Lado B
De la inclusión a la paz, de la paz a la inclusión
De todos los retos que tiene por delante el nuevo gobierno, el de la construcción de la paz es el que parece tener mayor prioridad y relevancia en el sentir de todos los mexicanos
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
04 de diciembre, 2018
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Foto tomada de SVG

Martín López Calva

Nuestro país se encuentra en un momento de transición muy relevante. De todos los retos que tiene por delante el nuevo gobierno, el de la construcción de la paz es el que parece tener mayor prioridad y relevancia en el sentir de todos los mexicanos. ¿Cómo coadyuvar en la construcción de la paz, incorporando a todos los sectores del país? ¿Cuáles pueden ser los desafíos de un posible diálogo e interlocución y cómo superarlos?

1.- La paz como equilibrio en tensión: pluralidad e inclusión.

“Cada uno para sí, todos contra todos, cada uno

para todos, cada uno para todo, todos para cada uno,

 todos contra cada uno son otros tantos momentos ,

 manifestaciones, rasgos de la misma realidad”

Edgar Morin. Método II. La vida de la vida, p. 81.

El punto de partida para emprender el camino hacia la construcción de la paz, necesaria en la garantía de las condiciones para que el deseo humano de vivir para vivir, tenga condiciones de posibilidad en nuestra patria, es la construcción de una visión compartida que deje atrás la idea simplificadora de la paz como ausencia de conflicto. Y, asimismo, asuma la idea de la coexistencia concurrente, complementaria y antagonista del principio egoísta y el principio altruista que plantea Edgar Morin como propios de toda organización vital; por ello, componente estructural de toda sociedad humana.

Esta coexistencia en tensión dialógica entre ambos principios hace que en todo proceso social se vivan, como dice la cita, momentos y acciones en las que cada uno trabaja para sí mismo o todos actúan contra todos pero también, y simultáneamente, existan dinamismos en los que todos trabajan para el bien de cada uno y cada uno lucha por el bienestar de todos.

Desde el punto de vista del filósofo canadiense Bernard Lonergan, en toda colectividad humana se presenta lo que llama “la dialéctica de la comunidad”: tensión entre la intersubjetividad espontánea, ambigua en su desarrollo, y la construcción de un nosotros inteligente, razonable y libremente elegido que es la auténtica comunidad humanizante.

De manera que, la paz no es la ausencia de conflicto o de fuerzas egoístas sino el equilibrio en tensión, siempre frágil y necesitado de cuidado; entre fuerzas altruistas que buscan lo que es más inteligente, razonable y responsable para el bien de todos; y fuerzas egoístas individuales o grupales que se mueven por intereses particulares y hacen surgir peligros de separación, destrucción y ruptura del tejido social.

 

2.- La paz como construcción compleja

“¿Qué cosa es verdadera respecto al bien humano en cualquier lugar o tiempo? Nosotros distinguimos tres aspectos principales. También hay niveles: el bien particular… el bien de orden y el valor”

Lonergan, 1998; p. 68

El segundo aspecto que se debe considerar para esta construcción es que, como todo aspecto del bien humano en construcción, la paz es una realidad compleja, compuesta por los tres aspectos principales que señala Lonergan: la paz en su dimensión particular, la paz entendida como bien de orden y la paz vista como valor terminal.

La paz debe considerarse, en primer lugar, como bien particular porque es un elemento indispensable para que las personas tengan un ambiente propicio en el cual desarrollar su proyecto de vida con el debido respeto a su integridad física y psicológica. Es un bien particular, también, porque en su nivel más básico es el resultado de la reflexión y la decisión libre y responsable de los individuos, que conforman una sociedad, respecto a la construcción de una forma de convivencia sustentada en el respeto a los demás, la tolerancia a las diferencias y la resolución de conflictos a través del diálogo.

En este nivel lo que se opone a la paz es la violencia que resulta de la acción e individuos y grupos aislados, que en el muy conocido “Triángulo de Galtung” se denomina “violencia directa”.

El segundo aspecto es el bien de orden. La paz es una forma concreta y necesaria de bien de orden porque la reflexión y la decisión personal no basta para lograr una convivencia pacífica. Resulta indispensable la construcción de un sistema social y un estado de derecho que garantice el mantenimiento sistemático de la paz para toda la sociedad. Se requiere de legislación, construcción y operación adecuada de instituciones, funcionamiento correcto del gobierno y cooperación de la sociedad.

Lo opuesto a la paz como el bien de orden es lo que Galtung denomina “violencia estructural”. En nuestro país la violencia es ya un mal estructural arraigado puesto que se trata de un fenómeno que se regenera porque ha permeado a las instituciones públicas y privadas, volviéndose todo un sistema.

Lonergan concibe el valor como una noción trascendental, un dinamismo que nos mueve a buscar el bien en cada situación concreta. El valor es lo que se tiende a alcanzar en las preguntas para la deliberación que nos planteamos. En este sentido, la paz es un valor dado ya que cuando planteamos la pregunta por el modo más humano de convivir, la respuesta es precisamente la paz.

En el triángulo de Galtung, lo opuesto a la paz como valor sería lo que él llama la “violencia cultural”, es decir, la violencia que se legitima y se llega incluso a valorar desde distintas expresiones culturales como el lenguaje, el arte, los símbolos, las personas. En nuestro país, la violencia tiende a volverse cultural y a arraigarse en la conciencia de las nuevas generaciones volviéndose incluso aspiracional. Existen muchas expresiones culturales que actualmente exaltan la violencia como una forma válida de vivir o, al menos, como la única forma posible de sobrevivir.

3.- Los desafíos para el diálogo que construya la paz.

“Los obstáculos interiores a las dos comprensiones son enormes; no solamente existe

la indiferencia sino también el egocentrismo, el etnocentrismo, el sociocentrismo,cuya

característica común es considerarse el centro del mundo y considerar como secundario, insignificante u hostil todo lo extraño o lejano…”

Edgar Morin. Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, p. 53.

Morin plantea como uno de los siete saberes fundamentales para la educación de nuestro siglo la enseñanza de la comprensión. En este saber se incluyen dos tipos de comprensión: la objetiva, que tiene que ver con el conocimiento de las ciencias; y la intersubjetiva, que es prioritaria en nuestros tiempos de crisis global puesto que tiene que ver con el entendimiento entre los seres humanos.

La construcción de la paz requiere de manera prioritaria de este saber puesto que el fomento de la comprensión intersubjetiva es el elemento clave para lograr el camino hacia una convivencia armónica y respetuosa entre los miembros de la sociedad.

En ese sentido, los grandes obstáculos para posibilitar el diálogo que construya la paz son los mismos que el pensador francés señala como obstáculos para la comprensión: el egocentrismo, el etnocentrismo y el sociocentrismo que tienen en común el situarse como centro del mundo y despreciar por considerar secundario o insignificante –o incluso peligroso– todo lo diferente o a todos los diferentes.

Para emprender el camino hacia la paz en México tendríamos que revisar con mucho detenimiento las formas de egocentrismo, etnocentrismo y sociocentrismo que se viven hoy en día en el país para tratar de ir combatiendo estos obstáculos con el antídoto de la inclusión que implica la comprensión del otro, el respeto al otro, la aceptación del diferente, la valoración de lo diferente.

De manera que la meta de la construcción de paz tiene que ver con la construcción de una sociedad incluyente. Pero, lograrlarla llama a la participación de todos en condiciones de equidad.

4.- La educación como promotora de una paz sólida y duradera

Por la complejidad del problema de la violencia, la construcción de la paz en el país es una tarea que debe ser vista y planeada a mediano y largo plazo. Un aspecto fundamental para emprender este camino, y combatir los obstáculos para el diálogo que construya la paz, es la educación.

Si queremos lograr una paz sólida y duradera debemos iniciar con la priorización de una educación de calidad que promueva las dos comprensiones. Un aspecto central para emprender esta labor es el énfasis en la construcción de una convivencia escolar pacífica, incluyente y democrática.

Como afirma Cecilia Fierro Evans, experta en este tema:

“La tarea más importante de prevención de violencia tiene que ver con fortalecer el quehacer educativo en las escuelas, lo que supone promover la construcción de un tejido socio-comunitario que fortalezca la cohesión social a la vez que contribuya a desarrollar competencias para vivir con otros desde el respeto y la responsabilidad compartidas, entre los miembros de la comunidad escolar”.

*Foto de portada tomada de SVG

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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