Lado B
Investigación educativa y opciones de valor
La tarea profesional de producción de conocimiento sobre el campo de la educación resulta fundamental para el desarrollo del sistema educativo
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
07 de agosto, 2018
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

“En mi concepción de la IE destaco que no es posible realizarla sin una concepción de la naturaleza del ser humano y las referencias valorativas que de esto se siguen. Son estas “opciones de valor” las que dan significado a los conocimientos sobre la educación. La IE no es, por tanto, una mera actividad técnica, sino un ejercicio que integra una visión holística de lo que somos como seres humanos…Esta visión holística se deriva de los valores que viven los investigadores mismos…”

Pablo Latapí Sarre. Finale prestissimo. Pensamientos, vivencia y testimonios, p. 58.

Educación personalizante reanuda sus entregas semanales, con el gusto de reactivar el contacto con los lectores de este muy pertinente e innovador portal periodístico de Puebla, y mi agradecimiento por seguir contando con este espacio que se ha mantenido activo desde su fundación.

Durante el tiempo de receso de esta columna, recibimos con mucho gusto la noticia de que el Doctorado en Educación de la UPAEP fue evaluado favorablemente y se ha incorporado ya al padrón del Programa Nacional de Programas de Calidad del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT).

A propósito de esta buena nueva y aprovechando, además, una generosa invitación del Cuerpo académico Cambio educativo de la Universidad Autónoma de Nuevo León para presentar una conferencia sobre “Tendencias de la investigación educativa en el marco del Seminario Permanente sobre el Cambio Educativo”, que mantienen como espacio de reflexión académica, tomo para esta primera colaboración del período el tema de la investigación educativa visto desde la perspectiva de sus fundamentos filosóficos y éticos.

La tarea profesional de producción de conocimiento sobre el campo de la educación resulta fundamental para el desarrollo del sistema educativo porque provee información actualizada y sólida sobre los procesos, métodos, intervenciones, gestión, evaluación y demás aspectos del quehacer cotidiano de las escuelas y universidades; para tomar decisiones bien sustentadas que mejoren las prácticas de los diversos actores.

Por otra parte, la investigación educativa va dando cuenta del proceso de desarrollo –evolución o involución– de la educación en un contexto nacional e internacional y de la forma en que va respondiendo de manera más o menos efectiva, más o menos responsable o meramente reactiva a los desafíos que la realidad cambiante le va presentando; así como de las teorías y métodos pedagógicos que imperan en cada momento histórico y contexto sociocultural.

Para cumplir eficazmente con esta misión, los investigadores educativos deben estar bien preparados y actualizarse constantemente en el estudio de los principales marcos teóricos, paradigmas metodológicos, diseños y herramientas para recabar y procesar la información.

De manera que, la capacidad técnica del investigador educativo es un componente básico para poder aportar conocimiento válido, confiable, pertinente y de calidad, que realmente enriquezca el campo educativo, e ilumine las tareas cotidianas de quienes tienen la responsabilidad de intervención para formar a las nuevas generaciones de mexicanos.

Pero, como afirma bien el padre de la investigación educativa en el país, el Dr. Pablo Latapí Sarre (1927-2009), la investigación educativa no puede ser vista solamente desde ese ángulo y concebirse como una tarea técnica. Ya que toda tarea de investigación educativa se realiza siempre desde una visión sobre la naturaleza del ser humano y desde las concepciones valorativas que se derivan de esta perspectiva antropológica.

La investigación educativa es, entonces, una tarea que integra una visión holística sobre el ser humano que se refleja en las decisiones fundamentales sobre áreas temáticas a trabajar; formas de construir los objetos de estudio y problemas de investigación; marcos teóricos para sustentar los proyectos, paradigmas y diseños metodológicos que se usan para recabar la información en campo; y formas o medios para difundir el conocimiento construido.

Todas estas fases de la tarea investigadora tienen de fondo una concepción sobre lo que es el ser humano, sobre la forma en que conocemos el mundo y sobre las finalidades del conocimiento científico, que finalmente implican opciones valorativas; valores que de manera explícita o implícita se postulan por parte del investigador.

De manera que, sabiéndolo o no, el investigador educativo está haciendo operativos ciertos valores en su trabajo de generación de conocimiento. ¿Cuáles son algunos de estos valores?

“No existe un código ético que se haya dado a sí misma la comunidad de investigadores educativos en México. A cambio de ello tenemos grandes maestros cuyos testimonios de vida profesional y autoridad moral nos impone (sic), tácitamente, un claro estándar que nos marca un hacia dónde… con referencia al cual juzgamos nuestro comportamiento profesional y el de nuestros colegas…”

Sylvia Schmelkes. Los valores del investigador en Educación, p. 1.

Como afirma Schmelkes, no existe hasta hoy un código ético que haya adoptado y postulado la comunidad de investigadores educativos en México. Tal vez habría que proponerlo como un marco abierto y en permanente revisión de los valores mínimos que deberían orientar la labor de generación de conocimiento en el campo.

Sin embargo, tenemos, dice la investigadora, ejemplos de grandes maestros que con su testimonio profesional y personal imponen ciertos estándares y normas de comportamiento en el trabajo de investigación.

Basándose en su maestro, Pablo Latapí, Schmelkes plantea algunos valores básicos que son indispensables para realizar una labor de investigación educativa con calidad y pertinencia.

El primero de estos valores es la búsqueda metódica de la verdad, vista como una tarea permanente e inacabable, puesto que nunca llegamos a poseer la verdad completa y acabada sobre un determinado aspecto del fenómeno educativo. De forma que se busca algo que se alcanza siempre de manera limitada y temporal puesto que al llegar a determinado conocimiento verdadero el investigador auténtico tiene que volver a cuestionarlo y así continuar el proceso de indagación. Así, la búsqueda de la verdad lleva a otro valor que es la humildad. Un verdadero investigador sabe lo limitado de su aportación y vive por ello en actitud humilde frente a la inmensidad del conocimiento por construir y la conciencia de todo lo que aún ignora.

Un investigador debe siempre actuar con rigor en todos los aspectos que implica la construcción de conocimiento. El apego al rigor científico es condición sine qua non para llegar a ser un verdadero investigador educativo. Detrás del rigor está el valor fundamental de la honestidad que debe caracterizar a todo profesional de este campo.

Otro valor fundamental es la generosidad, puesto que la vocación del investigador contempla siempre como paso indispensable el compartir los hallazgos aun cuando no reciba un pago o compensación por esta labor de difusión.

Schmelkes señala además otros valores fundamentales como la justicia, la libertad, el respeto a la dignidad de las personas y la democracia que tienen que estar presentes como orientadores de la tarea del investigador.

Todos estos valores tienen como fundamento una visión del ser humano que responde al humanismo integral y que desde el punto de vista de esta educación personalizante debería ser la concepción que sustente el trabajo de investigación y, por supuesto, el de formación de futuros investigadores educativos.

En el programa de Doctorado en Educación de la UPAEP y los doctorados de calidad que existen en el país, ha ido permeando esta visión antropológica y se han asumido estos valores fundamentales derivados del ejemplo de vida y de trabajo de los grandes investigadores educativos.

Ojalá podamos mantener siempre en los programas de formación de investigadores educativos del país este equilibrio entre una formación técnica cada vez más sólida y una formación filosófica, epistemológica y ética que oriente la construcción de conocimiento en la educación hacia el bien común desde una visión integral del ser humano: sujeto central de todo proceso educativo.

*Foto de portada tomada de Universidad del Claustro de Sor Juana

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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