Lado B
La escuela como espacio de construcción artística
La escuela debe ser promotora de la liberación estética y la creatividad artística, así como espacio para descubrir las claves de construcción de la vida
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
02 de octubre, 2018
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Foto tomada de El Diario de Coahuila

Martín López Calva

El estudiante no sólo es capaz de liberación estética y creatividad artística: su obra de arte primordial es su propia vida. El protagonista de la escuela encarna en su propio cuerpo y en sus acciones lo hermoso, lo bello, lo admirable, antes aún de plasmarlo con más libertad en la pintura y la escultura, en la música y la poesía. El estilo es el individuo antes de ser patente en la obra de arte.

Lay Araceli Rodríguez Hernández. La escuela como mutua automediación entre el estudiante y la comunidad, p. 107.

Hablamos hace una semana en esta Educación personalizante acerca de la escuela como espacio que contribuye a la construcción del bien humano y en ese sentido, debe ser generadora de valores (valor originante) y convertirse en sí misma en un valor para la sociedad (valor terminal).

Continuamos hoy con la reflexión acerca de la institución escolar abordándola desde el ángulo del arte en dos dimensiones: la de la escuela como promotora de la liberación estética y la creatividad artística de los estudiantes y la más importante que es la de la escuela como espacio donde cada educando debe encontrar el espacio propicio y el ambiente adecuado para ir descubriendo las claves para la construcción de la obra de arte primordial, que es su propia vida.

En primer lugar resulta muy importante plantear algo que afortunadamente tiene cada vez mayor relevancia en los documentos y declaraciones sobre la educación formal y el papel de las instituciones escolares, aunque todavía no logra traducirse suficientemente en las prácticas cotidianas de profesores y estudiantes. Se trata de la formación artística y el desarrollo de la creatividad en las aulas.

Tal como lo han planteado muchos pensadores contemporáneos al analizar la educación formal, el proceso de enseñanza y aprendizaje en la escuela se ha centrado históricamente en una visión racionalista en la que se da una prioridad casi exclusiva al desarrollo de lo que Howard Gardner llama la Inteligencia lógico-matemática y la Inteligencia lingüística.

Como afirma Edgar Morin, la cultura occidental ha privilegiado el desarrollo y la aplicación del hemisferio izquierdo del cerebro que es el que tiene que ver con las operaciones lógicas, sistemáticas y racionales por encima del hemisferio derecho que coordina la intuición, la imaginación y la creatividad.

Por su parte Sir Ken Robinson ha señalado con acierto y una buena dosis de humor que la escuela mata la creatividad porque se basa en una perspectiva ilustrada de la inteligencia en la que identifica lo inteligente con lo académico y se basa por tanto en el ideal de formar “profesores universitarios” en todo el sistema educativo.

Ante estos señalamientos resulta esperanzador que los nuevos discursos pedagógicos y los planteamientos curriculares actuales hablen ya de la relevancia que tiene el desarrollo de la creatividad y el espacio para la educación artística en los currículos escolares y universitarios.

El nuevo modelo educativo puesto en marcha a nivel nacional en este período escolar y ahora sujeto a cuestionamientos por el gobierno entrante plantea ya dentro de los aprendizajes clave a las artes.

El desarrollo de la creatividad tiene en el aprendizaje de actividades artísticas una herramienta fundamental y debe cultivarse como una de las actividades importantes y ocupar un lugar significativo en la formación escolar, dejando atrás la visión de complemento o actividad “de relleno” que ha tenido tradicionalmente en nuestro sistema educativo.

“…Robert Doran une la noción de Arte dramático con el deseo de tener éxito en el drama de la existencia, encontrando y perseverando en la dirección que puede descubrir en el movimiento de la vida. Somos artífices de nuestra propia vida de lo que hagamos con ella y que está en constante construcción”.

Lay Araceli Rodríguez Hernández. La escuela como mutua automediación entre el estudiante y la comunidad, p. 107.

Pero como plantea el epígrafe tomado de la tesis doctoral de Lay Araceli Rodríguez que está sirviendo como base para esta serie de reflexiones acerca de la escuela, el estudiante no solamente es capaz de liberación estética y creatividad artística sino que, como afirma Lonergan en Insight, tiene en su propia vida, la principal obra de arte que tiene que realizar.

En efecto, Lonergan plantea que el teatro, la literatura o el cine solamente imitan el drama fundamental que es el de la construcción de la vida humana individual y colectivamente considerada. Cada persona tiene el reto de construir su propio drama, su propio proyecto de vida dentro del drama colectivo de la sociedad en la que le toca vivir y en el marco del drama histórico de la humanidad en su proceso de desarrollo.

De este modo, la escuela debe pensarse y estructurarse como un espacio propicio para que cada estudiante encuentre el ambiente y adquiera las herramientas necesarias para construir su propia vida, la principal obra de arte que tiene como tarea.

Porque cada estudiante es artífice de su propia vida y responsable principal de lo que haga con ella en cada momento, puesto que esa vida está en constante construcción.

“…tal deseo (el deseo de vivir humanamente) se satisface descubriendo inteligentemente y siguiendo resueltamente la dirección que tiene que encontrarse en el movimiento de la vida. Es posible también no dar con la dirección, y el hecho de no encontrarla puede depender radicalmente, no de nuestras propias obras sino de la opresión de las dialécticas distorsionadas de la cultura y de la comunidad”.

Doran, Robert. La teología y las dialécticas de la historia, p. 303-304.

Esa necesidad de construir la vida como la obra de arte central se experimenta como un deseo profundo en cada persona: el deseo de tener éxito en el drama de la existencia según lo expresa Robert Doran.

Tal deseo se satisface solamente cuando se descubre inteligentemente y se sigue de manera resuelta y responsable en las decisiones y acciones la dirección que se encuentra en el movimiento de la vida, el espacio personal de aportación y desarrollo que contribuya a ese movimiento vital de la humanidad.

La escuela puede y debe ser ese espacio en el que los niños y jóvenes experimenten el ambiente propicio, vivan encuentros significativos e interactúen con presencias auténticas que los inviten a ese descubrimiento inteligente y a ese compromiso responsable con lo que descubren como valioso para diseñar su proyecto de vida personal en el marco de su contribución a la comunidad.

Pero también es posible no encontrar esa dirección existencial y esa imposibilidad de encontrarla puede deberse a una distorsión de la cultura y de las instituciones sociales en las que se vive. La escuela puede ser también una institución alienada y alienante que en lugar de propiciar el descubrimiento e invitar al desarrollo de la obra de arte que es la vida de cada estudiante, sea una fuente de confusión intelectual y ética.

Resulta por ello indispensable que los directivos, docentes, orientadores y administrativos que guían el curso de una institución escolar se pregunten seriamente por la forma en que está organizada la vida cotidiana con los estudiantes y reflexionen de manera responsable sobre los elementos que es necesario transformar para que la escuela se vuelva un espacio de construcción artística y no una simple reproductora de las dialécticas distorsionadas de la cultura y la comunidad en crisis en las que hoy vivimos.

*Foto de portada tomada de Escuela Activa Integral

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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