Lado B
Dragon Ball Super: Broly. Entre la genialidad y la estafa
Vuelve a estrenarse una película de Dragon Ball. ¡Peleas, un nuevo villano, un montón de acción y aventuras como la mítica serie anime!
Por Héctor Jesús Cristino Lucas @
17 de enero, 2019
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Héctor Jesús Cristino Lucas
Dragon Ball Super: Broly

Foto tomada de YouTube

¡Al fin el día llegó! A 35 años de su creación, vuelve a estrenarse una película de Dragon Ball. ¡Una más! De vuelta Goku, de vuelta Vegeta. ¡Peleas, un nuevo villano, un montón de acción y aventuras como la mítica serie anime!

Estuve esperándola, como mocoso mimado que se prensaba en el sofá con papas fritas para ver el siguiente episodio de su anime favorito, preguntándome: ¿Cómo va a terminar toda esta vez? ¡¿Se salvarán de Freezer; acabarán con Cell; nos salvarán de Majin Boo?! ¡Descúbranlo en el siguiente capítulo!

Ok, debo confesarlo, tengo un horrible defecto. Y no me refiero a que me exciten las películas de Serie B y explotación, o que considere patéticas las cintas de Marvel y DC por igual –no entiendo a sus hordas de fans, ambos universos son estúpidos, ¡Ja!–, no es nada de eso. Sino que la nostalgia, en muchas ocasiones, me puede más que cualquier otra cosa.

Y tras el estreno de una nueva película dentro del universo de Akira Toriyama, Dragon Ball –mi segunda gran debilidad luego de Star Wars–, confieso, desde lo más profundo de mi tuétano cinéfilo, que sí, les escribo esta vez como fan, pero también como un crítico. O como siempre me ha gustado decirlo: como un “cinemaniaco”. Sin caer en las artimañas nostálgicas de hoy en día.

Luego de la emisión del último capítulo de la Saga de Majin Boo donde veíamos pelear a Goku vs la reencarnación de este malévolo demonio mágico, Uub, se dijo por mucho tiempo que fue el “final oficial” de Dragon Ball Z. Y sí, lo fue, pero eso no significó que todo “terminara” realmente.

Canónicamente hablando, el universo adaptado del manga de Akira Toriyama, efectivamente, había concluido, pero la Toei Animation, la malévola compañía encargada de animar el manga de inicio a fin, siguió lucrando con el legado de los Saiyajin.

No sólo decidieron continuar con la franquicia sin su creador original, haciendo la desastrosa temporada Dragon Ball GT (1996-1997), sino también con las interminables películas no canónicas que fungían –algunas de ellas– como versiones alternas a la saga original o, en el mejor de los casos, como aventuras spin-off (OVAs) que solían encajar con la línea argumental del anime.

Esto, con nuevos personajes, y ¿cómo no? Nuevos villanos que podían ser tan irrelevantes como el malévolo Garlic Jr. o Turles y la fruta del poder, hasta otros, más queridos entre los fans, como Janemba y el mismísimo Broly.

En pocas palabras, Dragon Ball es un legado, como otras tantas franquicias en series, mangas o películas, destinado a no acabar nunca. Literal, parece que al igual que pasa con otras franquicias animadas como Pokémon o Los Simpson, Dragon Ball seguirá y seguirá hasta conquistar las siguientes generaciones. Es algo que siempre hemos tenido, seguiremos teniendo y que no tendrá un final.

Y en el nuevo milenio, en la época de la nostalgia y las secuelas interminables, continuar este manga, y luego el anime, era algo obvio de hacer hasta para el más idiota de los otakus. Sólo era cuestión de tiempo.

Así, la película que prosiguió, “la verdadera secuela” de la saga de Majin Boo omitiendo todo GT, fue Dragon Ball Z: La Batalla de los Dioses dirigida por Masahiro Hosoda en 2013. Y debo añadir, sí que fue un trago amargo.

No es algo en contra de los nuevos personajes que se añadieron como Bills, el dios de la destrucción, o Whis, su ángel encargado. Ni tampoco contra el estilo cómico de su trama, que nos hacía recordar la graciosísima primera temporada de cuando Goku era un niño… sino que, de buenas a primeras, era notorio el gran cambio que le dio a todo Dragon Ball Z a su manera, digamos, ontológica.

Esta película estaba instaurando una especie de “primer gran episodio piloto” de todo lo que veríamos después con el estreno de la nueva temporada de Dragon Ball Super a mediados del 2015. Es decir, Toei Animation y Akira Toriyama volvían a la carga expandiendo este universo repleto de aventuras y personajes con poderes aún más inimaginables.

Y aunque gozó de una envidiable audiencia mundial, de ser un “éxito” en el necesario sentido de la palabra y de tener un último episodio, predecible pero cuanto menos emocionante en marzo del 2018, la verdad, la verdad, la verdad… no le llegaba al kide la épica Dragon Ball Z que nos enamoró a todos.

La película Dragon Ball: La Batalla de los Dioses reflejaba todos los elementos que veríamos en Super. Y, lamentablemente, la gran mayoría de ellos, no eran tan buenos como esperábamos que fueran: ya no más violencia desmedida ni sangre como en las sagas pasadas, comedia más abundante que de costumbre, personajes malévolos que ahora son buenos y un sinfín de quejas más.

Una especie de genialidad nostálgica estancada en medio de una evidente estafa. Porque pese a tener a Goku de vuelta con nuevas aventuras, la saga fue perdiendo su chiste poco a poco. Dragon Ball Super puede llevar “Dragon Ball” en su título todo lo que quiera, pero definitivamente ya no parecía Dragon Ball.

Los fans hicieron tanto eco de estos detalles que, para la siguiente cinta: La Resurrección de Freezer (2015), intentaron mejorar todas las carencias que dejó La Batalla de los Dioses. Es decir, más peleas, más acción, más emoción. Y, francamente, lo consiguieron. Esta segunda entrega del universo Super fue mucho mejor lograda, con un estilo más apegado a las viejos episodios y cierto grado de violencia, aunque no tan desinhibida. Además, su tema compuesto por la banda japonesa Maximum Hormone le dio un plus aún mucho más elegante.

Pero eso sí, tanto La Batalla de los Dioses (2013) como La Resurrección de Freezer (2015) no eran más que episodios alargados, cuyo estilo narrativo no podía ser comparado a una auténtica película. Eso debe quedar claro.

Algo que, por supuesto, no puede decirse de la nueva entrega Dragón Ball Super: Broly, que no sólo es una verdadera película en el amplio sentido de la palabra, sino que gradualmente mejora y se supera a sí misma. Secuela de la saga Dragon Ball Super y todo lo acontecido después del Torneo del poder.

Como lo expliqué en párrafos anteriores, el personaje de Broly no era canónico. Pertenecía al estrambótico mundo de las películas anexas de la Toe Animation que gozó de una gran fama tras su primera aparición en la cinta Dragon Ball Z: El Poder Invencible en 1993. Todo un clásico en nuestros días.

Tanto gustó este personaje, que se hicieron dos secuelas más de él:  Dragon Ball Z: El regreso del guerrero legendario (1994) y Dragon Ball Z: El combate final o Bio-Broly (1994), y por años y años se pedía a gritos que Toriyama lo añadiera al universo DBZ oficialmente. Ya saben, un sueño húmedo de fanáticos vírgenes como yo que para entonces esto era imposible.

¿Pero quién lo diría? Luego de tantas leyendas, ilusiones y desastres, sucedió. El mangaka accedió tras años de súplica, y no sólo Broly es parte del canon actual, sino también el amado personaje de Gogeta –fusión de Goku y Vegeta– que sólo vimos en la película Dragon Ball Z: El Renacer de la fusión (1995).

He aquí uno de los puntos que hacen de Dragon Ball Super: Broly (2018) una joya inesperada llena de sorpresas: tiene argumento. ¿Quién lo diría?

Toriyama accedió a añadir este personaje a su universo con la única condición de que tendría que reescribir su historia, omitiendo, claro, todo lo que ya sabíamos de él en las películas pasadas. Lo que significa un enorme acierto de frescura en el desarrollo de este épico personaje. Aunque tampoco es que fuera tan difícil. Digo, en las películas de la Toei la única motivación que mueve a Broly para asesinar a ¡Kakaroto!, es que cuando eran bebés sus cunas estaban juntas, y Goku no lo dejaba dormir por su llanto. Sí, ya sé, una motivación tan pequeña y estúpida, pero tan genial y divertida.

Dragon Ball Super: Broly, aunque aguarda paciente a la dosis final de pelea y acción sin límites, es un capítulo importante en la historia de DBZ. Es casi una precuela que hace de su primera media hora, llena de datos e información inédita de los míticos personajes Saiyajin, una delicia asombrosa.

Foto tomada de YouTube

Así, habla de la historia del Planeta Vegeta, su posterior destrucción a manos de Freezer y algunos episodios perdidos de la infancia de Vegeta y Raditz. Y, ¿cómo olvidar el momento en que Goku fue lanzado a la Tierra al puro estilo de Superman como un claro guiño de Toriyama a la cultura pop americana?

Es asombroso. La primera parte de la película tiende a acercarse más al legado de Dragon Ball Z que todo Dragon Ball Super junto. Es la primera vez, después de tantos años, que volví a sentir la adrenalina que dejaba aquel mítico anime tras cada episodio, pero sin dejar pasar los cientos de guiños a las antiguas películas de Broly que también eran muy buenas.

La animación, por su parte, aunque tiene momentos débiles y ridículos que le valieron algunos memes y chistes por parte de la comunidad friki, corrigió varios de los descuidos que vimos en las dos películas anteriores.

Lo mismo pasa con el doblaje que, además de ser un inmenso logro cinematográfico, fue considerado uno de los mejores de toda la historia. De nueva cuenta con Mario Castañeda como Goku, René García como Vegeta, Gerardo Reyero como Freezer y Ricardo Brust como Broly. ¡Épico!

¡Sí, sí, sí! Una joyita encantadora esa película de Dragon Ball Super: Broly (2018), pero el Diablo está en los detalles. No más nostalgia.

Primero, debemos resaltar que pese a la enorme cercanía a la esencia de DBZ –específicamente a la saga de Freezer– que se había perdido desde hace tiempo, existen elementos en esta película que desentonan de forma aberrante.

La personalidad de Bardock –el padre de Goku–, por ejemplo, cambió totalmente a la de aquel que ya habíamos conocido tanto en el manga como en el anime. Pasó de ser un padre perverso y mezquino a quien sólo le importaba su orgullo y jamás su hijo, a ser literalmente un padre amoroso que, junto a su esposa, Gine –al fin, la madre de Goku revelada después de tantos años–, aseguraron el bienestar de su querido retoño lanzándolo a la Tierra antes de la destrucción.

Pero lo peor de todo, y lo que vuelve a Dragon Ball Super: Broly una obra maestra frustrada con potencial desperdiciado, es su patético y family friendly desenlace que dista mucho de la brutalidad de la serie o el manga. Aunque lo entiendo. Toriyama adquirió los derechos de un nuevo personaje que no pretende desperdiciar en una simple película de cajón, sino añadir y explotar al máximo en la nueva temporada de Super Dragon Ball Heroes.

Y esto no es ningún spoiler. ¿O acaso alguien esperaba que muriera Broly? Al igual que La Batalla de los Dioses (2013) esta película es un largo “episodio piloto” de la nueva saga que, si bien es superior a todo lo antes visto, emociona y se supera enormemente tras cada minuto pero también decepciona justo por eso. Por poseer tanto y desperdiciarlo con tan poco.

Una épica continuación; el balance perfecto de historia y acción que se acercó lo suficiente al auténtico legado de lo que significaba el nombre “Dragon Ball Z”, solo que no para reavivar su estilo ni traerlo a las nuevas generaciones, mas para recordarnos que esa época –esa gloriosa época de Akira Toriyama– fue suplida por la patética moda de lo family friendly y lo políticamente correcto.

Esto es, podemos aceptar ese ridículo sentimentalismo impuesto al nuevo personaje de Broly –aunque eso ya es una grosería de proporciones épicas– ya que tiene mucho sentido dentro de esta “nueva línea canónica”, ¿pero Bardock? ¿Por qué hicieron eso con Bardock?

No sé ustedes, pero Dragon Ball Super: Broly está metida a la fuerza entre la genialidad y la estafa. Un truco extraño de nostalgia que no pretende serlo, pero que termina engañando. Que tanto compensa como decepciona; que tanto cumple como traiciona. ¡Pero qué emocionante fue!

Sinopsis:

“La Tierra disfruta en paz la celebración del Torneo del Poder. Sin embargo, Goku es consciente de que existen enemigos aún por descubrir en el Universo, por lo que sigue entrenando sin descanso para alcanzar cotas de poder nunca conocidas en un súper guerrero. Confirmando sus peores temores, un día aparece un supersayano que responde al nombre de «Broly», un poderoso guerrero que debería de haber sido eliminado junto con el planeta Vegeta cuando éste fue destruido hace ya algunas décadas. ¿Cómo ha podido sobrevivir un guerrero de tal poder? La situación no deja de empeorar cuando el mismísimo Freezer vuelve desde el Infierno para verse envuelto en un terrible mix que llevará a los héroes a luchar por salvar el planeta Tierra una vez más”.

*Foto de portada tomada de Youtube

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Autor Lado B
Héctor Jesús Cristino Lucas
Héctor Jesús Cristino Lucas resulta un individuo poco sofisticado que atreve a llamarse “escritor” de cuentos torcidos y poemas absurdos. Amante de la literatura fantástica y de horror, cuyos maestros imprescindibles siempre han sido para él: Stephen King, Allan Poe, Clive Barker y Lovecraft. Desequilibrado en sus haberes existenciales quien no puede dejar (tras constantes rehabilitaciones) el amor casi parafílico que le tiene al séptimo arte. Alabando principalmente el rocambolesco género del terror en toda su enferma diversidad: gore, zombies, caníbales, vampiros, snuff, slashers y todo lo que falte. A su corta edad ha ido acumulando logros insignificantes como: Primer lugar en el noveno concurso de expresión literaria El joven y la mar, auspiciado por la Secretaría De Marina en el 2009, con su cuento: “Ojos ahogados, las estrellas brillan sobre el mar”. Y autor de los libros: Antología de un loco, tomo I y II publicados el 1° de Julio del 2011 en Acapulco Guerrero. Aún en venta en dicho Estado. Todas sus insanias pueden ser vistas en su sitio web oficial. http://www.lecturaoscura.jimdo.com
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