Lado B
Convicciones y libertad en la educación
Trabajar por una educación que construya libertad pide orientar las prácticas cotidianas hacia el desarrollo de las competencias o saberes de los educandos
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
10 de julio, 2019
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Imagen de Pexels en Pixabay

Martin López Calva 

“No podemos prescindir de ideas rectoras, de ideas-fuerza, pero podemos intentar entonces verificar que no nos embauquen, examinar el camino que nos hacen seguir. Entre estas ideas rectoras e ideas-fuerza está la idea de libertad. Y cuando somos poseídos por ella, nos permite adquirir libertades”.

Edgar Morin, Método V. La humanidad de la humanidad, p. 309.

Acabo de leer un magnífico texto de la escritora y periodista Alma Delia Murillo. Un artículo que recomiendo ampliamente acerca de la dictadura de la corrección política, y la manera en que está minando nuestra capacidad de entender a profundidad los grandes mitos e historias que nos comunican la enorme complejidad, y las contradicciones, de eso que llamamos “naturaleza humana”. Se trata de su columna semanal, publicada ahora en su propio portal. Esta semana lleva el título: “Las sirenas y el canto de la ignorancia”.

La idea general es muy pertinente para estos tiempos en los que las formas se ciudan tanto que se descuida el fondo. Estamos en un contexto que trivializa todos los grandes temas humanos para evitar molestar, o incomodar, a algún sector de la población que puede reaccionar considerándose agredido; o, como bien afirma ella en su columna, para evitar que las “buenas cajas registradoras sigan sonando” y reportando ganancias millonarias a las “buenas empresas” y a los “buenos medios de comunicación”.

Sin embargo, la afirmación con la que termina esta reflexión en la que, citando a Nietzche, dice que: “Toda convicción es una cárcel”, me dejó pensando profundamente y me ha dado el tema de esta Educación personalizante.

Porque, en cierto sentido, este juicio tajante es verdadero. Toda convicción es una cárcel porque cualquier convicción firme y sólida puede atraparnos y condicionar nuestras formas de experimentar, interpretar y entender las realidades en que vivimos, determinando nuestras formas de tomar decisiones y de actuar conforme a ellas. Se trata de una crítica demoledora del mundo sólido sustentado en la razón que caracterizó a la modernidad. En el mundo sólido las convicciones firmes y las identidades fuertes encarcelaron a grupos humanos en marcos que les impidieron comprender a las personas, y los grupos distintos, ocasionando incomprensión, exclusión, esclavitud, intolerancia y exclusión, violencia y guerras mundiales.

Pero si lo vemos desde otro ángulo y nos preguntamos qué pasaría en el otro extremo del péndulo, es decir, qué es lo que sucedería en un mundo donde nos liberáramos de toda convicción para no tener cárceles que nos atrapen, seguramente llegaríamos a la misma conclusión en la otra cara de la moneda: toda falta de convicciones es una cárcel.

Se trata de la cárcel del mundo líquido, de este mundo de hoy en el que no tenemos convicciones firmes ni identidades sólidas que en el extremo negativo nos atrapen, pero que en el lado positivo delimiten el campo en el que nos queremos mover. Vivimos entonces atrapados en la falta de rumbo y la dispersión, moviéndonos como veletas para donde sople el viento de los trending topics, de las tendencias en las redes, de las fake news y los líderes iluminados que no importa si tienen razones válidas, sino que mueven nuestras emociones y arrastran mayorías entusiastas.

Porque, como afirma Morin en el epígrafe de hoy, los seres humanos no podemos vivir sin ideas rectoras, sin ideas-fuerza que orienten nuestro caminar. No obstante, podemos intentar “que no nos embauquen” y analizar críticamente el camino por el que quieren hacernos transitar quienes tienen los votos, los bots, los spots y las cuentas millonarias dentro y fuera de cada país.

Una de estas ideas rectoras, dice Morin, es la idea de libertad y tendríamos que dejarnos poseer por ella para ir adquiriendo libertades que nos permitan construir una vida más o menos propia y alejada de las dictaduras económicas, políticas, culturales o religiosas.

¿Qué tanto trabajamos en nuestras prácticas educativas hacia una formación real de personas libres, de personas que se dejen atrapar por la idea-fuerza de libertad y entonces no permitan que sus convicciones se vuelvan cárceles, ni tampoco aspiren a vivir en la cárcel de la falta de convicciones?

“Una libertad aparece cuando el ser humano dispone de las posibilidades mentales de hacer una elección y tomar una decisión, y cuando dispone de las posibilidades físicas o materiales de actuar según su elección y su decisión. Cuanto más apto es para usar la estrategia en la acción, es decir, para modificar su escenario inicial en ruta, mayor es su libertad”.

Edgar Morin, Método V. La humanidad de la humanidad, p. 297.

Una libertad aparece cuando existe la conjunción de las condiciones mentales del educando para poder hacer una elección y tomar decisiones de manera autónoma, con las condiciones materiales o de contexto, para poder actuar según su elección y decisión. De ahí el planteamiento del enfoque de capacidades de Nussbaum y Sen que define la libertad como capacidad de elección y acción, que presupone tanto las herramientas internas del sujeto como las condiciones propicias del contexto.

Trabajar por una educación que construya libertad supone entonces orientar las prácticas cotidianas hacia el desarrollo de las competencias o saberes de los educandos relacionados con la toma de decisiones autónomas, al mismo tiempo que construir las condiciones contextuales de convivencia escolar y participación comunitaria para que los alumnos tengan condiciones materiales para tomar sus decisiones de manera autónoma.

Cuanto más elevado es el nivel de elección, más elevado es el nivel de libertad…cuanto mayor es la diversidad de las posibles elecciones, mayor es la posibilidad de libertad».

Edgar Morin, Método V. La humanidad de la humanidad, p. 297.

Cuanto más elevado sea el nivel de elección de los estudiantes en términos de autonomía real, mayor es el nivel de su libertad. Entre más diversidad de posibilidades de decidir tengan los alumnos serán más libres. De ahí la necesidad de una planeación coordinada en toda la escuela para que, de esta manera, haya una gradualidad creciente en la capacidad real de toma de decisiones de los educandos conforme vayan transitando por los distintos niveles educativos durante su proceso de formación.

Para lograrlo hay que tomar en cuenta que, como afirma Morin, demasiado orden impide la libertad (el reino de las convicciones que se vuelven cárceles) y demasiado desorden destruye la libertad (el reino de la ausencia total de convicciones).

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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