Lado B
Marcela: gestora cultural, madre gestante y prometida
Una nube de polvo blanca venía caminando. La gente gritaba, esperando que algún policía pudiera decir qué hacer; todos opinábamos, pero nadie sabía nada
Por Alonso Pérez Fragua @fraguando
23 de octubre, 2018
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#MemoriaSísmica #S19 #PuebladePie

Marcela González Castillo  y Alonso Pérez Fragua

@fraguando

[13:15, 5/9/2018] Alonso: Hola Marce, te comparto la liga a la primera entrega de mi nuevo proyecto, Memoria sísmica. ¡Saludos!

[17:26, 5/9/2018] Marcela: ¡Hola! Lo estoy leyendo de a poco, porque nomás de recordar dan ñáñaras jaja. ¡Un abrazo!

[17:27, 5/9/2018] A: No t había querido preguntar pero, ¿tú estabas en Capilla del Arte ese día?

[17:36, 5/9/2018] M: ¡Sí! Con una becaria. Días antes ves que tembló en la madrugada, así que solo vi los vídeos de seguridad y medio se movían las mamparas de la galería, con las obras de Beto Ibáñez colgadas; las columnas intactas. El 19, cuando empezó a temblar, le dije entonces a esta chica, no te preocupes, esto es un búnker. Sin embargo, empezó más y más fuerte y fue cuando salí de la oficina. En el segundo piso tenía a gente de Mantenimiento en andamios. ¡Bájate, Libra!, le grité. Ya estaban en eso, transparentes del susto, y mi becaria me tomó de la mano, y Raúl, el jefe de Seguridad, gritaba ¡vámonos!; él también tenía miedo. Rosy, la otra poli, iba delante de mí y la tablarroca se desprendía y nos cubría el cuerpo: volteó a verme como quien no sabe qué hacer. Solo es polvo, no te preocupes, le grité. Yo bajaba con más cuidado porque ya tenía 5 meses de embarazo y tenía miedo de caerme de sentón. Al salir te das cuenta de que en un simulacro te “preparan” para salir del edificio, pero no te dicen qué hacer después. Yo hubiera preferido no salir, todos me preguntaban qué hacer, y Raúl estaba como loco en la radio con la gente de la universidad, sin que preguntaran por nosotros y sin que nos dieran indicaciones; estaban atendiendo las necesidades en campus con el alumnado.

Una nube de polvo blanca venía caminando desde la 8 Oriente y hasta la 2 Norte. La gente gritaba, las cortinas las bajaban, las alarmas sonaban y los extranjeros volteaban a todas partes esperando que algún policía hablara inglés y pudiera decirles qué hacer.

Unxs decían que fuéramos al Zócalo, otrxs al atrio de la catedral, otrxs pedían que nos quedáramos ahí, a mitad de la calle. No sé quiénes eran; todo mundo opinábamos, pero nadie sabía nada.

Nos sacudimos el polvo y ya con la certeza de que había acabado y de que estábamos bien, empezamos a buscar por teléfono a nuestra gente. Yo tenía el teléfono inalámbrico de Capilla en la mano y me lo pedían, pero ya no había línea.

La gente empezó a gritar que había muerto alguien aplastado en la 10 Oriente por una barda, un ambulante, y todos se tocaban el rostro como reconociéndose ante una situación desconocida. Conocí entonces a los de la tienda de enfrente, la joyería, los tennis. Nunca les había visto la cara y, aunque la situación era de completa incertidumbre, nos consolaba ver el rostro de quien trabaja a unos metros de ti. En cuestión de minutos se hizo una comunidad.

Pancho -que en ese momento era aún mi prometido- llegó corriendo al poco rato, desesperado, y nos abrazamos. ¿Y la boda?, me dijo -porque nos casábamos en cuatro días-. Alcé los hombros y le dije, llueva, truene o tiemble, ¡nos casamos!, como un chistorete tonto para alivianar el momento.

Después de revisar el edificio y tomar fotografías, nos retiramos todos, menos Raúl, a quien le estuve escribiendo toda la tarde. Nuestro auto estaba por el barrio de Analco, así que caminamos por la Palafox y Mendoza. La BUAP ya había acordonado sus casonas y, a mitad de la calle, vimos partes de sus edificios caídos. Algo más sucedió entonces: vimos nuestros edificios que, aunque acompañaban nuestros cielos y hacían sombra cuando pasábamos junto a ellos, ahora estaban en el suelo, acompañando nuestros pasos.

Necesitaba una Coca-Cola, porque la presión se me había bajado. Decidimos pasar al Oxxo de la 4 Sur que, por supuesto, estaba cerrado e increíblemente dañado, junto con unos autos ahí estacionados y dónde, por suerte, no encontré lugar ese día. El Boulevard 5 de Mayo fue otra sorpresa, los camioneros gritaban como usualmente lo hacen, pero ahora era para pedir que subieran a niñxs, estudiantes y gente que necesitara salir de ahí.

Al llegar a Analco vi a un señor con sus dos hijos jugando con su cabeza. Él tomaba una cerveza triste. No están jugando con su cabeza, Marce, me dijo Pancho. Están quitándole vidrios. Las ventanas se habían reventado y habían caído sobre la gente que pasaba.

Llegamos a la casa de mis papás a eso de las 6 de la tarde, antes que ellos. Pancho me ayudó a enderezar unos muebles e identificar las grietas que se hicieron. No teníamos el valor para prender la televisión. En la radio empezaba el conteo de edificios dañados y entre ellos las iglesias. Por supuesto la iglesia del Carmen fue una de ellas y mis amigos empezaron a llamar para ver si la boda seguía en pie. No lo sabíamos, tampoco importaba. Estábamos vivos.

[18:09, 5/9/2018] M: Al final, y contra todos los pronósticos, sí nos casamos, no en la iglesia del Carmen, pero sí en su capilla. En las fotos aún se ven en el fondo las cintas de precaución y el escombro que no pudieron retirar. Tampoco sonaron las campanas para evitar cualquier tipo de vibración. ¿Dónde están los ángeles de la ciudad?, me pregunté. Mi duda se disipó en los días siguientes, ya que uno por uno fueron llegando al zócalo con víveres, herramientas, ropa, amor y voluntad para levantar nuevamente la ciudad que edificaron hace años y en la que hoy, Majo, mi hija, crece sana y feliz.

[18:30, 5/9/2018] A: se me puso el cuero chinito en varios momentos.

[18:38, 5/9/2018] M: no pude escribir bien porque estoy con la niña, pero es de lo que me acuerdo ahora. Fue muy feo, Alonso.

[18:39, 5/9/2018] A: si esto fue con niña y al aventón, no imagino cómo me hubieras puesto la piel si escribías cn más calma.

[18:40, 5/9/2018] M: Jaja, qué va. Me sirvió de desahogo. Creo que a nadie le había contado lo que vi ese día. Hasta me quité un peso de encima. Me sirvió de catarsis, muy cañón. Te agradezco, creo que nadie me había preguntado.

[19:09, 5/9/2018] A: yo no había querido porque cnMajo en la panza sospechaba que lo habías vivido más intensamente.

[19:09, 5/9/2018] M: Jajaja sí, y a lo mejor por eso nadie me preguntó, como que fue de, ok, ya pasó, todo ok, Majo sin problema y ahí quedó.

[13:14, 19/9/2018]: M: Recordé algo más, Alonso. Por alguna razón, mientras todo pasaba, se me vino a la mente una canción de Miguel Bosé: Walking Around, basada en un poema de Pablo Neruda. Habla de que uno se cansa de ser hombre, y así se veía la ciudad, o al menos así yo la oía en esos momentos, una gran orquesta con una voz desesperada diciendo que se cansa de ser “paseo con ojos, con zapatos, con furia, con olvido, paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia, y patios donde hay ropas colgadas de un alambre: calzoncillos, toallas y camisas que lloran lentas lágrimas sucias”.

[quote_center]Memoria sísmica es un proyecto periodístico de Alonso Pérez Fragua para LADO B que se publica cada miércoles desde el 5 de septiembre de 2018. Busca materiales adicionales en Instagram y Twitter con el HT #MemoriaSísmica. Encuentra también la lista de canciones alusiva a esta crónica en Spotify en esta liga. [/quote_center]

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Autor Lado B
Alonso Pérez Fragua
Alonso Pérez Fragua es periodista, gestor cultural y eterno aprendiz de las cosas del arte y del mundo. Actualmente realiza estudios de maestría en Estudios Culturales por la Universidad Paul Valéry, de Montpellier; su tesis tiene a Netflix y a las tecnologías digitales como objetos de estudio. En México cursó una maestría en Comunicación y Medios Digitales, y una especialidad en Políticas Públicas y Gestión Cultural. Melómano, bibliógafo, cinéfilo, maratonista de series, wikipedista y un poco neurótico. Lo encuentras en Twitter e Instagram como @fraguando.
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