Lado B
Desafíos de la educación para el emprendimiento
El desafío que enfrenta el “emprendedor” es definir si a través de su modelo de negocio responde a una nueva concepción de empresa
Por Espacio Ibero @
13 de septiembre, 2019
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Imagen de rawpixel en Pixabay

Mtra. Rocío Barragán de la Parra

El tema del emprendimiento en México se ha fortalecido en los últimos años, principalmente como una manera de auto emplearse y responder a las oportunidades del mercado que identifican tanto los estudiantes como las personas interesadas en desarrollar un negocio.

El término «emprender» alude a quien hace empresa, y este se relaciona con la acción de acometer con arrojo y, si bien el término describe perfectamente la característica neural de la actividad, formarse en el emprendimiento supone dar una lectura cuidadosa al entorno y sus necesidades.

El mundo gira vertiginosamente y la globalización ha generado un gran movimiento e intercambio político, social, económico y cultural favoreciendo el desarrollo del fenómeno conocido como “la gran aldea”; con ello también se han incrementado los riesgos en la toma de decisiones a la hora de emprender: mercados hiper segmentados, mayor competencia –unas más leales que las otras–, países con pocas barreras de entrada que han propiciado la sobreoferta; gran colocación de productos y servicios que parecen resolver una misma necesidad o deseo pero en situaciones desiguales y no siempre favorables para el usuario, la comunidad o el ambiente; además del vertiginoso cambio en las tendencias que ocurren en un verdadero pestañeo.

La tecnología también ha contribuido enormemente al cambio de 360 grados tanto en procesos de suministro como en la presencia, interacción, modo de realizar un intercambio, cerrar una venta, generar una experiencia, atender el reclamo y/o darle seguimiento a una cartera de clientes.

Hasta hace unos años la posibilidad de acceder a soluciones diversificadas se pagaba con precios más altos y plazas exclusivas, la calidad era percibida aspiracionalmente; sin embargo, hoy en día la calidad es una exigencia aún en procesos de productos estandarizados que responden a economías de escala, mercados y plazas masivas que se colocan en el mercado a través de precios bajos ya que no poseen alta diferenciación.

Estas son sólo algunas de las características que generan en el emprendedor un clima de incertidumbre puesto que el acelerado y cambiante ritmo de vida también ha modificado la organización estratégica de las empresas, de modo que las planeaciones estáticas y de largo plazo han desaparecido dando paso a procesos de prospectiva empresarial dinamizados con el día a día, lo que sin duda permite que las estrategias puedan modificarse y adaptarse de acuerdo a las demandas del mercado y las variables del ambiente.

El impulso al mercado nacional, regional y comunitario ha estado en crecimiento, generando estilos de vida más locales o endémicos que generan una nueva cultura del consumo e intercambio de bienes y servicios. Este aspecto es una importante oportunidad para quien desea emprender, de manera que el desafío estará en la adecuada planeación, la mirada de largo alcance y, por supuesto, la empatía y escucha con el usuario y el mercado.

El otro desafío que enfrenta el llamado “empresario/emprendedor”, es definir si a través de su modelo de negocio responde a una nueva concepción de empresa o la posibilidad de emprender es únicamente viable en la concepción de “pequeño negocio”.

En este escenario las universidades tienen un gran desafío: ¿cómo desarrollar competencias atinentes a la realidad del mercado a través de sus modelos educativos y sus mapas de estudio? Si bien es cierto que las instituciones ya gestionan planes curriculares más aterrizados en el saber hacer, saber decidir y saber relacionarse, aún representa un gran reto integrar los saberes planeados a su implementación en actividades, estrategias de evaluación y desarrollo de competencias.

Otra gran oportunidad para las instituciones de educación superior está en sus procesos de admisión, la manera es que establece mecanismos para identificar el potencial para emprender, diseñar dicho perfil, así como su finalidad y desarrollo.

El espíritu emprendedor puede ser potenciado, pero una idea fundamental es cambiar el paradigma del concepto que supone tener al centro el negocio, y comprender que el verdadero emprendedor se forma en las habilidades directivas y de acompañamiento para ser capaz de crecer y hacer crecer al otro como dinamismos claves de desarrollo personal, profesional, comunitario y territorial; por ello es necesario que las instituciones de educación superior impulsen una nueva mirada sobre el desarrollo empresarial y la manera de enseñar a aprender, promover y posibilitar el intraemprendimiento mediante el aprendizaje colaborativo, el trabajo como un medio para reconocer al otro, sumar y crecer individual y colectivamente. Responder a los retos de una realidad ya sea en la comunidad o en la urbe; pero teniendo en mente el bienestar de las personas y los territorios.

El emprendedor es pues un coinventor de alternativas que supone competencias para la innovación, compromiso, congruencia, constancia, prudencia, tenacidad y solidaridad de manera que sea capaz de autogestionarse, anticiparse al futuro y, sobre todo, ver para y por los demás.

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