Lado B
"La Negrada", la tercera raíz mexicana al celuloide
El filme de Pérez Solano encuentra su mayor solidez y virtud, al lograr que el argumento sirva como pretexto para darle cuadro a un grupo de olvidados sociales
Por Jaime López Blanco @
31 de agosto, 2018
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Jaime López

@JaimeComunidad3

Sin lugar a dudas, el nuevo largometraje de Jorge Pérez Solano ha generado grandes expectativas entre propios y extraños al mundo cinéfilo, pues se centra en una de las comunidades más invisibilizadas en los filmes nacionales de ficción: la población negra.

De ese modo, su tercer filme, titulado «La negrada», se vuelve un medio idóneo para darle voz a esas mujeres y a esos hombres que, en similitud con otros sectores marginados del país, carecen de servicios y derechos básicos (por ejemplo, la educación), así como del reconocimiento o atención sociales.

Entrevistado para medios de Puebla, el director de «La Negrada», Jorge Pérez Solano, ratificó que el objetivo de su nueva creación es darle más visibilidad a los pueblos negros de México.

«Ellos llevan una lucha desde hace muchos años tratando de ser reconocidos, sin embargo, viven con muchas carencias, alejados de ayudas gubernamentales, de servicios educativos, lo que ya es común en comunidades marginadas».

El otro propósito, añadió, es integrarlos a dinámicas culturales en las que pocas veces han participado (el aludido cine de ficción, por citar alguna). Igualmente, pretende continuar con una de las temáticas recurrentes de sus anteriores puestas audiovisuales: la equidad de género.

Así,  en «La Negrada», la audiencia puede percibir la manera en que algunos roles de género se siguen perpetuando al interior de la República Mexicana, sin importar el color de piel de las protagonistas.

Además, se puede apreciar cómo los personajes masculinos pueden llevar a la práctica el poliamor, pero les indigna que las féminas hagan o intenten hacer lo mismo.

Sobre si hacen falta más películas que compensen el gran número de argumentos y locaciones centrados en la Ciudad de México, Pérez Solano admitió no conocer la respuesta. No obstante, aseguró que su cine seguirá con esa otra característica, la de salirse de la capital del país (algo que se ha podido observar en sus primeros trabajos: «La Tirisia» y «Espiral»).

Dijo que desarrollar historias en otros lugares y contextos del territorio azteca permite ver caras nuevas, paisajes nuevos, así como distintas maneras de comunicarse.

«Creo que ese es el atractivo; no tengo nada en contra de las películas de género, pero me parece difícil hacer una de ellas, porque digo ‘esto ya lo he visto en otras cinco películas’, entonces, trato de buscar que mis películas abran nuevos caminos», mencionó.

Por otro lado, destacó que el elenco de «La Negrada» se conforma por actores no profesionales, con quienes tuvo el reto de enseñarles la manera de comportarse en un set, de mirar a la cámara, y lograr que sus acciones fueran lo más naturales posibles.

Refirió su deseo de que su nueva película sea vista por todo tipo de público, pues así más personas se darán cuenta de aquel sector invisibilizado, condenado al olvido.

Al respecto, destacó que está haciendo todo lo posible por exhibir «La Negrada» en Pinotepa, Oaxaca (comunidad en la que se llevó a cabo el rodaje durante aproximadamente siete semanas), esto bajo las mejores condiciones de sonido e imagen.

Finalmente, el oriundo del sur del país (Oaxaca) consideró que en cuestiones fílmicas nacionales existen aspectos más importantes que legislar en exhibición, como implementar una materia de lenguaje audiovisual en las escuelas, para formar audiencias más exigentes con los contenidos.

Agregó que cada vez hay más variedad en el séptimo arte hecho en México, pero que le gustaría ver obras en diferentes lenguas originarias, para que los diferentes grupos sociales estén representados en la pantalla grande. 

«La Negrada», ¿chocolatoso buen cine nacional?

Un hombre de raza negra emite una serie de dichos populares propios de la comunidad a la que pertenece, que sirven de preludio para los capítulos del drama naturalista que las y los asistentes podrán presenciar.

Poco a poco, la cámara va revelando la tragedia de una mujer condenada a la muerte, cuyo marido es el epítome del machismo mexicano: mandón, mujeriego y flojo, el cual está más interesado en sumar números a su lista de conquistas que en sacar adelante a los suyos, o en cuidar a su cónyuge.

Mientras tanto, los subtextos aderezados de denuncia social van apareciendo a lo largo de la trama, ya sea la discriminación por parte de la policía de la que son víctimas los negros (ojo a esa gran escena del camión), ya sea la propuesta poco ética de una madrina a su ahijada, o ya sean las condiciones de enorme rezago en las que viven los afromexicanos de Oaxaca, en donde conseguir un refrigerador puede resultar un verdadero calvario.

Es ahí donde «La Negrada» encuentra su mayor solidez y virtud, al lograr que el argumento sirva como pretexto para darle cuadro a un grupo de olvidados sociales, que no tienen un presente alentador, pues se sujetan a ciertas costumbres o creencias perjudiciales relacionadas con sus pueblos, por lo que solo aspiran a ser guía de turistas, pescadores o estilistas mal remunerados.

Asimismo, dicho filme usa a la contención como el tono de su guión. Esto es una decisión sumamente acertada, digna de reconocer, porque salva de secuencias estridentes o poco creíbles, así como de las habituales estructuras narrativas, manipuladoras y ridículas, que tienen los choteados melodramas aztecas.

En consecuencia, el tercer metraje de Pérez Solano se decanta por un desarrollo minimalista y pausado, que con pocas palabras y estupendos encuadres hace entendible y disfrutable la historia.

Y como ya se dijo en líneas anteriores, «La Negrada» retrata otro rincón del país, poco o nada visto en el celuloide mexicano. Mientras que las analogías o metáforas visuales de su argumento confirman el buen ojo de su realizador, alguien que exhibe con precisión los usos y costumbres de la compleja y variopinta Oaxaca.

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Autor Lado B
Jaime López Blanco
Reportero comunitario. Junkie del séptimo arte. Documentalista de guerrilla; dos veces finalista del Festival Internacional de la Imagen (FINI) de Pachuca, Hidalgo; en una de ellas, primer lugar en la categoría de Cortometraje Estudiantil. Constante aprendiz de periodista cultural. Sueña con que algún día las notas bonsai sean sustituidas por los textos de raíces profundas, amenos y reflexivos. Comunicólogo que aspira a no ser un escritor fugaz dentro del sobrepoblado firmamento de las letras.
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