muchas que me vienen a la mente ante la ola de descalificaciones que ha recibido Greta. Preguntas que tienen que ver con una dimensión importante de la Educación personalizante que también ha sido abordada en este espacio muchas veces: el desarrollo de un auténtico pensamiento crítico.

Porque si bien es cierto que ser crítico implica no aceptar ingenuamente todo lo que los medios de comunicación y las redes sociales nos presentan, sin cuestionar y buscar el trasfondo de las cosas, también lo es que ser verdaderamente críticos implica evitar ponernos siempre del lado contrario a lo que los medios, las redes y las instituciones globales plantean creyendo o fabricando teorías del complot o de la conspiración que dividen al mundo en buenos y malos, puros e impuros, legítimos e ilegítimos según su origen o posición socioeconómica.

Desarrollar el pensamiento crítico implica discernir los elementos positivos y negativos que tienen todas las causas y los mensajes, las aportaciones y los riesgos que están implícitos en todas las historias y personajes, tratando de revisar las partes y el todo como dimensiones complementarias y necesarias para comprender cualquier fenómeno.

Formar el pensamiento crítico implica trabajar para que los educandos sean capaces de argumentar sobre los distintos elementos de un mensaje, evitando descalificar al mensajero, analizar los componentes de un discurso independientemente de la persona que lo pronuncia.

El caso de Greta Thunberg es un buen ejemplo para pensar en todos estos elementos y cuestionar si nuestras escuelas y universidades están realmente desarrollando el pensamiento crítico y alimentando simplemente el seguimiento ciego de posturas encontradas que se asumen como las únicas verdaderas y la descalificación de los mensajes según la simpatía o antipatía que nos despierte el mensajero.

Yo sigo creyendo que es mejor tener muchas Gretas en el mundo -como los jóvenes que están liderando la lucha contra el calentamiento global inspirados en su ejemplo que nos presenta el reportaje de El País Semanal del domingo antepasado– porque me renuevan la esperanza en las nuevas generaciones y me hacen pensar que todavía es posible salvar a la humanidad, realizándola.

*Foto de portada: @GretaThunberg

Comparte
Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
Suscripcion