Lado B
La cartilla moral 3: texto y contexto
Es indispensable analizar la propuesta de publicación y difusión del libro en el contexto político y educativo que vivimos, ecosistema en que se introduce
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
05 de febrero, 2019
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Cartilla moral

Imagen tomada de Cartilla moral

Martín López Calva

“Cierto, la ética como toda emergencia, depende de las condiciones sociales e históricas que la hacen emerger. Mas es en el individuo donde se sitúa la decisión ética: cabe a él escoger sus valores y sus finalidades”

Edgar Morin. Método VI. Ética, p. 29.

He dedicado esta Educación personalizante las dos semanas anteriores a analizar el tema de la publicación y distribución masiva de la Cartilla moral de Alfonso Reyes como un proyecto del nuevo gobierno para intentar contribuir a la re-moralización de nuestra sociedad mexicana.

En la primera entrega el análisis giró en torno a la validez de que el gobierno incursione en el tema de la moral, considerado por muchos –en la tradición liberal que sustenta a las democracias occidentales– un terreno estrictamente privado.

En el segundo texto abordé el contenido de la cartilla, tratando de analizar la pertinencia actual de este documento que fue escrito hace ya setenta y cinco años, en una realidad mexicana completamente distinta a la actual.

Tratando de hacer una síntesis de lo abordado en estas dos entregas, diré que en la primera sostuve, desde la visión de la ética compleja de Edgar Morin –que considera que una ética pertinente debe ser simultáneamente autoética, socioética y antropoética–, que sí es pertinente que ante la enorme crisis de desmoralización social que vive la sociedad mexicana actual, el gobierno plantee programas y acciones orientadas a regenerar la moral pública; a reconstruir el deseo de vivir humanamente como corresponsables de la marcha de este país. Desde este punto de vista, es válida la estrategia de la cartilla siempre y cuando se use para iniciar un diálogo que ponga en el centro la cuestión ética, y no funcione como simple moralina que pretenda indoctrinar a la ciudadanía.

En la segunda parte plantee que, a pesar de la antigüedad del documento de Alfonso Reyes, sus capítulos plantean principios y valores que siguen siendo válidos para tomarse en cuenta en la construcción de una sociedad que busque ser realmente humana; aunque sus planteamientos están construidos a partir de una concepción filosófica del ser humano dualista que hoy ha sido superada, aún por los valores de la cultura cristiana a la que apelaba el documento original. Para lograr que el análisis de la cartilla tenga realmente los efectos deseados, habría que buscar no solamente adaptar el siglo a la ética –es decir, intentar que nuestra sociedad actual vuelva la mirada a lo ético como elemento central de nuestra convivencia– sino también adaptar la ética al siglo. Esto significa que a partir de los principios y valores que postula la cartilla habría que hacer un ejercicio de actualización y reconceptualización para ponerlos en términos que sean aplicables a la vida actual.

En esta tercera y última Educación personalizante dedicada al tema, considero indispensable analizar la propuesta de publicación y difusión amplia de la Cartilla moral por parte del nuevo Gobierno en el marco del contexto político y educativo que vivimos, que será el ecosistema en el que esta propuesta va a introducirse. Se trata pues de analizar el texto en el contexto.

Porque como dice Morin, la ética depende de las condiciones sociales e históricas que la hacen emerger y resulta imposible, en el tema que nos ocupa, separar el proyecto de publicación y distribución de la Cartilla moral de Reyes de las condiciones de la sociedad, gobierno y educación que prevalecen hoy en México.

 

“El autoanálisis es una exigencia primordial de la cultura psíquica; debería ser enseñado desde el comienzo de la educación básica para volverse una práctica tan acostumbrada como la cultura física”

Edgar Morin. Método VI. Ética. p. 95.

 

Empecemos por el contexto educativo. Si bien es cierto que en la actualidad se plantea cada vez más la relevancia de la educación en valores o de la formación moral y ciudadana en los discursos, documentos y planes de estudio, es igualmente cierto que en general se sigue entendiendo ésta formación desde un punto de vista prescriptivo, abstracto y estático.

En efecto, los programas que dominan el panorama de la formación moral –incluyendo los gubernamentales; por ejemplo, en Puebla el instrumentado por el gobierno anterior de Antonio Gali, llamado “Donde hay un poblano, hay compromiso”– parten de la idea de que lo moral o ético es un deber ser universal, previamente definido, que debe ser enseñado de manera normativa.

Se trata entonces de educar en valores a través de la enseñanza de principios morales abstractos que se conceptualizan y ejemplifican para ser adoptados desde lo que Lonergan llama una “ética de la ley” que, precisamente, por ser abstracta y prescriptiva se percibe como totalmente ajena al sujeto que se pretende educar y pierde, por tanto, toda su eficacia.

En un contexto escolar en el que sigue predominando la visión del maestro que lo sabe todo y el alumno que no sabe nada, y en el que la única formación moral que han recibido los maestros responde a esta ética de la ley, resulta lógico que la distribución y el trabajo con la Cartilla moral se adopte como una tarea de enseñanza de doce temas que el alumno debe aprender e incluso memorizar.

La distribución de un texto valioso pero escrito desde una visión moral conservadora y homogeneizante del pasado, con un tono de prescripción sobre el deber ser en un contexto que sigue manteniendo la visión tradicionalista del aprendizaje como memorización y de la educación moral como enseñanza de valores, me hace pensar en un resultado muy poco optimista en cuanto a este intento de incidencia gubernamental en la formación ética y ciudadana.

“No se puede ni separar ni confundir ética y política. Las grandes finalidades éticas exigen, con frecuencia, una estrategia, o sea, una política; y la política exige un mínimo de medios y de finalidades éticas, sin por eso reducirse a la ética”.

Edgar Morin. Método VI. Ética, p. 80.

Pasemos ahora al contexto político al que responde este proyecto de rescate y difusión masiva de la Cartilla moral. En este contexto las cosas tampoco me hacen pensar de manera más optimista respecto a los posibles resultados.

Estamos ante un gobierno que ganó con un amplio margen en una elección legítima con base en un discurso simplificador que reduce toda la realidad compleja a un lado bueno y uno malo. Asumiéndose así como el representante del bien frente a una especie de complot de fuerzas malignas a las que se etiqueta como “la mafia del poder” y el neoliberalismo.

Este discurso que podría haber sido simplemente una estrategia de campaña sigue siendo el eje de la estrategia de comunicación del Gobierno Federal del que el presidente mismo es el vocero, prácticamente único. El presidente sigue planteando en sus conferencias de prensa diarias que su misión es moralizar o purificar al país; que el neoliberalismo es el culpable de todos los males incluyendo la desintegración familiar, los divorcios y todo lo negativo que le pueda ocurrir a las personas y al país; continúa, además, autoerigiéndose como el ejemplo de la pureza moral.

Desde la perspectiva de Morin estamos viviendo un gobierno en el que se está confundiendo la ética con la política puesto que con el pretexto de que el presidente y su equipo son moralmente intachables se están realizando acciones que pasan por encima de la ley: adjudicaciones directas de contratos sin licitación o nombramientos de personas allegadas que no cumplen con los requisitos establecidos.

Este es un contexto muy riesgoso porque cuando un grupo político se visualiza como el depositario de un proyecto moral superior puede fácilmente, como empieza a ser habitual, dejar de lado la ley a la que puede considerar como menor frente a este proyecto superior.

En este contexto político, el texto de la Cartilla moral parece responder a esta especie de misión superior que quiere volver, por decreto, buenos a todos los mexicanos, desde esta perspectiva simplificadora y maniqueísta que divide a las personas en: buenas si apoyan al gobierno –que encarna el bien moral–, o malas si lo cuestionan –porque no están cuestionando acciones políticas sino oponiéndose a este proyecto moral superior–.

De manera que mi lectura de este texto, en este contexto particular del México de hoy, me hace pensar que el proyecto de la Cartilla moral será una oportunidad perdida más, en el mar de oportunidades desperdiciadas que, desafortunadamente, caracterizan a la educación mexicana desde hace décadas.

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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