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Incendios en Bolivia: el bosque seco chiquitano lleva ardiendo más de un mes
Los incendios en Bolivia se registraron el 20 de julio y avanzan hasta hoy sobre la Chiquitanía, el bosque seco tropical más extenso del mundo
Por Lado B @ladobemx
01 de septiembre, 2019
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Carolina Méndez | Mongabay Latam

Terreno devastado por la tala y el chaqueo en el municipio de Roboré. Bomberos voluntarios ingresan a intentar apagar las llamas que aún persisten. Foto: Carolina Méndez Valencia

(Este artículo es una colaboración periodística entre Mongabay Latam y Página Siete de Bolivia)

Es devastador. Son miles y miles de hectáreas cubiertas por cenizas, hollín y restos de naturaleza. Hace cincuenta días el paisaje era otro, muy distante al hecho de contar a diario hectáreas para calcular la magnitud del desastre causado por los incendios en Bolivia que avanzan hasta hoy sobre la Chiquitanía, el bosque seco tropical más extenso del mundo.

La sequía intensa –tras cuatro meses sin llover–, la helada, las polémicas normativas que han permitido la ampliación de la frontera agrícola y las “quemas controladas” son los factores que han detonado esta tragedia que no logra ser controlada hasta ahora.

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Terreno devastado por la tala y el chaqueo en el municipio de Roboré. Bomberos voluntarios ingresan a intentar apagar las llamas que aún persisten. Foto: Carolina Méndez.

En las comunidades donde el fuego ya fue apagado el olor a quemado es intenso, mientras que en las que siguen luchando contra las llamas solo les queda ser testigos de cómo el incendio continúa devorando la vegetación.

El fuego que consume el endémico bosque chiquitano no es aquel que se alza sobre el paisaje en forma de llamas gigantes, por el contrario, la mayoría de veces lo que se observa son columnas de humo que simplemente cubren la serranía o los pajonales. Es un incendio rastrero que avanza a nivel del suelo robándole el sueño a los comuneros de la zona.

¿Cómo empezaron los incendios en Bolivia?

Hasta hoy se manejan varias versiones. Algunos pobladores señalan que empezó en la vereda de la carretera Bioceánica, a la altura del municipio Carmen Rivero Tórrez; otros sostienen, en cambio, que comenzó en el otro extremo, en las comunidades de Gavetita, San Rafael y Naranjos, pertenecientes al municipio de Roboré. Las dos versiones tienen como escenario el departamento de Santa Cruz, en la zona este de Bolivia.

Al final ambas versiones tienen algo de razón, pues las autoridades, habitantes y especialistas coinciden en que lo más probable es que el fuego haya comenzado en simultáneo en varios puntos, propagándose rápidamente con la ayuda de los vientos que tienen el campo libre gracias a la deforestación.

Otro de los puntos de concordancia y que explica también la proliferación del incendio son las quemas. Existe una gran cantidad de comuneros que practican los chaqueoso quemas para despejar los terrenos para la agricultura y la ganadería, personas que cambian los bosques por pastizales o por vastas extensiones de soya para elaborar luego alimento balanceado para los animales. También está presente y constituye una amenaza el avance de los asentamientos ilegales sobre las tierras forestales.

Pero de todas estas opciones, el chaqueo es el más peligroso. Esta práctica tradicional solía ser utilizada por las comunidades indígenas y campesinas para despejar extensiones que no solían superar las 3 hectáreas, sin embargo, los agricultores de mediana y gran escala se han hecho de esta práctica, en los últimos años, para justificar el desmonte que hacen con maquinarias pesadas en terrenos que bordean las 50 hectáreas.

Dentro de este combate entre la práctica tradicional y la agricultura a gran escala, el 9 de julio el presidente Evo Morales aprobó la modificación al Decreto Supremo 26075, sobre Tierras de Producción Forestal Permanente, para ampliar las áreas de producción del sector ganadero y agroindustrial de los departamentos del Beni y Santa Cruz. Una decisión política que vino acompañada, además, de una norma que permite las “quemas controladas”.

Curiosamente luego de la aprobación de esta normativa empezaron los primeros incendios en la Chiquitanía. Y varios especialistas no tardaron en asociar este cambio en las reglas de juego con el desastre.

Los primeros focos de incendio se registraron cerca al 20 de julio y fueron atendidos por guardaparques y bomberos voluntarios que batallaron con precarios equipos y sin camiones cisterna. El fuego no dio tregua y empezó a devorarlo todo. Los vientos intensos, la sequía y la helada –que marchitó también la vegetación–fueron el combustible que avivó las llamas.

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Bomberos voluntarios atienden el fuego que se expande rápidamente a través del bosque seco de Roboré. Foto: Gerson Bravo, bombero voluntario.

Según el último reporte de la Fundación Amigos de la Naturaleza, hasta el 27 de agosto de 2019 se detectaron más de 2.1 millones de hectáreas quemadas en todo el país. La mayor parte de esta superficie se concentró en el departamento de Santa Cruz con más de 1.4 millones de hectáreas afectadas. Y de este total, la tercera parte eran bosques.

El incendio en cifras

Según el monitoreo satelital de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN), el último incendio de magnitud en Bolivia se registró en el 2010 (como se puede ver en el gráfico). El incendio actual –que sigue activo aunque en proporciones mucho menores- no ha logrado aún superar las 10 millones de hectáreas consumidas hace nueve años.

No hay en este comparación un elemento de consuelo. Nadie duda que la pérdida, sea de uno o diez millones, es igual de significativa y trágica. Sin embargo, no hay que perder de vista que todavía hay más chaqueos por delante en Bolivia entre los meses de septiembre y octubre.

“Las llamas son una alerta de lo que los científicos vienen advirtiendo hace mucho tiempo acerca de que deforestación, cambio climático e incendios son los ingredientes de un punto de inflexión que podría poner en riesgo la funcionalidad de un ecosistema único en el mundo”, explica Natalia Calderón, Directora Ejecutiva de FAN.

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*Foto de portada: Carolina Méndez Valencia

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