Lado B
Roma, el arte de filmar la intimidad colectiva
"Roma" es la carta de amor que Cuarón le dedica a otro de sus madres: la capital del país, capaz de consentirlo con su peculiar cotidianidad, pero también de sensibilizarlo gracias a sus enormes contrastes sociales y trágicas memorias
Por Jaime López Blanco @
17 de diciembre, 2018
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Jaime López 

@JaimeComunidad3

Del recuerdo individual a la memoria colectiva. De las anécdotas que marcaron la infancia de una persona a los episodios que estigmatizaron la historia de un país. Y de la narrativa contemplativa a la explosión de emociones en la recta final del argumento.

Estamos hablando de «Roma», la más reciente producción de Alfonso Cuarón, que se ha vuelto el tema de conversación del momento (sobre todo entre la comunidad cinéfila tricolor), y que promete darle a la tierra del águila y el nopal su primer Oscar como mejor película extranjera.

Sin revelar escenas clave de la historia, y tratando de no repetir todos los ríos de tinta (o caracteres) que se han vertido respecto al filme en cuestión, «Roma» podría describirse -en rasgos generales- como el homenaje que le hace el orquestador de «Niños del hombre»al matriarcado nacional, pero no solo al constituido por las progenitoras biológicas, sino también al conformado por las de crianza, por aquellas mujeres que cuidan como suyos a los infantes de las que laboran muchas horas fuera de casa.

Asimismo, «Roma» es la carta de amor que Cuarón le dedica a otro de sus madres: la capital del país, capaz de consentirlo con su peculiar cotidianidad (destaca esa escena donde un lavadero puede convertirse en un campo para jugar a los pistoleros) , pero también de sensibilizarlo gracias a sus enormes contrastes sociales y trágicas memorias.

De ese modo, el primer mexicano en ganar una estatuilla dorada como director retrata oportunamente el gran paraíso, así como el hervidero social, que puede ser su tierra, donde muchos pueden encontrar la alegría yendo al cine o jugando con el granizo de la lluvia, pero también pueden ponerse tristes debido a la marcada discriminación que ejercen varios connacionales.

Eso y más es «Roma», la puesta audiovisual de gran calidad técnica donde los seguidores del realizador pueden identificar al habitual Cuarón, adepto a los planos secuencia y a los personajes femeninos empoderados, pero también al que experimenta cosas nuevas, por ejemplo, una primera mitad dueña de un ritmo sereno (más no lento, como algunos críticos -adictos a películas efectivistas de Hollywood- han señalado).

El director que se da el tiempo necesario para recordar su pasado, mismo que no puede desvincular de su entorno social y político, y el hombre que se compromete a cuidar cada detalle que aparece en sus encuadres, sin importar que esto implique filmar por horas un excremento artificial o enfocar en diversidad de ocasiones un objeto antiguo.

Por otro lado, «Roma» puede considerarse una obra que indaga eficazmente (con pocos diálogos) en la sororidad (hermandad femenina), sin chantajes burdos o salidas fáciles en su guion, y que aleja a las empleadas domésticas del estereotipo que les ha conferido la televisión, pues las presenta hablando una lengua originaria abiertamente, sin sentir vergüenza o miedo al escarnio.

Igualmente, dicha pieza demuestra la maestría narrativa de Cuarón para aglutinar escenas en una sola imagen, formando un mosaico de contrastes o de complementos.

Una película que en su plano final (posible spoiler) transmite (mediante un tilt up y una contrapicada) la manera cómo el director de «La princesita» percibía a su «mamá postiza», su nana: como una heroína sin capa, capaz de tocar el cielo con sus acciones rutinarias.

«Roma no le pide nada a las grandes producciones de Hollywood» 

Durante una entrevista concedida a este reportero, uno de los integrantes del largometraje distribuido por Pimienta Films, Saúl Benítez, aseguró que «Roma» no tiene nada que pedirle a las grandes producciones hechas en Estados Unidos.

De hecho, quien fungiera como tercer asistente de dirección, destacó que para los estándares del séptimo arte mexicano, la creación de Cuarón fue un rodaje atípico, que tardó alrededor de 110 días (más del doble de lo habitual).

«La preproducción la estaban manejando como una película chica, pero después la cinta creció exorbitantemente (…) Honestamente, es una película que no tiene nada que pedirle a producciones gringas o a otras industrias extranjeras», apuntó. 

Cuestionado sobre el éxito o la buena acogida de «Roma» entre la audiencia tricolor, el también colaborador de «Point Break» señaló como causas al lenguaje honesto y sin pretensiones , así como las diversas referencias a la idiosincracia mexicana.

En ese sentido, detalló que la gente que ha visto dicha obra se ha identificado con las escenas donde los hermanos se la pasan peleando o los momentos en que la abuela regaña a sus consanguíneos. 

«Yo siento que son varios los caminos con los que se conecta la gente, eso y la distribución diferente a las cadenas comerciales», dijo.

Por otra parte, comentó que filmar escenas íntimas puede ser igual de complejo que grabar secuencias con muchos extras o actores.

Y resaltó su deseo de que «Roma» le otorgue al territorio azteca su primer Oscar como mejor cinta extranjera, pues también la calificó  como una obra exquisita, poseedora de una visión sutil. 

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Autor Lado B
Jaime López Blanco
Reportero comunitario. Junkie del séptimo arte. Documentalista de guerrilla; dos veces finalista del Festival Internacional de la Imagen (FINI) de Pachuca, Hidalgo; en una de ellas, primer lugar en la categoría de Cortometraje Estudiantil. Constante aprendiz de periodista cultural. Sueña con que algún día las notas bonsai sean sustituidas por los textos de raíces profundas, amenos y reflexivos. Comunicólogo que aspira a no ser un escritor fugaz dentro del sobrepoblado firmamento de las letras.
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