Lado B
Ser o parecer: educación y autenticidad
Educar para la autenticidad personalizante en un mundo que premia las apariencias es un desafío complejo y difícil de abordar
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
25 de septiembre, 2019
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Martín López Calva

Imagen de Ch AFleks en Pixabay

Había una vez una rana que quería ser una rana auténtica, y todos los días se esforzaba en ello.

Al principio se compró un espejo en el que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad. Unas veces parecía encontrarla y otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta que se cansó de esto y guardó el espejo en un baúl.

Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para saber si los demás la aprobaban y reconocían que era una rana auténtica.

Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y sentía que todos la aplaudían.

Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una rana auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que qué buena rana, que parecía pollo.

Augusto Monterroso. La rana que quería ser una rana auténtica.

La modernidad trajo consigo dos procesos contradictorios que sin embargo están presentes y en continua tensión en la existencia de todos los habitantes de este planeta cada vez más integrado por la globalización de las tecnologías de información y comunicación.

Por una parte se produce la emergencia del sujeto individual como centro autónomo que necesita construir su propio proyecto de vida y buscar su autorrealización y por la otra se desarrolla el fenómeno de la masificación que amenaza continuamente esta autonomía con el riesgo siempre presente de la homogeneización y la dilución en lo que marcan las tendencias de la moda y los medios.

Estas dos tendencias parecen estar hoy más que nunca vigentes en todos los espacios sociales que por un lado nos presionan para vivir de acuerdo a nuestras propias preferencias, seguir nuestras pasiones, decretar el futuro que consideramos merecer y por el otro ángulo están todo el tiempo invitándonos a ser como los grandes triunfadores, parecernos al modelo o a la estrella del momento, comprar la mejor marca, consumir lo que todos los que saben vivir nos recomiendan. Vivimos en suma entre los coaches existenciales y los influencers.

De manera que mientras en nuestro interior se agita ese deseo profundo e irrefrenable de ser nosotros mismos, de vivir de manera auténtica, de diferenciarnos de los demás, nuestro entorno nos está pidiendo hacernos al modo en que tal o cual grupo social exige o vivir como las figuras que los medios o las redes sociales nos presentan como modelos de humanidad aunque sean simples ídolos con pies de barro.

En este camino de búsqueda para saber quiénes somos en realidad, vamos como la rana de la fábula de Monterroso intentando acercarnos a esquemas que nos presenten las respuestas que buscamos. A veces nos miramos al espejo y creemos que explorando nuestra propia imagen vamos a ir descubriendo poco a poco nuestro verdadero ser, en otras ocasiones pensamos que nuestra identidad se irá desvelando a partir de lo que opinen los demás de nosotros.

En esta búsqueda se nos van los días y se nos escapa paulatinamente la vida y cuando pensamos que ya hemos descubierto lo que realmente somos, que ya hemos llegado a ser auténticos, escuchamos algo parecido a “qué buena rana, parece pollo”.

 La autenticidad es una de las tres características que el psicólogo estadounidense Carl Rogers considera fundamentales para poder establecer relaciones saludables, según planea el blog Educación emocional en la escuela del que tomo la siguiente cita:

«He descubierto que cuanto más auténtico puedo ser en la relación, más útil me resulta esta última. Esto significa que tengo que tener presentes mis propios sentimientos y no ofrecer una fachada externa, adoptando una actitud distinta de la que surge del nivel más profundo o inconsciente. Ser auténtico implica también la voluntad de ser y expresar, a través de mis palabras y mi conducta, los diversos sentimientos y actitudes que existen en mí. […] Sólo mostrándome tal como soy puedo lograr que la otra persona busque con éxito su propia autenticidad». (Rogers, C., El proceso de convertirse en persona, Paidós, Barcelona, 1987, p. 41).

Ser auténtico según esta perspectiva de psicología humanista es entonces tener presentes los propios sentimientos, no aparentar una fachada externa sino transparentar nuestro interior y desarrollar la voluntad de ser y expresar con las palabras y la conducta lo que realmente sentimos o pensamos. La autenticidad es entonces la cualidad de mostrarnos tal como somos. Esta cualidad hará que al relacionarnos con otras personas, ellas también aprendan y quieran buscar su propia autenticidad.

La autenticidad según Rogers va acompañada de la empatía –la capacidad de ponernos en los zapatos del otro y de comprenderlo- y la aceptación positiva e incondicional de uno mismo y de los demás.

Para Lonergan la autenticidad es el resultado del ejercicio pleno de nuestra subjetividad siguiendo las propias exigencias o condiciones normativas de nuestra propia consciencia que son la atención, la inteligencia, la razonabilidad y la responsabilidad. De modo que un ser humano va logrando ser más auténtico cuando en sus formas de actuar y relacionarse va tratando de ser atento, inteligente, razonable y responsable.

Ambas visiones son compatibles y complementarias. La primera desde el ángulo de la psicología y la segunda desde la perspectiva filosófica. Hoy que está en el centro de la discusión pedagógica la necesidad de una educación humanista, el concepto de formación integral y la importancia de desarrollar habilidades socioemocionales, resulta importante tomar en cuenta esta visión integradora de la autenticidad como meta del desarrollo humano pleno.

Acompañar al estudiante para que vaya siendo capaz de descubrirse y apropiarse de su propia búsqueda de autenticidad en medio de las presiones de un mundo masificado y homogeneizante es una tarea fundamental de los educadores del cambio de época.

“Para decirlo con la mayor brevedad, uno no tiene solamente que leer Insight sino además descubrirse a uno mismo en uno mismo” dice Lonergan respecto a su invitación fundamental en este libro básico en su obra. Esta sería la tarea central de la educación humanista que conlleva muchos aspectos subyacentes: la de acompañar y facilitar en cada educando la capacidad de desarrollar el hábito para descubrirse a sí mismo en sí mismo –no en el espejo ni en lo que digan los demás- para poder ir siendo cada vez más él o ella misma.

Educar para la autenticidad personalizante en un mundo que premia las apariencias es un desafío complejo y difícil de abordar pero sin duda necesario en estos tiempos de individualismo y masificación. Ojalá todos hagamos el compromiso de intentarlo, aunque seamos imperfectos y pueda llegar el día, al final de nuestra búsqueda que nos sintamos auténticamente nosotros mismos mientras los demás dicen a nuestro alrededor que qué buena rana, que parece pollo.

*Foto de portada: Ch AFleks en Pixabay

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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