Lado B
Las mujeres no somos objetos: violencia simbólica para dummies
La violencia simbólica, que está relacionada con la publicidad sexista, constituye una forma de dominación sutil pero a la vez extrema, porque se ejerce sin necesidad de coerción física, sino a través de la colaboración de las personas dominadas
Por Samantha Paéz @samantras
21 de junio, 2019
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Samantha Páez

@samantras

El 21 mayo se presentó una iniciativa ante el pleno del Congreso de Puebla para regular la publicidad sexista en todo el estado. Esto a través de una reforma a la Ley para la Protección del Ambiente Natural y Desarrollo Sustentable del estado de Puebla.

Aunque la propuesta de la diputada Rocío García Olmedo fue aprobada por mayoría de votos -chido por quienes estuvieron a favor-, hubo uno en contra. Les preguntaría quién creen que se opuso, pero eso de seguro ustedes ya lo saben: el diputado Héctor Alonso Granados.

Héctor Alonso dijo que la prohibición inhibía la libertad de expresión, además de tachar la propuesta como ridícula y retrógrada. Al diputado se le olvida que empujó al fotorreportero Luis Hernández en enero de 2011 y también a finales de ese año agredió verbalmente a varios reporteros, todo dentro del propio Congreso de Puebla. Así que muy comprometido con la libertad de expresión -la neta-, no está.

No fue el único legislador que repeló por la reforma que impide la autorización para colocar “anuncios publicitarios con contenidos que muestren estereotipos sexistas, degradantes o peyorativos sobre las mujeres”, en los 217 municipios de Puebla.

El diputado José Juan Espinosa Torres se mofó de dicha reforma; en redes sociales público:

Como sé que estos dos no son los únicos dummies o torpes que no entienden sobre la importancia de erradicar la violencia simbólica –porque sí, la publicidad sexista es violencia-, pues les voy a explicar por acá de qué se trata y cómo afecta a las mujeres.

La violencia simbólica, que está relacionada con la publicidad sexista, constituye una forma de dominación sutil pero a la vez extrema, porque se ejerce sin necesidad de coerción física, sino a través de la colaboración de las personas dominadas, porque se le considera natural o normal. Esto no lo digo yo, lo dice la Conavim en un estudio de 2012.

Entonces, la violencia simbólica tiene que ver con la cultura y no sólo se reduce al ámbito abstracto, sino que se materializa en todas las prácticas que plantean la subordinación de las mujeres para con los hombres y eso sería lo peligroso de este tipo de violencia: normaliza la desigualdad.

Otros ejemplos de violencia simbólica son la prohibición en ciertas religiones para que las mujeres dirijan las ceremonias u ocupen puestos altos en su jerarquía; los chistes o los refranes, donde se ridiculiza o se coloca a la mujer como un ser inferior al hombre -no los digan por favor-, y las canciones sexistas -no sólo el reggetón o las de banda, las que dicen que las mujeres fuimos o somos de alguien, que pertenecemos a no sé quién, son nuestros dueños-.

Reflexionemos: si todo el tiempo vemos, escuchamos y cantamos que las mujeres son inferiores a los hombres, pues lógicamente eso se nos mete al cerebro (como un virus) y nos la acabamos creyendo. De allí la importancia de frenar desde el ámbito Legislativo la violencia simbólica y su manifestación en la publicidad sexista.

La publicidad sexista nos afecta a las mujeres y a nuestro desarrollo personal, no sólo porque parecemos imperfectas e incapaces de controlar nuestras emociones y sentimientos (aquí un hilo muy interesante al respecto), sino porque nos presenta como objetos: cosas que pueden ser usadas y desechadas.

Esta práctica (la de cosificar a las mujeres) me parece especialmente peligrosa, porque hay anuncios publicitarios que fomentan la cultura de la violación y hasta el feminicidio. ¿Qué tiene que ver una marca de zapatos con una mujer en la cajuela de un coche y un hombre haciendo un hoyo en medio del desierto? Nada, no tiene relación alguna. Sin embargo, -como ya lo dije arriba- estas ideas se nos meten en la cabeza y las vemos como muy normales, hasta nos resultan atractivas.

La publicidad sexista, además, nos representa muchas veces como seres siempre disponibles para el sexo. No importan nuestros sentimientos, las ideas geniales que tenemos, todas nuestras habilidades artísticas o matemáticas -quienes las tengan-, para lo que servimos las mujeres es para posar de manera sensual en lencería o traje de baño. Así de absurdo es esto.

Pero si aún les quedan dudas de por qué la violencia simbólica y la publicidad sexista sí nos afectan como mujeres, les dejo una bonita infografía que hizo Elizabeth Rodríguez para el Observatorio de Violencia de Género en Medios de Comunicación (OVIGEM), donde lo explica con monitos.

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Autor Lado B
Samantha Paéz
Soy periodista y activista. Tengo especial interés en los temas de género y libertad de expresión. Dirigí por 3 años el Observatorio de Violencia de Género en Medios de Comunicación (OVIGEM). Formo parte de la Red Puebla de Periodistas. También escribo cuentos de ciencia ficción.
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