Lado B
La educación de la condición humana
El desarrollo de conocimientos, habilidades, actitudes y valores que caracteriza al ser humano es el fundamento de la educación
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
26 de febrero, 2019
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Foto tomada de Wikipedia

Martín López Calva

“La educación del futuro deberá ser una enseñanza primera y universal centrada en la condición humana. Estamos en la era planetaria; una aventura común se apodera de los humanos donde quiera que estén. Estos deben reconocerse en su humanidad común y, al mismo tiempo, reconocer la diversidad cultural inherente a todo cuanto es humano”

Edgar Morin. Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, p. 21.

Dice una frase de la sabiduría popular que “nadie nace sabiendo” y esto es muy cierto. Ningún ser humano viene al mundo con los conocimientos necesarios para desenvolverse en él. No existe, quizá, en toda la naturaleza ningún otro ser vivo que nazca tan desprotegido, vulnerable y necesitado de la ayuda de los demás como el recién nacido de la especie humana.

Los individuos humanos necesitamos aprender a coordinar nuestros movimientos, a caminar, a alimentarnos por nosotros mismos, a comunicarnos mediante el lenguaje y muchas otras cosas básicas, que tardan en ser desarrolladas al menos los primeros dos años de la vida.

Estos aprendizajes básicos van poniendo las bases para el desarrollo ulterior de procesos de construcción de conocimiento cada vez más complejos que, de manera acumulativa y progresiva, van dotando a las personas de los elementos necesarios para entender el mundo natural, la estructura social y económica, la cultura en sus diversas manifestaciones y muchos otros componentes de la realidad compleja en que les toca vivir.

Esta comprensión lleva consigo el desarrollo de habilidades para resolver los problemas que la vida les va presentando, la adopción de actitudes y la opción por valores que orientan su toma de decisiones, así como el comportamiento que va a ir configurando su vida personal, familiar y ciudadana.

Todo este amplísimo, prácticamente ilimitado, campo de desarrollo de conocimientos, habilidades, actitudes y valores, o de saberes/competencias, según el marco pedagógico en que nos queramos ubicar, que caracteriza al ser humano es el fundamento de la educación. Si existe educación –formal e informal– es porque el ser humano es un ser que aprende, un ser que se mueve por el deseo de conocer, un ser educando como afirma el filósofo educativo catalán, Octavi Fullat.

Pero si nadie nace sabiendo las cuestiones básicas para desenvolverse y sobrevivir en el mundo, y nadie nace poseyendo el saber científico que permite comprender el funcionamiento del mundo natural y social, también es cierto, aunque esto no es muchas veces suficientemente explícito, que nadie nace sabiendo en qué consiste ser humano.

En efecto, la educación es un proceso que consiste, fundamentalmente, en aprender progresivamente qué es ser humano y cómo debe un ser humano plantarse y desenvolverse en el mundo para construir una vida que valga la pena ser vivida. Esta dimensión fundamental, pero muchas veces olvidada e insuficientemente atendida tanto en la educación informal que se da en la familia, en los medios de comunicación y la sociedad en general, como en la educación formal que se ofrece de manera sistemática en las escuelas y universidades, resulta en estos tiempos de crisis de humanidad más urgente que nunca.

Es por ello que Morin plantea en la cita que tomo como epígrafe de la Educación personalizante de hoy, que en la era planetaria que vivimos es necesario reconocernos en nuestra humanidad común y a partir de esta unidad básica reconocer la diversidad cultural que es propia de todo lo que es humano.

La educación del presente y del futuro debe ser una educación de la condición humana que es, al mismo tiempo, condición cósmica, condición física, condición biológica, condición psicológica, condición social y condición cultural.

“La hominización desemboca en un nuevo comienzo. El homínido se humaniza. Desde allí, el concepto de hombre tiene un doble principio: un principio biofísico y uno psico-socio-cultural; ambos principios se remiten el uno al otro”

Edgar Morin. Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, p. 23.

Una educación de la condición humana debe orientarse en primer lugar a desarrollar en los educandos el conocimiento científico interdisciplinar que les permita comprenderse en el doble principio que rige la humanización: el principio biofísico, que nos explica en nuestra dimensión de seres cósmicos y parte del ecosistema complejo del planeta; tanto como en el principio psico-socio-cultural, que nos explica en nuestra dimensión afectivo-cognitiva, en nuestra estructura relacional y en nuestro ser animales simbólicos.

Este doble principio lleva a que la educación de la condición humana trabaje en el reconocimiento del “doble arraigamiento en el cosmos físico y la esfera viviente, al igual que nuestro desarraigamiento propiamente humano”. Este doble arraigamiento en tensión con el desarraigamiento nos hace estar al mismo tiempo dentro y fuera de la naturaleza y, como dice Morin, nos compromete a un doble pilotaje: obedecer a la vida, pero al mismo tiempo guiar la vida.

“Como si fuera un punto de un holograma, llevamos en el seno de nuestra singularidad, no solamente toda la humanidad, toda la vida, sino también casi todo el cosmos, incluyendo su misterio que yace sin duda en el fondo de la naturaleza humana. Pero no somos seres que se puedan conocer y comprender únicamente a partir de la cosmología, la física, la biología, la psicología…”

Edgar Morin. Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, p. 23.

La educación de la condición humana implica centralmente una apertura al misterio y a la búsqueda reflexiva permanente de lo que somos, como del lugar y el rol que ocupamos en el universo, del sentido que tiene nuestra existencia como individuos, sociedad y especie en el planeta.

Porque como afirma la cita anterior, a manera de un complejísimo holograma los seres humanos llevamos en nuestra identidad única, no sólo a toda la humanidad sino a casi todo el cosmos. Somos síntesis del misterio del universo que puede ser acumulativo y progresivamente conocido a partir de las ciencias de la naturaleza y de las ciencias sociales y humanas, pero que por una parte no pueden llegar nunca al conocimiento pleno y total de este misterio u otro, no pueden agotarse en los conocimientos de la cosmología, la física, la psicología o la sociología.

La educación de la condición humana debe entonces abrirnos a la comprensión y la valoración de este misterio, para desarrollar en nosotros la capacidad de asombro ante esta explicación siempre incompleta e inabarcable, que puede solamente explorarse en aproximaciones sucesivas a partir de la reflexión de carácter filosófico.

“… una de las vocaciones esenciales de la educación del futuro será el examen y el estudio de la complejidad humana. Ella conduciría a la toma de conocimiento, esto es, de conciencia, de la condición común a todos los humanos, y de la muy rica y necesaria diversidad de los individuos, de los pueblos, de las culturas, sobre nuestro arraigamiento como ciudadanos de la Tierra…”

Edgar Morin. Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, p. 28.

Son muchas las dimensiones que deberá abordar una educación que genere el aprendizaje de la condición humana. Baste, para concluir esta entrega, retomar una de estas vocaciones esenciales de la educación del presente y del futuro que, como señala el pensador francés, es la de examinar y estudiar a fondo la complejidad humana para conducirnos a la conciencia de la condición común a todos los seres humanos –la unidad que hace posible la construcción de comunidad planetaria–, y de la riquísima e indispensable diversidad de las personas, comunidades, pueblos y culturas sin la cual sería también imposible el desarrollo del proceso de humanización de la humanidad sobre la tierra.

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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