Lado B
Once Upon a Time in Hollywood: Lo que era, fue o pudo ser alguna vez…
En Once Upon a Time in Hollywood nos encontramos con “Tarantino deshaciendo a Tarantino”, no es más que una película de ensueño. Una fantasía personal
Por Héctor Jesús Cristino Lucas @
05 de septiembre, 2019
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Héctor Jesús Cristino Lucas

Foto: YouTube

No sé ustedes, ¿pero han notado que ahora resulta tremendamente difícil hablar de Tarantino sin que alguien se ahogue en su propia bilis? Que si unos lo llaman genio incomprendido del séptimo arte, otros lo tachan de misógino por “dañar la figura femenina.” Que si te gustan sus películas eres un noobster del cine o que si lo odias te vuelves un millennial hipster que quiere llamar la atención. ¿Alguien me puede explicar qué diablos pasa en nuestros tiempos?

Pero bueno, ya sabes lo que dicen: con el Señor Marrón, solo hay de dos leches: o lo amas o lo odias. No hay un maldito término medio.

Luego de haber obtenido el Óscar a Mejor Guión Original en 2013 por Django Unchained -probablemente el último galardón importante que ha obtenido como guionista y cineasta hasta ahora- el público, tanto críticos como fanáticos, digámoslo así: “comenzaron a hartarse de él”. Se olía un poderoso y peculiar aroma que nos convencía de creer que tal vez, solo tal vez, ya habíamos visto todo lo que este sujeto podía regalar a la industria. Pero estábamos equivocados.

Según la filosofía de Tarantino, un buen cineasta solo debe filmar 10 películas. Solo 10 y abandonar el maldito barco para convertirse en leyenda antes de que este se hunda. De lo contrario, seguir acabaría con el estilo, desgastaría la sustancia y convertiría al cineasta en su propia autoparodia viviente.

No obstante, y por más irónico que parezca, para muchos críticos, como el mítico youtuber James Wallestein, esto ya le sucedió mucho antes de que llegara a su décima cinta. Corrigiendo la idea, por supuesto, de que tal vez un cineasta no debería hacer 10 sino ocho películas antes de que el barco se hunda.

The Hateful Eight, la octava cinta del chico malo de Hollywood estrenada en 2016 se convertiría, para algunos, en “el auténtico declive en su carrera”. Un manchón importante en su certificado de frescura ya no de color marrón, sino… ¡negro, negro, negro!

Ya sea por el lento desarrollo de su trama, considerada por algunos como “lenta, floja o aburridísima”; la excesiva duración de casi tres horas dentro de una sola locación; o por la repetitiva premisa de historias ya vistas en cintas como Reservoir Dogs (1992); la mayoría insinuaba que Tarantino había perdido la potencia y la salvajada de la que tanto se jactaba tener como sello único y especial.

Palabras más, palabras menos. En cuanto a mí respecta, ese dichoso western -o intento de uno- que algunos juran no poder terminar sin dormirse en algún momento, solo me sirvió para confirmar que lejos de ser un genio del séptimo arte, en realidad es un maestro de su propio estilo. Y que sin importar que algunos le consideren “cineasta sobrevalorado”, cada cinta es un homenaje a la industria misma; Tarantino haciendo a Tarantino y un simple niño divirtiéndose a hacer cine.

Leer / ¿Qué nos ofrece Tarantino con su The Hateful Eight?

Por ello, y siguiendo con su premisa de hacer solo diez películas antes de retirarse, nos llega su novena y más esperada obra luego de la insoportable tormenta de su antecesora. Y que, como dicta la costumbre, ha tenido una recepción mixta entre la crítica y los fanáticos.

Ya sabes, que ahora un columnista de algún periódico prestigioso como El País aparezca diciendo que la más reciente película de este sujeto sea como un “Naufragio, con diálogos insustanciales y carentes de ingenio” ya no es nada nuevo y siquiera debería decir algo al respecto.

A Tarantino, sin importar lo que se diga por ahí, hay que verlo. Y aunque parezca un argumento estúpido e intelectualoide: también es necesario ver el suficiente cine para entenderlo. Entenderlo justamente, quiero decir.

Porque si bien es cierto que a veces podemos ignorar sin ningún problema las múltiples referencias con las cuales construye sus cintas, tanto en argumento como en apartado técnico, a veces, te llegará por sorpresa con una película tipo Once Upon a Time in Hollywood en la que, para alcanzar el verdadero disfrute, es necesario tener un mínimo de conocimiento de cine… pero tanto del que ocurre dentro de la pantalla como del que ocurre fuera de ella.

Y no solo alcanzar el disfrute o la catarsis buscada por su director. También nos ayudará a comprender que, en ocasiones, sus películas, son injustamente incomprendidas. ¿Y saben una cosa? Eso sí que puede estar del carajo.

Por ello, seamos bastante claros: Se puede decir cualquier cosa de The Hateful Eight; esa cinta que ha generado tanto odio hacia Tarantino. No hay fijón. ¡Pero!… meter en el mismo saco a su más reciente película simplemente porque ese último trago nos amargó a más de uno, es de tremenda estupidez.

Señores, me parece que estamos frente a una película que en lugar de ser el clásico “Tarantino haciendo a Tarantino” se ha transformado, más bien, en “Tarantino deshaciendo a Tarantino”. Pero en el buen sentido de la palabra. Es la primera vez que, aunque se siente la fórmula y su estilo rondar por cada rincón, hace un esfuerzo tremendo por no caer en sus propias estratagemas.

Cualquiera que imaginó cómo terminaría esta película, prediciendo al propio Tarantino por conocerle de antaño, debió llevarse una enorme sorpresa. Para bien o para mal, pero enorme sorpresa al fin.

Once Upon a Time in Hollywood, cuyo nombre es un evidente homenaje a la que probablemente sea la mejor cinta western de toda la Historia, Once Upon a Time in the West (1968) del maestro Sergio Leone -de su maestro, Sergio Leone- intenta llevarnos de la mano ya no a un western más del montón, sino a los secretos, de hecho, de cómo se filmaban estas preciadas cintas.

A través de un recorrido intimista en lo que sería un paralelo Hollywood de los años 60, Tarantino nos narra ya no como un fanático empedernido sino como un cineasta pretendiendo revelar los misterios de todo lo que ocurre tras las cámaras. Del cómo se filma y del cómo se sufre, pero también, del cómo se sobrevive a esta monstruosa industria que parece abrazarte cuando estás en la cima, pero que te apuñala miserablemente cuando ya no le sirves.

Todo esto, visto a través de dos actores veteranos de viejas series western como Rick Dalton y Cliff Booth -interpretados por Leonardo Di Caprio y Brad Pitt respectivamente- en una lucha personal, aunque con objetivos distintos por seguir sobreviviendo no solo a ese gran monstruo mediático, también a otros turbios acontecimientos de la década que irán ocurriendo paralelamente como un obscuro telón de fondo: el nacimiento de la infame Familia Manson y aquellos turbios crímenes que mancharon la historia de Hollywood.

Y he ahí, por supuesto, la dichosa “flaqueza” con la que algunos linchan esta película, pero que otros usan para alabarla sin predicamentos.

Verán, los detractores, por un lado, argumentan que la trama principal -es decir, la de Rick Dalton y Cliff Booth- parece no llegar a un punto claro ni conciso. Que vuela de un lado a otro con épicas escenas de referencia a cientos de películas; romantizando el western como uno de los mejores géneros del cine y llevando a cada personaje por rumbos tan dispares -pero divertidos- que la trama se siente demasiado desconectada e irregular al principio.

No obstante, su trama secundaria; aquella que nos narra la vida y obra de Sharon Tate -interpretada de forma maravillosa por Margot Robbie- junto a Roman Polanski -Rafa Zawierucha- en un auténtico extremo en el que a duras penas y podemos verlos interactuar con su entorno resulta más interesante y entretenido, pero lamentablemente -según dicen- menos desarrollado.

Y todo esto, puedo apostar, por el hecho de que la mayoría esperó con ansias ver cómo Tarantino abordaría el terrible asesinato perpetrado por la Familia Manson vs Sharon Tate un sombrío 9 de agosto de 1969 cuando esta tenía 8 meses y medio de embarazo. El trágico acontecimiento histórico que marcó a la industria tras haberle arrebatado en sus narices la vida a una joven modelo y actriz antes de que alcanzara el estrellato, o los sueños de ser madre… y con ello, también los sueños de un joven Polanski.

No obstante, me parece que ha habido un terrible error de apreciación. A lo que a mí respecta -y llámenme loco cuantas veces quieran- esta película tiene como trama principal la historia de Sharon Tate antes que la que vemos magníficamente interpretada por Brad Pitt y Leonardo Di Caprio.

¡Mirad la ironía! Los críticos tienen razón en una cosa. El desarrollo de estos últimos se dirige por rumbos tan drásticamente dispares que todo en esta película es tremendamente absurdo al principio. Es verdad que no existe una línea clara ni definida, pero también es verdad que jamás la hubo intencionalmente, porque la trama principal, de hecho, no la habíamos visto en casi las dos primeras horas del metraje.

Señores, el encanto de esta película es que termina en pleno clímax. La historia de Roman Polanski, pero más aún, la de Sharon Tate, es la trama principal que solo hemos visto aparecer en poderosos y efímeros destellos alrededor de la misma, pero con mucho mayor fuerza cuando esta culmina. Uniendo todos los arcos narrativos que creíamos no tener rumbo, pero dotándolos también de un poderoso sentido, de una magia y de un alma propia.

Quizás el hecho de ver a Tate tan poco tiempo, sin un desarrollo más completo y sin mayor protagonismo en pantalla pese a ser el corazón de la cinta, sea realmente una poesía con la vida real. Un efímero y repentino encanto que, así como viene, así se va. Esa imagen de una joven que apenas conocimos y que apenas vimos, hace que todo se torne hermoso, trágico y extraño.

Y si tomamos en cuenta que Once Upon a Time in Hollywood es la película más alejada de su propio estilo, todo esto cobra un sentido bastante peculiar. Aquí, por ejemplo, los enormes diálogos que invitaban al espectador a recrear toda una construcción imaginaria son sustituidos ahora por divertidos y gráficos flashbacks; y en lugar de contarnos la historia central en un primer plano, es el segundo el que termina siendo el más importante.

¡Pero sobre todas las cosas! En lugar de regodearse con las clásicas referencias a las que nos tiene acostumbrados, mostrándonos un póster de Tora! Tora! Tora! (1970) por un lado y uno más de Candy (1968) por el otro; rindiéndose al cine de Sergio Leone o exaltando Valley of the Dolls (1967) en una de sus más emblemáticas escenas… lo importante aquí, irónicamente, termina siendo NO el cine, sino el encanto que engendra el cine en la vida real. No a la industria, porque sería excesivamente insano a estas alturas, sino a la pérdida que vivió esta misma con la partida de alguien como Sharon Tate.

No obstante, la visión de Tarantino no pretende serle fiel a la historia original. Como un niño que tras haber leído cientos de veces que su personaje favorito de algún cuento murió en determinada página, simplemente optó por arrancarla y escribir su propia versión dándole un mejor destino. Y de paso, castigar a quien merecía ser castigado. ¿Si Del Toro lo hizo, haciendo que el monstruo se quedara con la chica en The Shape of Water (2018), Tarantino por qué no?

Once Upon a Time in Hollywood no es más que una película de ensueño. Una fantasía personal mezclada con el encanto de la anacronía pura. El clásico juego de “lo que era, fue o pudo ser alguna vez”.

Por ende, esas críticas negativas que alegan haber esperado todo un documental de la década con los crímenes de Charles Manson y la historia de Sharon Tate a detalle; o peor aún, quien se indigna porque retrataron a Bruce Lee de una manera distinta de lo que en realidad fue, rayan en lo netamente absurdo. Es como si un profesor de Historia se quejara de Inglorious Bastard (2009) por habernos dicho que Brad Pitt fue quien mató a Hitler en realidad. Tarantino es el rey de la anacronía.

Claro que aún y con la proeza de su guión, no estamos frente a una obra maestra ni mucho menos, pero me juego la dignidad a que es la más romántica e intimista que ha fabricado. Hay algo en ella, tal vez no evidente a primera instancia que la llena de un poderoso encanto cuando llegas lo suficientemente sobrio hasta el final. Y solo hasta entonces, por si estabas esperando “algo más tarantinesco”, serás recompensado de grata manera… aunque la hazaña pocos la han logrado.

En fin, Tarantino nos regala tantas cosas ahora. ¡La ambientación, las interpretaciones, la música, la comedia y las escenas fetichistas de pies! ¡Soberbio! ¡Cómo no! Pero lo que de verdad importa de esta novena cinta es que, en el cincuenta aniversario de este terrible crimen; en pleno 2019, es capaz de regalarnos un ratito más con la chica de The Fearless Vampire Killers (1967). Un ratito más.

O quizás solo soy un novato enamorado perdidamente por Sharon Tate como alguna vez lo llegué a confesar. ¿Yo qué sé?

Leer/ 10 magníficas rubias del séptimo arte, según el Cinemaniaco

Once Upon a Time in Hollywood, es para los soñadores: lo que era, fue o pudo ser, alguna vez…

https://www.youtube.com/watch?v=3wQC2b7zvIw

 

Sinopsis:

“Hollywood, años 60. La estrella de un western televisivo, Rick Dalton (DiCaprio), intenta amoldarse a los cambios del medio al mismo tiempo que su doble (Pitt). La vida de Dalton está ligada completamente a Hollywood, y es vecino de la joven y prometedora actriz y modelo Sharon Tate (Robbie) que acaba de casarse con el prestigioso director Roman Polanski.”

*Foto de portada: YouTube

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Autor Lado B
Héctor Jesús Cristino Lucas
Héctor Jesús Cristino Lucas resulta un individuo poco sofisticado que atreve a llamarse “escritor” de cuentos torcidos y poemas absurdos. Amante de la literatura fantástica y de horror, cuyos maestros imprescindibles siempre han sido para él: Stephen King, Allan Poe, Clive Barker y Lovecraft. Desequilibrado en sus haberes existenciales quien no puede dejar (tras constantes rehabilitaciones) el amor casi parafílico que le tiene al séptimo arte. Alabando principalmente el rocambolesco género del terror en toda su enferma diversidad: gore, zombies, caníbales, vampiros, snuff, slashers y todo lo que falte. A su corta edad ha ido acumulando logros insignificantes como: Primer lugar en el noveno concurso de expresión literaria El joven y la mar, auspiciado por la Secretaría De Marina en el 2009, con su cuento: “Ojos ahogados, las estrellas brillan sobre el mar”. Y autor de los libros: Antología de un loco, tomo I y II publicados el 1° de Julio del 2011 en Acapulco Guerrero. Aún en venta en dicho Estado. Todas sus insanias pueden ser vistas en su sitio web oficial. http://www.lecturaoscura.jimdo.com
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