Lado B
De Armenta a Marín: escándalos en una elección insípida
En 2007, Marín evitó un señalamiento político de la Corte en su contra. Solo eso. Nunca se le juzgó penalmente.
Por Juan Manuel Mecinas @jmmecinas
16 de abril, 2019
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Juan Manuel Mecinas

@jmmecinas

Tan aburrida es la campaña de Enrique Cárdenas, que las notas, los escándalos y las acusaciones no provienen de misiles enviados por el candidato del PAN, que tendría que atacar de manera frontal al puntero, Miguel Barbosa, sino que provienen de Morena.

Que el Tribunal Electoral haya pedido al partido de López Obrador fundamentar la candidatura de Barbosa y que su dirigencia haya tenido que ratificar al exlíder del Senado como candidato, demuestra que las cosas no se hicieron bien durante el proceso de selección de candidato a gobernador. Yeidckol Polevnsky debe aprender que decir que las encuestas fueron a favor de tal o cual candidato no es suficiente ni constitucional.

La vida interna de los partidos debe ser democrática porque solo así se asegurará que “las tribus” (sean del partido que sean) no se atrincheren en la presidencia de un instituto político y decidan quién debe ser el candidato o la candidata a determinado puesto.

La vida interna de los partidos debe ser democrática porque es la única forma de evitar que el sistema mexicano sea un fracaso constante. El PRD, después de treinta años de haber sido parteaguas político en el país, está a punto de morir porque no supo distribuir el poder internamente. El PAN está en una crisis existencial y de rumbo, debido a que el foxismo y el calderonismo se creyeron dueños del partido, cuando en realidad debía mandar el militante de a pie que una y otra vez impulsó a Acción Nacional a obtener triunfos, a sanar derrotas, pero también a ser referente y opositor digno. El PRI no sabe lo que es lidiar con intereses de este estilo, porque siempre han necesitado del tlatoani que los guíe y al que le rindan pleitesía, y ese modelo está rebasado.

Por eso, que el Tribunal Electoral decida enmendarle la plana a Morena, más allá de que fue una cuestión electoralmente menor porque su candidato fue ratificado, manda una señal poco esperanzadora para el partido del Presidente: sus procesos internos no están funcionando y está replicando los mismos yerros de sus contrapartes.

Las facturas las pagará tarde o temprano.

Algunos dirán que el triunfo de Barbosa ratificará que atinaron al escogerlo como candidato, pero esa es precisamente la lógica inadecuada utilizada por los partidos políticos mexicanos en los últimos treinta años: quienes logran un triunfo erosionan a su partido porque se sienten con derecho a imponer a candidatos y a ocupar al partido como punta de lanza del ganador. Todo lo contrario a lo que se espera de un partido político fuerte, que logra consolidarse a pesar de perder o ganar una elección, y logra que el militante se identifique con sus siglas y no se sienta desplazado al primer triunfo o vilipendiado a la primera derrota.

A morena aún no le llega la etapa madura. Por el camino que ha tomado es difícil que llegue saludable a rendir cuentas a la población cuando cumpla su mayoría de edad.

Mario Marín

Manifestación para exigir la renuncia de Mario Marín, 2006.  Imagen tomada de lajornadadeoriente.com.mx

Aunado a lo anterior, el panorama político poblano se ha visto sacudido por la orden de aprehensión librada contra el exgobernador Mario Marín y otros personajes cercanos al llamado “Gober Precioso”. Muchos mitos se han dicho al respecto y los más osados defensores del marinismo afirman en voz baja que el caso contra Lydia Cacho ya fue juzgado, lo cual es totalmente falso: ni la Suprema Corte de Justicia de la Nación ni ningún tribunal ha juzgado nunca a Marín, Kamel y compañía por el delito de tortura psicológica. Se trata de un delito que no prescribe, como lo han sostenido los tribunales internacionales y como lo adoptado la Suprema Corte de Justicia.

En 2007, Marín evitó un señalamiento político de la Corte en su contra. Solo eso. Nunca se le juzgó penalmente. Fue solo un pronunciamiento político que analizaba si el Estado poblano había violado gravemente las garantías de Lydia Cacho. La negociación en la Corte y en Los Pinos (en ese entonces) favoreció a Marín. Pero ahora se trata de un delito. Eso es cosa distinta.

Por vez primera, Marín y demás implicados en la detención arbitraria y tortura contra la periodista Lydia Cacho tendrán que enfrentar un proceso penal. Es, a toda luces, una instancia inaudita. Marín está a punto de ser el primer gobernador poblano enjuiciado penalmente después de abandonar su cargo. Los demonios del Edén regresaron por Marín. Hace una década evitó que la Suprema Corte lo señalara políticamente como responsable. Veremos si penalmente se le encuentra culpable. El juicio popular lo perdió hace mucho, pero Marín no lo ha entendido del todo. Su vuelta a la política así lo demuestra.

Mientras tanto, la campaña de Enrique Cárdenas sigue siendo aburrida.

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Autor Lado B
Juan Manuel Mecinas
Profesor e investigador en derecho constitucional. Ha sido docente en diversas universidades del país e investigador en centros nacionales y extranjeros en temas relacionados con democracia, internet y políticas públicas.
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