Lado B
"La voz que propongo": entrevista con el compositor poblano Horacio Fernández Vázquez
Horacio nos comparte algo sobre su historia y su particular visión de la composición musical, como compositor mexicano relevante del momento
Por Lado B @ladobemx
29 de noviembre, 2018
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Horacio Fernández Vázquez
Daniel Carpinteyro 

Horacio Fernández Vázquez se encuentra entre los compositores mexicanos más relevantes del momento. Con apenas 22 años de edad, es autor de más de un centenar de composiciones. Algunas de ellas han sido concebidas para obras de teatro, una de las cuáles, Máscaras sin sentido,  fue escrita y dirigida por el dramaturgo Rodolfo Pineda Bernal.  Cuando cursaba noveno semestre de la licenciatura en música en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, ganó el Concurso de Composición Arturo Márquez para Orquesta de Cámara, lo que le abrió las puertas a la facultad de música de la prestigiosa Juilliard Music Academy, en el cuadrante noroeste de Manhattan. De su departamento de Composición han egresado figuras como  Einojuhani Rautavaara (el compositor finés más destacado desde Sibelius), Steve Reich (pionero de la música minimalista) y John Williams (autor de las suites para Supermán, Star Wars y las tres primeras películas de Harry Potter, entre otras).

De mirada sosegada y talante grave, Horacio ya despliega el porte y la claridad de mente de quien se sabe encarrilado en el camino idóneo para el despliegue máximo de su talento. A lo largo de la presente entrevista, realizada por correo electrónico, Horacio nos comparte algo sobre su historia y su particular visión de la composición musical.

Muestra de ello, aquí está la interpretación de Horacio del Poema Sinfónico con Piano

Daniel Carpinteyro (DC): Horacio, cuéntanos un poco sobre el ambiente familiar en el que creciste y cómo favoreció tu inclinación musical.

Horacio Fernández Vázquez (HFV): Mi  familia siempre ha sido de números y ciencia. Mi padre es físico experimental y mi madre es maestra de matemáticas financieras. Ambos poseen doctorado por la BUAP. Siempre hubo un ambiente estrictamente académico, en donde la estabilidad académica es muy importante. Podría sonar como si esto no favoreciera mi “alma artística”, pero más tarde me fui dando cuenta de que en realidad fue moldeando mucho mi forma de componer y pensar sobre arte. La música es bastante matemática (aunque no lo crean) y las hermosas emociones que inspiran pueden ser cuantificadas, manejadas y manipuladas mediante muchas cosas. Todo esto lo fui descubriendo al ir componiendo más y más. Mis padres también siempre tuvieron muy buen gusto musical y ponían buenas cosas en el coche; mi madre nos despertaba (a mi hermana y a mí) con música  clásica;  mi padre ponía rock los domingos por las tardes. Por lo tanto, siempre hubo una fuerte mezcla de estilos en mi gusto musical. Ahora les agradezco mucho a mis padres esta constante exposición a buena música ya que ha sido lo que me ha distinguido a donde sea que voy. Mi madre lo hacía muy conscientemente y mi padre simplemente nos ponía lo que a él le gustaba, ¡y por suerte era bueno! Eso lo saqué de él, básicamente eso es lo que hago con mi música, enseñarle al espectador cosas que me gustan.

DC: ¿En qué momento de tu carrera pasaste de simplemente escuchar música a diseccionarla en sus elementos claves?

HFV: Tomé un poco de clases a los 8 años por insistencia de mi madre, pero no me gustaba tanto y tampoco era particularmente talentoso. ¡Me tenía que sobornar con hot-dogs Vikingos del Oxxo para que fuera! Fue hasta los 14 años que realmente empecé a sentirme apasionado. Yo siempre fui fanático de los Beatles y cuando salió el Rockband de Los Beatles para el Nintendo Wii, me volví loco y me hice muy bueno en el juego. Después de agotar el juego hasta su límite retomé el piano para tocar canciones de los Beatles y Billy Joel y las influencias del segundo de la música clásica y el jazz me llevaron a estudiar música más en serio. También admiraba mucho el hecho de que fueron canta-autores y tocaran su propia música. Me resultaba fascinante y me inspiraron a querer hacer lo mismo. A partir de ahí, no he mirado atrás.

DC: ¿A qué edad elaboraste tu primera composición musical? ¿Consideras que ese punto ya tenías asimilada la totalidad de la gramática musical disponible?

HFV: Mi primer pieza la compuse a los 14 o 15 y se llamaba “The Faces of Love”. Era un intento de copiar la música de Billy Joel pero mi falta de talento para escribir canciones pop me hizo buscar otras formas de expresión. Así que comencé a conocer a los grandes compositores de música clásica, en quienes me sentí más cómodo con sus aspiraciones musicales más intelectuales (lo cual no las hace mejores ni peores al pop, por cierto). En este punto, sólo estaba haciendo música porque sentía que debía hacerlo y obviamente tenía que componer mucho más antes de empezar a ser bueno. Así que mi música era muy mala antes, pero mientras formé más experiencia, mis ideas comenzaron a ser más claras.

Recuerdo que cuando Horacio estudiaba primero de preparatoria, y como culminación de un proyecto académico que el Bachillerato Internacional exigía durante el último año del Programa de Años Intermedios, ofreció en el auditorio del Colegio Americano una charla para los maestros, donde explicaba a grandes rasgos las diferencias estilísticas entre los periodos históricos de la composición académica, desde el Renacimiento hasta el Impresionismo. Por aquel entonces, también hacía sus primeros experimentos poéticos. Ya desde aquél entonces, se desenvolvía con una formalidad adusta que lo distinguía entre los demás adolescentes, entre cuyo gremio de incipientes artistas cultivaba sus amistades.

DC: Alguna vez declaraste que esperas que tu música refleje la cultura que vivimos. ¿Cómo definirías esa cultura a la que haces referencia y qué estrategias utilizarías para traducirla a la retórica musical?

HFV. Por el momento sólo procuro ser honesto conmigo mismo y hacer música que yo siento que nace como resultado del lugar de donde soy. En México se escucha mucha cumbia, corridos, banda, bachata y demás géneros de baile latino. A mí me fascina esta música porque aprendí a bailar y es de las cosas que más felicidad me dan. Yo siento que es una presencia constante en nuestra vida diaria y me encanta reaccionar a ello porque me gusta. Me fijo mucho en lo que la gente escucha y aprecia y lo que siento que definirá el sonido del inicio del siglo XXI, por lo tanto, comienzo a enfocarme e identificar lo que hace que la gente escuche tanto reggaetón o hip hop e implementarlo a lo que hago. Me gustaría ser un producto de mi tiempo en lugar de ir en contra de un mundo que simplemente no cambiará para mis gustos. Lo bueno de esta música es que no es técnicamente  difícil de entender, pero mi juventud e influencias hacen que la entienda mejor que otros músicos que nunca se han dejado a sí mismos ser expuestos a ritmos latinos. Siento que entiendo lo que hace una buena salsa, por ejemplo, y te lo puedo escribir, pero he aprendido a sentirlo y recrearlo porque aprendí a bailar,  y veo cómo la gente reacciona a ciertas cosas. Se trata de ser tú mismo, dejarte influenciar y cambiar para bien, aunque suene contradictorio.

La confesión de su gusto por el baile me sorprende en un primer momento, dada la solemnidad que envuelve a su estampa en mi recuerdo. Pero un momento después, comprendo que el baile es un componente vital de la experiencia musical, que permite ritualizarla por medio del movimiento. Eso sí, a pesar de que nunca he visto a Horacio bailar, presiento que no es ningún improvisado cuando se desplaza sobre la pista.

DCSegún entrevistas que has dado, no descartas en tus composiciones musicales influencias latinoamericanas, tales como la bachata, la cumbia, a banda, la salsa y hasta el reggaetón. ¿Cómo han recibido estas propuestas híbridas en una institución tan celosa de la tradición académica como Juilliard?

HFV. Afortunadamente, Juilliard es una de las instituciones musicales que más estilos acepta para composición. Yo sé que otras instituciones musicales en Europa no estarían interesadas en la voz que propongo.  No obstante,  Nueva York tiene mucho interés por la multiculturalidad y cosas frescas y, en el poco tiempo que he tenido aquí, la respuesta a lo que hago ha sido muy positiva. He podido fortalecer campos que me faltaban por pulir. Además, he tenido la fortuna de caer en manos de maestros quienes ya han hecho exploraciones similares a las que tengo intención de hacer. Ellos entienden y apoyan mis metas.

DC: Quienes te seguimos en tus redes sociales notamos que además de tus clases, tienes acceso en la universidad a actividades extracurriculares tales como recitales, conferencias y proyecciones. ¿Cuáles te han resultado más memorables hasta el momento y por qué?

HFV: Todo depende de tu propia iniciativa. Algo que he visto que falta en algunos de mis compañeros de composición es una personalidad más agresiva para hacer que su música sea tocada por el mayor número de gente posible y tampoco buscan tanto hacer relaciones profesionales. Lo primero que hice al llegar a Juilliard fue buscar ensambles y solistas buenos, y proponerles que les hiciera una obra sin ninguna razón en particular, sólo para colaborar con alguien. De esta manera he logrado varios proyectos muy buenos. La escuela también nos deja conocer a gente impresionante y te regalan boletos para ir al MET o a ver a la NY Philarmonic. En un día conocimos y tuvimos una plática con Brad Bird y Michael Giaccino (director y compositor de Up, Los increíbles, el gigante de hierro, Ratatouille) por la mañana, en la noche conseguí boletos para la filarmónica y logré pasar un rato con Joshua Bell. Me dejaron entrar porque John Corigliano, compositor de la música interpretada esa noche (soundtrack de la película El Violín Rojo, ganadora al Óscar a mejor banda sonora), me conocía por ser maestro de Juilliard.

DC: ¿Podrías describirnos el ambiente que se respira en Juilliard?

HFV: Es increíble porque sabes que todas las personas que ves son artistas con una gran trayectoria. Todos parecen  ser una pequeña joya que puedes descubrir y si hablas con ellos notarás muchas cosas particulares. Pero lo que más me impresionó es que a pesar de esto, es tan solo una escuela como cualquier otra y todos actúan como cualquier chavo de universidad. Si les hablas, te recibirán muy bien. Muchas veces se me olvida que puedo estar hablando con alguien que ya es famoso, pero es tu cuate en la escuela. No se siente tanta competencia como esperarías.

La competencia, sin embargo, sí se cierne sobre los aspirantes de Juilliard. De acuerdo a una estadística de US News, la tasa de aceptación en 2017 fue del 6%. No se trata de una escuela para aprender desde cero, sino que ofrece formación profesional del máximo calibre para artistas prodigio. La plantilla docente está compuesta en su totalidad por exponentes consumados en sus disciplinas, quienes han recorrido rigurosos procesos de capacitación didáctica, que les permiten interacciones fructíferas con sus discípulos, quienes se exponen diariamente a exigentes rutinas de actividades que, en caso de los estudiantes de Composición, pueden comprender en un solo día presenciar ensayos basados en sus propias obras, discusión y análisis de sus trabajos, composición cinematográfica, contrapunto avanzado y largos periodos para su composición privada.

DC: ¿Puedes mencionarnos un compositor actual de música académica y otro de música popular cuyo trabajo te parezca notable, y por qué?

HFV: Un compositor moderno que me ha influenciado mucho es Gershwin por su forma de combinar música estadounidense con la académica. Realmente usó de lo mejor de ambas para hacer música totalmente  personal, y cuyo estilo es de él y nadie más. Otro compositor a quien admiro es a Arturo Márquez porque con su Danzón 2 logró poner una danza popular en la orquesta y hacerlo genuinamente popular, genuinamente académico. Yo fui ganador de uno de sus concursos de composición en 2016 y fue el impulso más significativo de mi carrera hasta la fecha. Se ha vuelto un mentor para mí. Otra gran influencia ha sido Bach, cuya manera de componer tan humana y simultáneamente matemática es algo a lo que continuo a aspirar hasta la fecha.

Uno de los principales mentores de Horacio es el compositor mexicano Samuel Zyman, quien hace convivir diferentes periodos y tradiciones musicales en sus piezas, tales como el Jazz y el Impresionismo. Para poner en perspectiva su talla artística, en 2014, durante la gala del octogésimo aniversario del Palacio de Bellas Artes, se interpretó su pieza “Fanfarria y fantasía para orquesta”, compuesta especialmente para la ocasión. Es uno de los compositores mexicanos de más celebrados del momento en el ámbito de la música de cámara. Horacio no duda en reconocer la relevancia de su mentoría:

HFV: Él es otra figura importante en mi vida artística:  fue mi primer contacto con Juilliard. Resultó ser juez del concurso de Arturo Márquez y, tras ganarlo, me dije a mí mismo que era mi oportunidad de oro de asomarme por Juilliard por primera vez pues descubrí que daba clases aquí y él me recomendó. No es maestro de composición aquí, sino de teoría y en esa clase es fabulosa y nos motiva a todos a estudiar. Sin embargo, por supuesto que he aprovechado la cercanía, le he mostrado mis proyectos y muchos de sus comentarios han sido muy significativos. El mero hecho de recibir clases de un músico de su calibre es muy inspirador y su calidad como ser humano me ha permitido formar una buena relación con él.

DC: ¿Existen tradiciones musicales y procedimientos de composición musical que eran desconocidas para ti y con las que entraste en conocimiento en Juilliard?

HFV: Más que nada, he mejorando en la construcción de mi música desde un punto de vista global.  John Corigliano dice que si logras comprender cómo componer con forma, es decir, elaborar una buena planeación de la estructura de tu música,  y tienes unas cuantas buenas ideas, ya tienes la mayor parte. Mi mejoramiento en este aspecto técnico es al que más me enfocaré durante estos años de desarrollo y eso ha sido sorprendente para mí.

John Corigliano es autor de tres sinfonías, entre las cuáles destaca “Circus Maximus” (2004), compuesta para un ensamble numeroso de vientos comisionado por la Universidad de Texas y cuya premiere acaeció nada menos que en el afamado Carnegie Hall, en 2005. Es además autor de la ópera “Los Fantasmas de Versalles” (1991), inspirada tanto en una ficcionalización de Mozart como el Reino del Terror que se desató entre septiembre de 1793 y julio de 1794 en la Francia post revolucionaria. Ha ganado un Óscar, un Pulitzer y cinco premios Grammy.

DC: La teoría darwiniana de la creatividad parte de la generación de múltiples posibilidades, la subsecuente exploración o desarrollo y la retención selectiva de las posibilidades más acertadas. ¿Qué tanto de este modelo se ajusta a tu proceso de composición musical?

 HFV: Es bastante acertada. Al componer, siempre intento pensar en cómo reaccionaría el público a ciertas cosas. Hay ideas que tienen el potencial de ser interesantes para análisis, pero poco emocionantes para el público contemporáneo que nos tocó,  y debemos adaptarnos a eso. Como persona que ha asistido  a muchos conciertos, yo conozco qué nos aburre como público y qué tipo de cosas hacen que nos durmamos. Al momento de componer siempre busco hacer cosas interesantes para mí mismo, el público y mis ejecutantes. No siempre lo logro y cuando algo no sale, trato de mejorarlo en la próxima oportunidad. Conforme he compuesto más y he tenido estrenos, voy percatándome de mis fallas y fortalezas. Lo que debe quedarse y en lo que tengo que trabajar. Espero que cada obra sea más exitosa que la otra, progresivamente.

DC: ¿Puedes hablarnos un poco de tu estancia en Francia y qué trabajos y aprendizajes desarrollaste en dicho país?

HFV: Fui a Francia de intercambio por parte de la BUAP, a la universidad de Lyon 2 Lumiere. Fue una buena experiencia; no obstante, la universidad tenía un nivel bajo en música, así que  busqué otras oportunidades. Logré entrar a un conservatorio donde trabajé y mejoré aptitudes y técnicas de composición como el contrapunto, estudié con un maestro especialista en música contemporánea francesa y eso me enriqueció bastante. Mediante mis técnicas de escabullimiento, logré meterme de vez en cuando al conservatorio superior de Lyon (sólo hay dos de alto nivel en Francia y este era uno de ellos), conocí a buenos músicos que interpretaron mi obra e incluso tuve una relación con una chica de ahí. Todas estás experiencias me ayudaron mucho a desarrollarme y seguramente serán muy útiles en el futuro.

DC: ¿Suele fomentarse en Juilliard el trabajo interdisciplinario entre artistas de diferentes disciplinas?

HFV: Lo mejor de Juilliard es que estamos mezclados entre músicos, actores y bailarines de contemporáneo y ballet. El problema es que los seres humanos suelen querer juntarse con gente similar a ella y es compresible que no siempre reunamos nuestras fuerzas (a pesar de que la escuela hace todo lo posible por hacernos trabajar juntos), pero al final todo depende de la ambición individual y eso ninguna escuela te lo da. A menudo hay colaboraciones,  pero hay potencial de que haya más y en cierto modo es bueno que no haya tanto porque es potencial que está por ser explotado y deseo ser uno de los que más lo aproveche. También tenemos una clase llamada “Corecomposición”donde los compositores colaboran con bailarines y esa la tomaré en el futuro. Es una muy buena oportunidad para mí también ya que es la música para bailar es mi especialidad actual.

A Horacio le esperan aún varios años de esfuerzo y aprendizaje. Nociones herméticas para el grueso de los músicos se revelarán frente a él, ofreciendo substancia y luminosidad a sus partituras. En su actual academia afinará no solo sus procedimientos de composición, sino su identidad cívica, que es uno de los rasgos que Juilliard cultiva en su alumnado. Cuando Horacio regrese a su país, probablemente aprovechará el atributo universal del lenguaje con el que trabaja para fomentar el entendimiento entre sus conciudadanos, o incluso el diálogo entre su pueblo y los ciudadanos de las demás naciones del orbe.

Da click aquí para ir al canal de Youtube de Horacio Fernández.

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