Lado B
Un tren rumbo al cielo
¿En qué momento esta realidad, que debe indignarnos y entristecernos porque significa un fracaso como sociedad y humanidad, nos empezó a parecer normal?
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
23 de octubre, 2018
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Foto tomada de Telemundo Chicago

Martín López Calva

Señor quiero preguntarte ¿si lo que he vivido significa algo?

-Un hombre mutilado

-Mujeres violadas

¿En qué momento la masacre se convirtió en una aburrida noticia para la  gente?

Señor, déjame ir contigo y cruzar las fronteras del mundo.

Señor aún no tengo mi visa, ni pasaporte.

Señor llévame contigo al cielo, soy un migrante, no me cobres cuota.

Señor, ayúdame.

Nuestro camino es una cacería sangrienta.

Nuestra sangre cubre las tierras mexicanas.

Nuestro destino, un secuestro y dolor para nuestras familias.

Señor aún no tengo mi visa, ni pasaporte.

Señor llévame contigo al cielo, soy un migrante, no me cobres cuota.

Señor, llévame en un tren rumbo al cielo y no me preguntes si tengo visa, no me asaltes, no me golpees solo eso te pido.

Ernesto y Vicente (Migrantes centroamericanos en la Casa del migrante en Coahuila, antes de cruzar la frontera). Una canción.

Querida Sandra:

El viernes pasado fue un día de noticias tristes. Hacia el medio día, camino a casa, escuché por la radio en varios noticiarios la información acerca del muy lamentable y cuestionador incidente del “portazo” que dieron cientos de migrantes hondureños en el puente que divide la frontera de México con Guatemala; y la reacción de la policía para contenerlos que produjo escenas aterradoras y dejó varias personas heridas. Un par de horas más tarde, recibí un mensaje claro y escueto de una buena amiga en común que me hizo favor de mantenerme al tanto de noticias tuyas: “Acaba de morir Sandra”, decía el texto que me cimbró.

Creo que ambas noticias terribles se entrelazan por al menos dos razones y por ello nace en mí la necesidad de escribir este texto que ocupará mi Educación personalizante de la semana. Porque creo que ambas razones tienen profundas implicaciones educativas que deberían hacernos pensar y sentir.

En primer lugar, creo que estas dos malas noticias se tocan porque ambas tienen que ver con la injusticia y la impotencia.

En el caso de tu partida, como nos dijo Miguel el sábado que estuvimos un rato acompañándolo, la realidad de la enfermedad se apoderó de tu cuerpo de pronto y generó un proceso tan rápido, inesperado, sorpresivo y sin retorno, que generó un completo enigma que nunca alcanzaremos a comprender.

Verlo como enigma, como parte del misterio de la vida y la muerte, es lo más sano y constructivo –humanamente hablando–, porque así se abre un camino de reflexión y de búsqueda a un nuevo equilibrio y una nueva paz frente a la ausencia de un ser querido. Aunque no deja de haber una sensación de injusticia cuando este misterio conlleva la pérdida de alguien que está en plenitud, que tiene todavía muchas cosas por vivir y mucha riqueza por aportar a este mundo tan necesitado de buenas personas como tú; de profesionales talentosos y comprometidos como tú; de gente que entrega su vida con entusiasmo, con esperanza crítica, con amor dea deveras a los más necesitados, como tú: siempre con una sonrisa.

No deja de sentirse la impotencia frente a esa realidad que vemos injusta pero imposible de modificar. Nos encontramos en una situación que nos desborda: no podemos hacer nada que cambie el curso de los acontecimientos.

De la misma forma, la realidad de los migrantes es claramente el producto de una situación histórica de injusticia estructural y de normalización cultural de esa injusticia que se vuelve, incluso, un conjunto de significados y valores distorsionados que generan: racismo, clasismo, exclusión, desprecio, aporofobia –discriminación de los pobres por ser pobres– y xenofobia.

Basta leer las reacciones que generó en las redes sociales esta crisis migratoria entre muchos miles de mexicanos, quienes se expresaron con violencia y total desprecio hacia los migrantes vistos como delincuentes y considerados una amenaza para constatar esta tristísima realidad de exclusión y aporofobia que campea en nuestro país.

Sin embargo, a diferencia del enigma de la enfermedad y la muerte, frente al que no podemos hacer prácticamente nada, la situación de los migrantes en nuestro país, en nuestro continente y en el mundo en que vivimos, nos interpela y exige una acción que, si bien es muy complicada y tardará varias generaciones en tener resultados, es claramente posible de enfrentar y solucionar si tenemos la inteligencia y la voluntad colectiva para hacerlo.

Porque, como decía bien Pedro Arrupe S. J. : “hoy ya es evidente que el hombre podría hacer que este mundo fuera más justo… pero no quiere… «

En segundo lugar, estas dos malas noticias se enlazan porque el tema y la realidad de los migrantes fue parte de tu preocupación y tu trabajo como docente, como investigadora educativa y como agente activa de la sociedad civil.

“Una noche nos agarraron cuando íbamos en una Van (camioneta). Íbamos como 25 personas… lo volvimos a intentar… cruzamos… pero yo ya sentía que era una delincuente por no tener papeles y eso me hizo sentir mucho miedo” [Raquel].

Sandra Aguilera Arriaga. «Experiencias educativas de jóvenes migrantes. Vida transnacional, identidades y emociones«, p. 4.

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Foto tomada de Estudios de Politica Exterior

Porque como investigadora educativa dedicaste tu trabajo doctoral a comprender la vida transnacional de los migrantes que van desde nuestra Puebla hacia Nueva York, y cómo esta experiencia modifica sus identidades e incide en su vida emocional. Porque como educadora comprometida con la interculturalidad trabajaste para formar, difundir e impulsar proyectos educativos concretos con visiones alternativas de cambio social en las regiones más vulnerables de nuestro estado. Porque como promotora de espacios de encuentro y de procesos para compartir experiencias a nivel latinoamericano conociste e incidiste también en las realidades de otros países de nuestro continente que viven las realidades de pobreza y de migración.

Por todo ello, tu trabajo aportó elementos para combatir esta visión que criminaliza a quienes tienen que dejar su tierra para buscar oportunidades de vida digna –o de mera supervivencia frente al hambre y la violencia–; visión que hace que incluso ellos mismos se sientan como Raquel: delincuentes por no tener papeles y vivir el miedo, vivir con miedo frente a todos los riesgos que tienen que enfrentar en su camino incierto.

“¿En qué momento la masacre se convirtió en una aburrida noticia para la  gente?” podemos preguntarnos junto con los migrantes que escriben este poema que hoy tomo como epígrafe. ¿En qué momento esta realidad, que debe indignarnos y hacernos sentir tristes porque significa un fracaso como sociedad y como humanidad, nos empezó a parecer normal? ¿Por qué nos acostumbramos a ver el sufrimiento humano a nuestro lado sin conmovernos ni hacer nada por cambiar las cosas?

Estas y muchas otras preguntas deberían orientar nuestra labor educativa para formar nuevas generaciones de ciudadanos que sean capaces de compadecer a quienes sufren la injusticia, en lugar de considerarlos delincuentes o verlos como un riesgo.

Retomo, para terminar, las dos noticias tristes de mi viernes pasado para ver sus implicaciones educativas. Una educación personalizante debería formar seres humanos capaces de afrontar la realidad humana que implica, como dice Morin: “morir de vida y vivir de muerte” para superar las desgastantes e inútiles visiones de injusticia e impotencia, transformándolas en apertura al enigma de la vida y la muerte, al misterio de la muerte y la vida que nos pueden ayudar a buscar sentido a la existencia.

Una verdadera Educación personalizante debería también formar personas sensibles ante el dolor de los que padecen injusticia, pobreza y tienen que dejar sus lugares de origen; romper sus lazos familiares y culturales para buscar opciones de supervivencia y de posible vida digna en otros países. Formar ciudadanos solidarios que se comprometan con la búsqueda de un cambio de estructuras socio-económicas y políticas que puedan garantizar un futuro en el que nadie tenga que emigrar; para que exista un mundo en el que quepamos todos y en el que cada uno sea aceptado y acogido como parte de la humanidad.

Querida Sandra, hoy que has partido en un tren rumbo al cielo, en el que no necesitarás visa ni pasaporte, sigue desde allá trabajando para que aquí no haya más gente que tenga como camino una cacería sangrienta y como destino un secuestro; dolor para sus familias.

*Foto de portada tomada de BBC

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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