Lado B
The Meg o el arte de embellecer la serie B
El reciente estreno de The Meg es prueba contundente de que el Shark Exploitation está muy lejos de desaparecer.
Por Héctor Jesús Cristino Lucas @
24 de agosto, 2018
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Foto tomada de CNT

Héctor Jesús Cristino Lucas

Así como aclaramos en el artículo anterior, esta inexplicable fiebre por hacer películas de tiburones –unas más ridículas que otras–, sigue vigente; y el reciente estreno de la película de Jon Turteltaub, The Meg, es prueba contundente de que este extraño y hasta surrealista movimiento, titulado por algunos como Shark Exploitation, está aún muy lejos de desaparecer.

Y aunque suene raro, no es una mala noticia. En lugar de tomar a todas y cada una de estas películas como una plaga incurable para el actual séptimo arte, deberían analizarse como un movimiento curioso y hasta divertido en el que no debería haber cabida para pretenciosos academicismos. Esto hacia esas críticas, necias y aburridas, que no comprenden con exactitud el estilo o la intención de algunos filmes como The Meg, por ejemplo.

Probablemente, cuando el escritor Peter Benchley publicara su novela Jawsen 1974, o más aún, cuando el multipremiado cineasta estadounidense Steven Spielberg la llevara a pantalla grande en 1975, ninguno de los dos se hubiera imaginado la cantidad de filmes que vendrían después.

Algunos a manera de imitación, como la película italiana El último tiburón (1981) de Enzo G. Castellari, que en medio del furor que estaba ocasionando Spielberg a mediados de los 70, los productores optaron por distribuirla a otros países con el peculiar título de Tiburón 3

Y otros, a manera de inspiración, como Deep Blue Sea (1999) de Renny Harlin, que está plagada de homenajes y guiños directos a la película de Spielberg. Incluso, los tres tiburones que aparecen en la película mueren exactamente igual como los tres escualos de las tres primeras películas de la saga Jaws.

Pero una tercera vertiente nació en el siglo XXI. Las películas de tiburones ya no serían ni imitadas ni homenajeadas sino, más bien, parodiadas.

Y algo de culpa tiene Deep Blue Sueal respecto, porque pese a que es una película que se toma enserio, también posee ese ligero toque de serie B y comedia rocambolesca que parece reírse de sí misma. Sin embargo, a quien debemos culpar seriamente es a The Asylum. Una productora independiente que hizo y deshizo el cine de tiburones; una productora que, prácticamente, se adueñó y presentó al mundo lo que es el Shark Exploitation.

Ahora, entiéndase como Exploitation, literalmente, la explotación del subgénero a niveles estratosféricos. Su nombre no es gratuito. No por nada sus encantadoras películas de monstruos gigantes como Megapiranha (2010), 2 Head Shark Attack (2012) o, por supuesto, la hilarante franquicia Sharknado (2013) –cuya sexta entrega pronto a estrenarse incluirá viajes en el tiempo–, llegaron para quedarse y explotar absolutamente todo.

Y esto es oficial. Aunque actualmente existan buenas películas de tiburones exentas de esta infame moda, como la fantástica The Shallows(2016) de Jaume Collet-Serra, el siglo XXI le pertenece básicamente a las películas de serie B,  y al cine de explotación dedicados a los tiburones y a otras bestias marinas.

Filmes tan malos que algunos dudan en llamarlas de serie B y optan por catalogarlas serie Z; filmes cuyo mérito es hacer que te lleves las manos a la cabeza por lo malas que son; filmes que no tienen ni el mínimo propósito de ser creíbles o tomarse enserio. Pero ahí radica su encanto. Esa es la única razón por la que el Shark Exploitationtiene tanto éxito hoy en día.

Porque parece ser que, al menos en este extraordinario cine, las reglas cambian. No se califica a la mejor película de tiburones, sino más bien a la más absurda y estúpida de ellas; con el único propósito de satisfacer el morbo que generan preguntas como: ¿Hasta dónde se puede llegar? ¿Hasta dónde se es capaz de exprimir el juego a la fórmula que alguna vez trajo Spielberg y Benchley?

Es por ello que la actual película de Jon Turteltaub, The Meg (2018), aparece en el momento más oportuno.

Originalmente fue la novela Meg: A Novel of Deep Terror, del escritor de ciencia ficción Steve Robert Alten. Se publicó en julio de 1997 y desde entonces se convirtió en un éxito literario con hasta cinco secuelas más ganando cientos de fans alrededor del mundo.

Así, aunque fue considerada como todo un bestsellerdesde que se publicó, no convenció del todo a la crítica, ya que la consideraban simple literatura básica con lenguaje digerible y sin ningún mérito importante.

Algunos mencionaron que la historia no era más que un montón de sucesos absurdos y plagados de acción sin desarrollo alguno; mientras que otros, alababan la cantidad de datos reales respecto al tema de los océanos, específicamente, las Fosas de las Marianas.

Lo cierto es que, Meg: A Novel of Deep Terror fue considerada, poco a poco y tras el paso de los años, como una de las mejores novelas de horror y ciencia ficción dedicadas al Exploitaitonde tiburones; ganándose de esta manera un interesante lugar para los amantes de este tipo de novelas.

Respecto a su reciente adaptación, poco o nada podemos añadir. De hecho, resulta curioso que los resultados de su primera adaptación cinematográfica, The Meg (2018), hayan sido exactamente los mismos que en su versión literaria: un rotundo éxito entre las masas, pero una decepción absoluta entre la crítica. Y es aquí donde debemos explicar.

Los expertos han mencionado que The Megno es nada más que un espectáculo visual sin ningún otro mérito que deba reconocerse. Y tienen razón. Gran parte de la película muestra un pobre desarrollo de personajes y unos diálogos forzados y patéticos que, no obstante, lejos de dar pena, eso sí, causan muchísima gracia.

Fuera de todo ello, la película sólo ofrece una simple y llana cosa: la confrontación entre el arquetípico “Hombre indestructible”, interpretado por Jason Statham, vs “El monstruo”, que aquí, básicamente, es un Megalodón. No hay absolutamente nada más que eso, y aún así, sale ganando.

PorqueThe Megno es ningún Jaws. Es solamente una poderosa contendiente dentro del hilarante Shark Exploitationactual. No pretende ser la joya del siglo XXI ni mucho menos, aunque gracias a ello, a lo que se opone a ser, se transforma en un raro tesoro de este siglo, dedicada a aquellos que entienden su manufactura y sus alocadas intenciones.

En pocas palabras, resulta absurdo generar una crítica negativa a este tipo de películas ya que sus intenciones obedecen a otro movimiento, a otro propósito. Criticar de manera negativa a un film dentro del Shark Exploitationes como publicar en primera plana en algún periódico internacional que la carne roja es mala; que la Coca-Cola hace daño; o que McDonald’s no es el mejor lugar para comer. Es confirmar lo evidente.

Y esto no quiere decir que no puedan ser criticadas sólo porque su intención es ser malas. Al contrario. Sólo que para este tipo de películas deben considerarse otros aspectos y, The Megfalla sólo en una cosa. Así es, sólo en una. Y no es en el desarrollo de personajes o en la trama básica, ya que como lo hemos mencionado, estos no son los puntos correctos para dirigirse a una película de serie B o cine de explotación. El único error que comete la película de Jon Turteltaub es pretender, a momentos, ser algo que no es.

Cuando Jason Statham vio el corte definitivo de la película, hizo una declaración oficial que apareció en distintos medios de comunicación y redes sociales: “¿Y LA SANGRE? ¿DÓNDE ESTÁ LA PUTA SANGRE?”

The Meg, así como en la novela, no iba a ser sólo una película que mezcle acción, horror y ciencia ficción, sino también sangre. Iba a ser considerada de hecho, una película gore. Y el actor parece haber confirmado este detalle, puesto que el producto final que vemos en cines no es lo que precisamente él había grabado. En la revista digital Collider, mencionó:

«El guión es totalmente diferente. A veces, piensas: ‘¿Cómo ha pasado? ¿Cómo ha ido de esto a eso?’… Era radicalmente diferente. Supongo que, en algunos aspectos, vuestra imaginación y vuestra percepción de lo que lo va a ser, es su peor enemigo. […] Es divertida pero piensas: ‘¿Dónde está la puta sangre?’. Es decir: hay un tiburón». 

Aparentemente, y en último minuto, se decidió a que The Megno fuera una película gore, recortando prácticamente toda escena donde hubiese violencia explícita. Así, es en eso, justamente, en donde falla. La película luce recortada, muy mal recortada, por cierto; luce tímida, luce temerosa.

El motivo por el cual un filme no pretende transformarse en una ola descomunal de goreo clasificación R, es para generar un éxito rotundo en ganancias, debido a que este tipo de películas no suelen generar tanto dinero en taquilla. Y vaya que lo ha conseguido. Fue un blockbusterque reventó las salas del cine; y ya huele a segunda parte. Sobre todo si consideramos que existe una saga literaria lista para ser adaptada. Hay Shark Exploitationpara rato.

Por alguna razón se decidió que The Meg, aún con sus pésimos diálogos y sus terribles personajes, fuera considerada como “algo serio” al quitarle toda la violencia explícita que había en ella. Es decir, como si eso fuera a lograrlo.

La película continúa siendo un fascinante exponente dentro de este hilarante movimiento por lo absurda que es, sólo que uno bastante modesto y descafeinado. Aceptémoslo, es divertida y emocionante, así deben ser estas películas, pero si algo le faltó para considerarse un espectáculo alucinante y, ahora sí, una joya del siglo XXI declarada por El Cinemaniaco… fue la sangre.

The Meg no es más que el embellecimiento de la serie B. Un truco efectivo para atraer a la audiencia en masa sin que estas salgan despavoridas sólo porque su clasificación es R o, como muchos consideran, el peor cine de todos.

Es una pena.

Sinopsis:

“Cuando un sumergible se avería en pleno fondo marino del foso de las Marianas, un experto buceador arriesgará su vida en intentar el rescate, mientras le surge una duda: ¿existe todavía allá abajo el Megalodón, el predador marino más temible que ha existido nunca?”.

*Foto de portada tomada de Pop Culturalist

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Autor Lado B
Héctor Jesús Cristino Lucas
Héctor Jesús Cristino Lucas resulta un individuo poco sofisticado que atreve a llamarse “escritor” de cuentos torcidos y poemas absurdos. Amante de la literatura fantástica y de horror, cuyos maestros imprescindibles siempre han sido para él: Stephen King, Allan Poe, Clive Barker y Lovecraft. Desequilibrado en sus haberes existenciales quien no puede dejar (tras constantes rehabilitaciones) el amor casi parafílico que le tiene al séptimo arte. Alabando principalmente el rocambolesco género del terror en toda su enferma diversidad: gore, zombies, caníbales, vampiros, snuff, slashers y todo lo que falte. A su corta edad ha ido acumulando logros insignificantes como: Primer lugar en el noveno concurso de expresión literaria El joven y la mar, auspiciado por la Secretaría De Marina en el 2009, con su cuento: “Ojos ahogados, las estrellas brillan sobre el mar”. Y autor de los libros: Antología de un loco, tomo I y II publicados el 1° de Julio del 2011 en Acapulco Guerrero. Aún en venta en dicho Estado. Todas sus insanias pueden ser vistas en su sitio web oficial. http://www.lecturaoscura.jimdo.com
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