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Cerro de Chiconautla: resistencia astronómica
En la cima del cerro de Chiconautla, en esos al menos 25 metros que pretendían cercenar al cerro, hay una peñas. Y entre ellas, un tesoro
Por Lado B @ladobemx
30 de junio, 2019
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Lydiette Carrión | Pie de Página

ECATEPEC, ESTADO DE MÉXICO.- Los pobladores de San Pablo Tecalco se enteraron por televisión: el cerro de Chiconautla, a unos pasos de sus casas, sería “rebanado” de la punta al menos 25 metros, para que los aviones del Nuevo  Aeropuerto de la Ciudad de México que construían en Texcoco pudieran despegar. Error de cálculo, dijeron algunos.

En la cima del cerro de Chiconautla, en esos al menos 25 metros que pretendían cercenar al cerro, hay una peñas. Y entre ellas, un tesoro. Es una piedra más bien plana, como cualquier otra de las que se encuentran ahí. Debe tener unos 60 centímetros de radio, y como las demás piedras, está profusamente graffiteada. Así que eso imposibilita aún más ver los hoyitos: 20 en dirección oriente y 20 al norte que forman una cruz.

Si uno se para sobre esa cruz al amanecer del Solsticio de Verano, verá nacer el sol justo detrás de la Pirámide del Sol de Teotihuacan. Este día, se alinean el cerro de Xihuingo (Tepeapulco Hidalgo), el del Tlacoyo (Axapusco Edo. Mex.), la pirámide del Sol y el cerro de Chiconautla. Y todo eso se observa desde esta piedra graffiteada, el marcador astronómico TEO15.

La salida del Sol, a lo largo del año, va cambiando, cada vez un poco más al norte, hasta el solsticio de invierno, donde el astro llega disminuido y tibio, como un Huitzilin (colibrí) o un niño. Es entonces que  cambia de dirección y se dirige a la pirámide del sol nuevamente, a la que llega enorme, y en todo su esplendor, Tonatiuh, como un guerrero.

El camino del sol a través de cerros y pueblos marca los equinoccios, así como el inicio y final de las lluvias y el estiaje. Finalmente el solsticio de invierno, desde ese mismo marcador, uno puede ver nacer un sol disminuido, invernal (un huitzilin, colibrí) desde uno de los cerros aledaños.

Esa cruz compuesta por 40 hoyitos es tan sólo uno de los  21 marcadores astronómicos en torno a Teotihuacan. Fueron descritos por Anthony Aveni y Horst Hartung en “Cuadernos de la Arquitectura Mesoamericana”, núm. 4, en 1985.

Foto: Ximena Natera

Foto: Ximena Natera

Hace unos años, los investigadores María García Samper, Juan Aguilar Cuevas y Hernán Correa, contactaron a Arturo Hernández Buendía, un hombre campesino de San Pablo Tecalco, estudioso de su historia y pueblo. Recorrieron el cerro e identificaron dos de los cuatro marcadores que Aveni y Hartung describieron en 1985. El de la cruz y otro más que se encuentra un kilómetro abajo, sobre una piedra famosísima localmente: la piedra meona.  Los otros dos no han sido hallados; quizá, explica el señor Arturo Hernández, se los llevaron, con toda la devastación que ha sufrido el cerro: la construcción del aeropuerto no sólo implicó que quisieran rebanarlo por arriba; en los hechos excavaron varios kilómetros y sacaron material de construcción para el aeropuerto. Saben que el destino de esos enormes agujeros puede ser volverse en tiraderos clandestinos o basureros designados. Actualmente, ya hay dos basureros circundando el cerro.

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*Foto de portada: Ximena Natera

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