Lado B
La educación, la prisa y el tiempo
La educación está hecha de tiempo y es víctima de la prisa y la presión del “no hay tiempo que perder”, lema del paradigma eficientista del mercado.
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
14 de agosto, 2018
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

“Tal vez el principal obstáculo que la idea de detención encuentre en el mundo de hoy es que hemos adoptado, naturalizado, una imagen del tiempo voraz, hambriento, devorador de todo y de todos”.

Carlos Skliar. Pedagogías de las diferencias, p. 35.

Como bien dice Jaime Sabines, estamos hechos de tiempo; somos tiempo; y nos vamos cada minuto, cada hora, cada día, perdiendo a nosotros mismos. El tiempo es la materia prima con la que construimos nuestra historia y con que aportamos pequeños granos de arena a su construcción.

Ninguna época fue tan consciente de este hecho como la nuestra. Y tal vez por esta claridad con la que vivimos nuestro estar constituidos de tiempo es que hemos caído en la visión del tiempo voraz, hambriento que, como dice Skliar, nos va devorando a todos y devorando todo.

Nos sabemos hechos de tiempo y vivimos con angustia este irnos perdiendocon cada instante que pasa. Por eso estamos siempre en la carrera frenética del “no hay tiempo que perder” y, desde hace algunas décadas, en la vorágine autodestructiva del “tiempo es dinero”. De esta carrera, de esta vorágine se deriva que la prisa sea el signo de nuestros tiempos.

Lo que no acabamos de entender es que por esta aceleración del tiempo, por este ritmo devorador y esta prisa permanente, vamos en realidad perdiéndonos en el tiempo, perdiendo la oportunidad de disfrutar del mismo. Así como de aprovechar con más plenitud y profundidad las horas y los días para poder realmente sentir que, dicha sucesión de hojas del calendario y vueltas de las manecillas del reloj, puede llamarse vida humana, con todo lo que eso significa.

Foto tomada de Adobe Stock

La educación también está hecha de tiempo y, como parte de esta época, está siendo víctima igualmente de la prisa y la presión del “no hay tiempo que perder”, como lema del paradigma eficientista del mercado. De este modo, el profesor vive hoy en la urgencia permanente de responder a un creciente número de demandas administrativas y de gestión que le van dejando cada vez menos tiempo para cumplir con su tarea pedagógica, con el llamado fundamental que constituye la vocación docente: la formación de los futuros ciudadanos del país y del mundo.

“¿Es posible, en los tiempos que corren, imaginar otra formación docente, otros modos de hacer con que los educadores entren en escena sin repetir esa imagen de la prisa y la urgencia? Y aún más: ¿no hay una discusión previa al currículum y a la didáctica, o bien junto a ellos que intente establecer con claridad la relación compleja entre tiempo y enseñanza, tiempo de enseñar y tiempo de aprender, tiempo presente y otros tiempos?”.

Carlos Skliar. Pedagogías de las diferencias, p. 35.

La prisa, la eficiencia, los resultados cuantificables, las evidencias, las planeaciones argumentadas, las evaluaciones sistematizadas, los reportes y todas las demás tareas burocráticas que hoy se exigen a los docentes, desde la visión ingenua de que son estos elementos externos los que harán que la educación mejore, están dejando de lado la dimensión fundamental del tiempo entendido como el gran recurso no renovable para generar verdadera formación humana.

Por dicha razón resultan fundamentales las preguntas que plantea Carlos Skliar, pedagogo argentino. Si queremos retomar el verdadero sentido de la educación, necesitamos caer en la cuenta de su dimensión temporal y reconstruir el significado del tiempo. Para, así, poder detenernos a reflexionar en el currículum y en la didáctica acerca de los tiempos pausados indispensables para aprender y para enseñar. Empero, reconocer la relación entre el tiempo presente, el tiempo pasado y el tiempo futuro en el planteamiento y la vivencia del proceso educativo.

A partir de esta resignificación tendría que repensarse la formación docente para que no responda a la imagen de la prisa, la urgencia y de la carrera frenética por el cumplimiento de programas y desarrollo de actividades administrativas, sino a la del tiempo pausado que sabe que la siembra y la cosecha en las aulas requieren de paciencia.

“Quizá una de las cuestiones más interesantes –y por ello la más preocupante, la más compleja– sea la de entender al educador como aquel que da tiempo a los demás –tiempo para pensar, para leer, para escribir, para jugar, para aprender, para preguntar, para hablar– y se da tiempo a sí mismo –para escuchar, para ser paciente, para no someterse a la lógica implacable de la urgencia por cumplir metas, finalidades, programas–”.

Carlos Skliar. Pedagogías de las diferencias, p. 34.

Esta formación docente renovada deberá tener como uno de sus ejes centrales la visión del docente como la persona que da tiempo a los demás en función de la realización de sus procesos de desarrollo: tiempo para pensar, para leer, para escribir, para jugar, para aprender, para preguntar, para hablar, para escuchar… Un verdadero docente es aquel que vive su tarea como una labor pausada, de lento desarrollo, de paciencia y sabiduría.

A fin de lograr el desarrollo de esta capacidad de dar tiempo, el docente debe aprender a darse tiempo a sí mismo y poder organizar su espacio profesional con detención; para escuchar, para reflexionar su tarea, para discernir y tomar decisiones de cambio, para leer y actualizarse constantemente, para dialogar con colegas y construir conocimiento de manera cooperativa, para plantear proyectos colaborativos.

Como afirma el mismo Skliar, la principal virtud de la educación es la detención, la pausa para pensar el mundo y pensarse dentro del mundo. ¿Será posible construir esta otra educación? ¿Podremos caer en la cuenta de que la prisa y la velocidad no son las formas más pertinentes de vivir el tiempo en la educación? ¿Podremos detener un poco la carrera vertiginosa hacia la eficiencia ciega y desgastante? ¿Seremos capaces de construir espacios de detención y pausa constructiva?

*Foto de portada tomada de Ukrainian News

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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