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Hidroeléctricas en Colombia: entre el impacto ambiental y el desarrollo
La construcción de Hidroituango y El Quimbo ha estado rodeada de gran controversia por los perjuicios ambientales y sociales que pueden generar
Por Lado B @ladobemx
07 de junio, 2018
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Bosque nativo alrededor de Hidromiel en el departamento de Caldas. Foto: Guillermo Rico | Mongabay Latam

En Colombia la construcción de hidroeléctricas, como Hidroituango y El Quimbo, ha estado rodeada de gran controversia por los perjuicios ambientales y sociales que pueden generar. Solo en El Quimbo más de 11,000 hectáreas de bosque seco fueron afectadas.

En algunas ocasiones los bosques asociados a los proyectos hidroeléctricos pueden recuperarse e incluso incrementar su extensión. Ese, por ejemplo, ha sido el caso de Hidromiel en el departamento de Caldas.

Guillermo Rico | Mongabay Latam

Las hidroeléctricas son una de las más importantes fuentes generadoras de energía, pero a la vez  representan uno de tantos factores de pérdida de la biodiversidad en el mundo. Los bosques en Colombia no se escapan de esta situación y se encuentran en medio de esta disyuntiva.

Por años las hidroeléctricas han sido consideradas como sinónimo de desarrollo. Colombia, gracias a su topografía, pluviosidad y recurso hídrico cuenta con un potencial excepcionalmente alto para desarrollar este tipo de macroproyectos de ingeniería. Y en efecto, no se puede negar que la generación eléctrica del país depende, casi en un 70 %, de ellas.

Son múltiples las razones que hacen que este tipo de obras sean consideradas como una opción atractiva para la generación de energía: su operación es más económica que las termoeléctricas, su construcción es menos costosa que las plantas nucleares, pueden proveer energía a gran escala y tienen el potencial de generar bajas emisiones de gases contaminantes que contribuyen al efecto invernadero. Todas estas son razones suficientes que han considerado los tomadores de decisiones a nivel estatal para que en varias regiones del país se hayan levantado, sobre importantes afluentes, centrales hidroeléctricas como Guavio, Urrá, Salvajina, Chivor, Calima, Alto Chicamocha, Hidromiel, Hidrosogamoso, Peñol-Guatapé, Ituango, San Carlos, Betania, El Quimbo, entre otras, que suman 33 en el caso colombiano. Según la Asociación Colombiana de Generadores de Energía Eléctrica (Acolgen) actualmente la capacidad de producción del país ronda los 19 000 megavatios y el propósito nacional es garantizar el suministro energético necesario para el desarrollo de Colombia.

Precisamente, en aras de garantizar esa seguridad energética, hoy se desarrolla uno de los más grandes proyectos hidroeléctricos del país: Hidroituango. Esta hidroeléctrica ubicada en el valle del río Cauca a su paso por un puñado de municipios en el departamento de Antioquia en el noroccidente de Colombia, promete ser la más importante ya que generaría el 17 % de la energía del país.

Sin embargo, como lo evidencia el desastre que actualmente la rodea, la construcción y el mantenimiento de hidroeléctricas representan un innegable costo económico, social y ambiental, en particular para la población más desprotegida de la sociedad, tal como lo ha manifestado Mongabay Latam en dos artículos recientes: Colombia: La muerte de Hugo y Luis, dos líderes que se enfrentaban a Hidroituango e Hidroituango: la angustia y la incertidumbre persisten en Colombia.

Para Germán Andrade, investigador de la Universidad de Los Andes, aparte del beneficio que conllevan las hidroeléctricas para el desarrollo del país, estas indistintamente generan efectos sobre la biodiversidad. “Y los bosques no están ajenos a esta afectación”.

Esta es la hidroléctrica de El Quimbo, en el departamento del Huila, cuando estaba en etapa de construcción. La obra ha sido duramente cuestionada por no haber recogido la biomasa antes del llenado del embalse. Foto: Emgesa | Mongabay Latam

Bosques e hidroeléctricas

De acuerdo con un estudio realizado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y el Programa Ambiental de las Naciones Unidas (UNEP) las represas tienen un importante impacto sobre la biodiversidad. Está reportado que afectan la dinámica de las poblaciones naturales, la pérdida de bosques e incluso pueden favorecer la aparición de enfermedades infecciosas.

Si bien es cierto que la Unidad de Planeación Minero Energética (UPME), entidad que planea de manera integral el desarrollo minero energético en Colombia, en su Guía Ambiental para Proyectos de Distribución Eléctrica, hace énfasis en tener especial cuidado con afectación de bosques riparios —ubicados en zonas aledañas a cursos de agua— y la fragmentación de ecosistemas; esto no implica que los bosques en Colombia, ni en ninguna parte del mundo, no vayan a ser afectados por la construcción de hidroeléctricas.

Es más, según investigadores brasileros, los estudios de factibilidad de este tipo de proyectos por lo general ignoran el efecto de la deforestación o asumen que la misma tendrá un efecto positivo sobre la descarga de agua y en la generación de energía. Precisamente, en Brasil se ha concluido que las hidroeléctricas pueden ser motores de deforestación en zonas distantes de este tipo de proyectos, puesto que los ganaderos y agricultores desplazados por la construcción de esta infraestructura se ven abocados a tumbar bosque para buscar su asentamiento y medio productivo.

No hay que desconocer que la puesta en marcha de estas grandes obras implica también la construcción de vías y sus consecuentes efectos negativos  sobre la cobertura vegetal. De hecho, para José Manuel Ochoa, coordinador del Programa Evaluación y Monitoreo del Instituto Alexander von Humboldt, “las carreteras son una de las principales causas asociadas a la deforestación”.

Dentro de la afectación ambiental generada por el llenado de los embalses de las hidroeléctricas no se debe dejar pasar por alto la eventual eutrofización del agua —proceso de alteración de un cuerpo hídrico, causado por una excesiva acumulación de nutrientes que se manifiestan mediante cambios en la flora, fauna y en la composición química del agua— y la deforestación que implica. Esto, por ejemplo, es lo que se ha considerado para la hidroeléctrica de El Quimbo, proyecto localizado al sur del departamento del Huila entre las cordilleras Central y Oriental, sobre la cuenca alta del río Magdalena, en jurisdicción de los municipios de Tesalia, Paicol, Garzón, Gigante, El Algrado y Altamira.

De acuerdo con Alfredo Ramos, investigador de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, como consecuencia de la deforestación del 22,4 % de la biomasa en el área de inundación de El Quimbo, “se requiere la implementación de sistemas de depuración de aguas residuales para que los elevados niveles de fósforo no afecten a las comunidades y a la biota asociadas a este proyecto hidroeléctrico”.

Para el ingeniero Juan José Mariño, de la empresa Ingetec —una de las firmas de ingeniería más grandes del país con experiencia en el diseño de hidroeléctricas—, “el deterioro ambiental reciente de Colombia se explica, principalmente, por un fuerte incremento demográfico y económico en condiciones de bajísimo control estatal. La construcción de obras de infraestructura ha contribuido significativamente a este deterioro”.

Todos estos efectos directos e indirectos sobre la conservación de bosques deben ser considerados a la hora de iniciar un proyecto de esta envergadura. Máximo cuando el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM) ha estimado que en los últimos 25 años se han perdido casi 6 millones de hectáreas de bosque, particularmente en el norte de la cordillera de los Andes, la región Caribe y la Amazonía. El Instituto Humboldt también ha calculado, además, que en el país solo queda el 8 % de los 9 millones de hectáreas de bosque seco tropical estimadas en los años 80.

De hecho, este último tipo de ecosistema fue el afectado por la construcción de la hidroeléctrica de El Quimbo, lo que ha llevado a que EMGESA —empresa operadora de este proyecto— se encuentre actualmente en el proceso de restaurar más de 11 000 hectáreas de bosque seco afectadas por la construcción y llenado del embalse de gran obra. También debe compensar a la comunidad afectada por este megaproyecto de infraestructura.

Y es que la conservación de los bosques asociados a las hidroeléctricas es algo mandatorio para las empresas, ya que de estos depende la generación de energía. “Está comprobado que la pérdida de la cobertura boscosa puede reducir la descarga de los ríos e inhibir el régimen de lluvias en la zona”. Es decir, la eficiencia de estas generadoras de energía depende de la integridad de los bosques, tal como lo indica el estudio de investigadores brasileros citado anteriormente.

Lo señalado es de particular importancia para el caso colombiano, ya que el panorama de los bosques en Colombia no es el mejor y la UPME tiene dentro de sus planes a futuro la construcción de más hidroeléctricas.

Hidroituango, en el departamento de Antioquia, sigue en alerta máxima. La obra está en riesgo y con ella más de 130 000 persoans que podrían perderlo todo si la represa falla y el río Cauca inunda sus comunidades. Foto: EPM | Mongabay Latam

La transformación de un ecosistema

No obstante los enormes impactos que han sido identificados y documentados,  las  hidroeléctricas también pueden traer beneficios ambientales. Las represas, a pesar de la afectación que generan a los sistemas ecológicos y a la biodiversidad acuática, representan recursos ambientales nuevos que permiten el suministro de energía limpia y una oferta de recursos y hábitat para la vida silvestre.

En un estudio liderado por el profesor Germán Andrade, en el que participaron investigadores de la Fundación Humedales, el Jardín Botánico de Medellín e Isagen —empresa de generación y comercialización de energía—, se sostiene que en la represa de Hidromiel (departamento de Caldas) en los últimos veinte años se observó un cambio importante de la cobertura vegetal en el área de influencia de este proyecto hidroeléctrico. “El desarrollo de vegetación secundaria de tipo arbórea es total dentro de los predios adquiridos y parcial en su área colindante. La cobertura boscosa pasó de 188 hectáreas (6 %) a 2527,3 hectáreas (89,5 %)”, concluye el estudio.

En Hidromiel los cambios más notorios se refieren al paso de zonas abiertas o de rastrojos bajos a bosques secundarios. El estudio en mención, realizado entre 1991 y 2011, además del cambio en la superficie de las coberturas evidenció una modificación en el patrón espacial de los ecosistemas, con una disminución del número de fragmentos y de clases de tamaño. “En general para todas las especies amenazadas se presentó un cambio positivo en la calidad y extensión de su hábitat, que podría ser sustancial para la supervivencia local de al menos tres de las cuatro especies de aves amenazadas”, destaca el estudio.

En este caso puntual se logró demostrar que a pesar de los impactos no mitigables de los proyectos hidroeléctricos —y que son innegables—, su eventual contribución a la conservación de bosques y poblaciones naturales no debe verse con desdén. Al contrario, esto también debe considerarse a la hora del otorgamiento de las licencias ambientales y de promover, dentro de los constructores y operadores de hidroeléctricas, una eficiente gestión empresarial de la biodiversidad.

Es indudable que la construcción de represas es clave para el aprovechamiento energético de los ríos, así como para atender las demandas de agua en zonas donde la oferta natural en época seca es insuficiente. Sin embargo, para el ingeniero Mariño de Ingetec, “en numerosos casos su construcción no ha generado los beneficios y la rentabilidad esperados y, por el contrario, ha causado el desplazamiento y empobrecimiento de numerosas personas, el daño de importantes ecosistemas, la afectación de la vida y productividad acuática y una inequitativa distribución de sus costos y beneficios”.

Luego, al igual que sucede con muchos debates relacionados con conservación y desarrollo, en relación con el efecto que tienen las hidroeléctricas sobre la cobertura boscosa, es preciso no generalizar. “Desafortunadamente la polémica sobre los embalses, al igual que las discusiones sobre la realidad del calentamiento global del planeta, ha sido manipulada por intereses no declarados que, en algunos casos se beneficiarían si no se desarrolla el potencial hidroeléctrico y en otros, si por el contrario, se mantienen dudas sobre los efectos del fenómeno de calentamiento global”, sostiene Mariño.

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