Mako Nucamendi

@MakoNucamendi

Con una ceremonia oficiada en el centro de Huitzuco, Guerrero, el 19 de enero dio inicio la 4ta Brigada Nacional de Búsqueda, conformada por más de 200 personas, entre familiares, activistas y periodistas que acompañan el dolor de las más de 40 mil víctimas de desaparición en el país.

Luego de la misa, los integrantes de la brigada se echaron a las calles para pedir la solidaridad de los habitantes, haciendo énfasis en la búsqueda de ese ser humano que, como dijera María Herrera, “hemos perdido”; no sólo hacía referencia a sus cuatro hijos, que permanecen desaparecidos desde 2008-2010, sino también a ese otro ser vacío de cualquier sentido de humanidad, responsable pues, del destino de las víctimas.

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“¿Alguien sabe qué hacemos?”, pregunta uno de los compañeros que integran la 4ta Brigada Nacional de Búsqueda a uno de los 120 niños de primaria y secundaria que recibirán a la mañana siguiente a los familiares de desaparecidos en Escuchapa, Guerrero. “Rascar la tierra”, responde.

En el tercer día de la brigada nos dirigimos al cerro de la Antena de los Timbres en Huitzuco, donde se tiene un positivo de la avanzada, es decir, existen restos que deben ser exhumados.

Al final de la jornada se encontró “un tesoro”, como le llaman los buscadores; uno que las familias desenterraban como si fuese propio, como si en la suela que se asoma pudiera imaginarse el rostro de uno de los suyos.

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La 4ta Brigada Nacional de Búsqueda, compuesta por familiares de 22 estados de la República y más de 60 colectivos nacionales e internacionales, fue recibida por los habitantes de Escuchapa, en Guerrero, en un intento por empatar las labores de búsqueda en fosas clandestinas con el trabajo en iglesias y comunidades cercanas, de donde se espera obtener información valiosa que pueda dar nuevas rutas e indicios sobre sus desaparecidos.

“Vinimos a rescatar lo nuestro”, decía Tita Radilla en su intervención, de alguna forma extendiendo sus deseos por encontrar a su padre desaparecido de manera forzada durante la década de los 70, a la necesidad de rescatar el vínculo con las comunidades que han quedado en medio de la tragedia.