Lado B
Andrés Manuel López Obrador y su relación con los medios
Existe una evidente confrontación entre el Presidente López Obrador y algunas élites. Una de las arenas más evidente es en los medios de comunicación.
Por Juan Manuel Mecinas @jmmecinas
18 de marzo, 2019
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Juan Manuel Mecinas

@jmmecinas 

[dropcap]E[/dropcap]xiste una evidente confrontación entre el Presidente López Obrador y algunas élites. Una de las arenas donde es más evidente es en los medios de comunicación.

Los grandes beneficiarios de los gobiernos de Fox, Calderon y Peña Nieto no están conformes con las políticas del tabasqueño. La razón no es solo la financiación a los medios, sino también sus negocios y los de sus amigos.

En relación a la financiación a medios, los medios tradicionales -puede decirse- están en contra de López Obrador. No hay espacio donde se hable de política en los medios tradicionales y no se ponga en duda o critique abiertamente cualquier cosa que hace el Presidente. Con razón o sin ella, AMLO es el objetivo.

Esos medios y sus periodistas no han entendido porqué AMLO ganó la elección de 2018 a pesar de ellos y porqué una buena parte de la población no percibe como válidos sus argumentos y críticas. Perdieron credibilidad y no se han dado cuenta. Una de las razones está precisamente en la financiación a los medios.

Andrés Manuel López Obrador

Que periodistas como López Dóriga o Alemán hayan recibido millones provenientes del presupuesto público, tiene como consecuencia una repulsa ciudadana. El pago puede estar justificado, pero el ciudadano lo percibe como insultante. Si no está justificado, el ciudadano lo percibe como un pago por el silencio, el ataque o el aplauso. Corrupción en su máximo nivel.

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Desde Fox y hasta Peña Nieto, a nivel nacional y local, los medios de comunicación se han multiplicado y también se ha multiplicado de manera grosera la financiación a todo tipo de medios -pequeños y grandes- con el poder como gran controlador y el ciudadano como gran perdedor. “No pago para que me peguen”, dijo López Portillo, pero para el ciudadano común lo malo ya no solo es que no le peguen, sino que a los medios les paguen.

El modelo de financiación a medios debe cambiar porque los medios se acercaron tanto al poder que se volvieron parte de la nómina gubernamental. Para nadie es un secreto que la propaganda oficial encubre el trato que el gobernante quiere de los medios. El ciudadano lo sabe y le resulta vomitivo, máxime si ese gasto -como en el último sexenio- es mayor a muchos programas gubernamentales.

Los únicos que defenderán este modelo son los grandes beneficiarios, pero que poco tienen de periodistas y que desean poca democracia y transparencia. Se envolverán en la bandera de la libertad de expresión y la libertad de empresa, aunque ellos saben, y el gobierno también, que el modelo solo ha servido para cubrir las tropelías de estos y llenar los bolsillos de aquellos.

Por ejemplo, cuando Joaquín Vargas despidió a Carmen Aristegui después de la publicación del reportaje de La Casa Blanca de Peña Nieto, ¿cuántos periodistas financiados por el gobierno salieron en defensa de Aristegui? El modelo perverso da derecho a que el gobernante en turno acalle a sus detractores, y muchos medios lo entienden como una orden de ataque contra sus colegas o como una orden de silencio impune que deben acatar.

La disputa de López Obrador con ciertos periodistas y medios no es banal. Se trata de transformar la financiación a medios. Si se cambian unos medios por otros, nada habrá cambiado y no es lo que los ciudadanos esperan. La receta no puede ser el cambio del beneficiario de un sistema corrupto. La solución pasa por dejar de lado un modelo en el que el gobierno en turno es Dios Padre para los medios de comunicación. El gobierno da y el gobierno quita. Esa dinámica es perversa, diabólica, corrupta. 

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La exigencia debe ser una sola: que el dinero de los mexicanos no vaya a parar a manos de los dueños de medios y periodistas dispuestos a prostituirse. Es la única receta democrática. Cualquier otra implica silencio, control y ausencia de democracia. Los dueños de medios y los periodistas no serían los únicos perjudicados. El poder perdería poder: por eso, el primer paso le corresponde darlo al gobierno. Sin su voluntad, el modelo continuará. Sin esa voluntad, no habrá democracia. Porque un pilar necesario son los medios. No los comprados por el gobierno. No los que repetían que esta era una democracia. Los que ahora parecen añorar un paraíso. El paraíso de 300 mil muertes. Ese paraíso donde llenan sus bolsillos. El paraíso diabólico donde no ejercen el periodismo, sino reciben y cumplen órdenes. 

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Autor Lado B
Juan Manuel Mecinas
Profesor e investigador en derecho constitucional. Ha sido docente en diversas universidades del país e investigador en centros nacionales y extranjeros en temas relacionados con democracia, internet y políticas públicas.
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