Lado B
Un resto de esperanza
Desde una perspectiva humanista, la investigación educativa tiene que ser un campo que se oriente hacia la búsqueda de una humanidad mejor
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
27 de junio, 2018
Comparte

Tomada de javerianacali.edu.co

Martín López Calva

@M_Lopezcalva

Donde pongo la vida pongo el fuego
de mi pasión volcada y sin salida.
Donde tengo el amor, tengo la herida.
Donde dejo la fe, me pongo en juego.

Pongo en juego mi vida, y pierdo, y luego
vuelvo a empezar, sin vida, otra partida.
Perdida la de ayer, la de hoy perdida,
no me doy por vencido, y sigo, y juego

lo que me queda; un resto de esperanza.
Al siempre va. Mantengo mi postura.
Si sale nunca, la esperanza es muerte.

Si sale amor, la primavera avanza.
Pero nunca o amor, mi fe segura:
jamás o llanto, pero mi fe fuerte.

Ángel González. Soneto.

[dropcap]D[/dropcap]esde una perspectiva humanista, la investigación educativa tiene que ser un campo que se oriente hacia la búsqueda de una humanidad mejor a partir de la generación de conocimiento que nos permita comprender de una manera más cabal, completa, integral y pertinente el fenómeno educativo y su papel en el desarrollo de la humanidad en este cambio de época.

Porque como afirma Lonergan, el problema de la educación es el problema de la educación hoy. Porque no estamos frente al reto de formar no a los primitivos, ni a los antiguos egipcios, ni a los medievales, ni a la gente del Renacimiento, sino a la gente de hoy con todo su potencial y sus limitaciones.

En el México de hoy nos encontramos ante la necesidad urgente de contribuir desde todas las disciplinas y actividades a la reconstrucción de un tejido social que está  lleno de agujeros que se han ido acumulando a través de décadas de desorganización social, de un mal estructural que en lugar de reducirse y combatirse parece estarse reforzando continuamente y llegando al nivel más profundo de la distorsión de nuestra cultura nacional.

La investigación educativa debe asumir su parte en esta urgencia y orientarse a la generación de conocimiento para la reconstrucción de este tejido social dañado, entendiendo el tejido social, como lo dice Teódulo Guzmán, como “…la configuración de vínculos sociales e institucionales que favorecen la cohesión y la reproducción de la vida social…”

El tejido social está constituido por tres tipos de factores, según el mismo autor:

  1. Comunitarios: que comprenden las relaciones de confianza y cuidado; la construcción de referentes de sentido y pertenencia y los acuerdos, por medio de los cuales se participa en las decisiones colectivas.
  2. Institucionales, que son las formas de organización social establecidas en un territorio y que se conectan con otros territorios.
  3. Estructurales: que comprenden los sistemas sociales que determinan las instituciones y las relaciones sociales…”

José Teódulo Guzmán S.J. Reconstruccion del tejido social: una apuesta por la paz

La reconstrucción del tejido social, dice el mismo académico, es una apuesta por la paz porque no consiste solamente en suprimir la conflictividad social, sino que tiene que abarcar “…todo un proceso de reconstrucción y reconstitución social, cuyos ingredientes son el restablecimiento de los vínculos comunitarios rotos y la creación de condiciones culturales, ambientales y estructurales para la buena convivencia…” Porque “…La paz es fruto del bien convivir en justicia,  así como de la seguridad y cuidado de los demás y del entorno, es decir, del medio ambiente…”

Los investigadores educativos tendríamos que ser capaces de escuchar este clamor y poner la vida y el fuego en el desafío de restaurar el tejido de esta sociedad en la que vivimos, porque si tenemos la vocación de construir conocimiento auténticamente pertinente, el conocimiento que surge de la interpelación de la realidad que genera preguntas por responder, si tenemos en la educación el amor, tendremos también ahí la herida de una sociedad que se rompe ante la embestida de la corrupción, la impunidad y la violencia.

Ponernos en juego en esta tarea para aportar conocimiento sobre lo que está pasando en las escuelas y universidades en estos tiempos críticos, sería la respuesta natural si de verdad tenemos un resto de esperanza, si queremos convertirnos en una parte de ese resto de esperanza para nuestra patria.

Resulta evidente que el tejido social no puede restituirse solamente construyendo conocimiento, es decir, que la investigación por sí misma no es la solución mágica para lograr sanar a esta sociedad herida. Sin embargo, también es cierto que esta meta no puede lograrse si no se cuenta con conocimiento sólido y pertinente que sirva como fundamento para la toma de decisiones.

“El conocimiento que procede de la investigación no es ciertamente la solución a los graves problemas del presente; pero cuando va unido a un compromiso vital y existencial, es una energía que se difunde y que puede detonar procesos positivos en todos aquellos actores de los que depende el destino de la educación…Por ello somos en el panorama nacional una semilla de esa esperanza que hoy nos urge reconstruir”.

Pablo Latapí Sarre. ¿Recuperar la esperanza? La investigación educativa entre pasado y futuro. p. 13

Retomo esta cita que es ya clásica en el medio de los investigadores educativos para resaltar que el trabajo de generación de conocimiento sobre el fenómeno educativo no puede, no debería al menos, quedarse en la elaboración presentaciones para congresos o en la publicación de artículos y libros que alimenten discusiones en congresos y espacios académicos cerrados y altamente especializados, sino que tiene que reflejarse en un compromiso permanente de todos los que creemos en la educación como la profesión de la esperanza, como la actividad que tiene como misión la antifatalidad, el desafío de romper con el destino que hace que todavía en el México del siglo veintiuno, el que nace pobre esté condenado a vivir y a morir en la pobreza y el que nace rico esté predestinado a vivir y a morir en la opulencia.

Porque como afirma don Pablo Latapí, aunque el conocimiento que procede de la investigación no es en sí mismo la solución a los muy graves problemas nacionales, si se une a un compromiso vital y existencial puede convertirse en una energía que detone procesos positivos entre quienes toman las decisiones que definen el rumbo de la educación del país.

Los investigadores seremos una semilla de esperanza en este panorama de desesperanza siempre y cuando hagamos muy bien nuestro trabajo y logremos unir nuestros resultados de investigación a un compromiso vital y existencial permanente que no se quede en un congreso o en un tiempo de estudio o investigación sino que trascienda a la vida.

Esta es una invitación y un reto que hay que recordar continuamente todos los que nos dedicamos a la investigación educativa. El trabajo de investigación no puede mirarse como algo técnicamente impecable y axiológicamente aséptico o neutral sino como una tarea que alimente nuestro compromiso con un país mejor, una tarea en la que pongamos lo que nos queda: nuestro resto de esperanza. Y “si sale amor, la primavera avanza” y si enfrentamos obstáculos, dificultades y frustraciones, mantener siempre nuestra fe segura, nuestra fe fuerte en el futuro que soñamos y podemos ir construyendo aunque sea parte por parte y con pasos pequeños.

Comparte
Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
Suscripcion