Lado B
Mi ramadán laico: preparativos
Es domingo y vamos al otro lado de la ciudad a bordo de un auto de Careem, servicio equivalente a Uber que opera en diversas ciudades del Magreb, Medio Oriente y el sur de Asia.
Por Alonso Pérez Fragua @fraguando
23 de mayo, 2018
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Alonso Pérez Fragua

@fraguando

#MiRamadanLaico #MiVidaEnMarruecos

PREPARATIVOS

[dropcap]E[/dropcap]s domingo y vamos al otro lado de la ciudad a bordo de un auto de Careem, servicio equivalente a Uber que opera en diversas ciudades del Magreb, Medio Oriente y el sur de Asia. El último boulevard que atravesamos, antes de adentrarnos en calles más pequeñas, está bordeado por restaurantes con nombres en inglés y francés, mueblerías, bancos y agencias de seguros. De no estar seguro dónde estoy, podría creerme de regreso en México o en cualquier ciudad de cualquier país del mundo.

Encontramos nuestro destino en una privada rodeada por árboles y silencio. Toco el timbre y una voz pregunta mi identidad: “Soy Alonso, el periodista mexicano que tiene cita con Sor Dulce”. Un par de minutos después, Sor Socorro nos abre el portón y nos guía desde la entrada hasta el interior del Convento de Nuestra Señora de Guadalupe. Las cinco monjas clarisas provenientes de México que viven y oran ahí reciben a los católicos franceses y españoles de Casablanca, y alguno que otro mexicano o latinoamericano perdido como yo.

Sor Soco nos conduce a una pequeña sala mientras esperamos a Sor Dulce, la abadesa, figura equivalente a la madre superiora de otras órdenes. Cuando sale, dispone que vayamos a una habitación más tranquila donde le pueda plantear todas mis dudas. Mi interés general es conocer cómo vive un grupo de monjas en un país musulmán y cuáles son sus impresiones sobre el ramadán, pero también busco sus consejos sobre la forma de orar y hacer el ayuno. Si la memoria no me falla, en mis días de católico practicante nunca ayuné. En cuanto a la oración, dejé de hacerla hace mucho.

La entrevista se prolonga por casi dos horas. No solo obtengo respuesta a mis preguntas sino que me adentro un poco en la historia y detalle del convento, por ejemplo, que venden comida mexicana y que tienen la única máquina para hacer tortillas de maíz de todo Marruecos. Salimos de ahí con la curiosidad satisfecha y con varios paquetes de flautas, enchiladas potosinas y tamales. No podía pedir más.

Comer, beber y rezar

En su divertido y profundo libro My Year Living Biblically (Mi año viviendo bíblicamente), el periodista y editor de la revista Esquire, A. J. Jacobs, emprende un experimento de un año aplicando todas las reglas del Antiguo y Nuevo Testamento, desde los básicos Diez Mandamientos, hasta otras reglas como el solo usar ropa de una sola fibra natural o apedrear a los adúlteros.

Agnóstico y proveniente de una familia judía no practicante, la forma correcta de rezar es también una de sus preocupaciones. Luego de 64 días de usar oraciones ya escritas, intenta darle vida a las propias. Por consejo de un pastor, las divide en cuatro categorías: las de adoración, las de confesión, las de dar gracias y las de petición. A los pocos meses, Jacobs escribe que “las oraciones son útiles. Me recuerdan que la comida no se generó de forma espontánea en mi refrigerador. Me hacen sentir más anclado a la realidad […]. Me recuerdan que soy afortunado de tener comida. Básicamente me ayudan a salirme de mi cerebro egoísta”. Para el día 126, el hacer oración tres veces diarias empieza a cambiar su visión del mundo, a maravillarse de él de manera más frecuente. Me gustaría llegar a ese mismo estado, pero primero tengo que decidir qué tipo de oraciones voy a hacer.

En primer lugar, debo decidir cuándo usar una propia, cuándo una musulmana y cuándo una católica. Tengo además dudas sobre cuándo rezar. El momento adecuado e indicado por el Corán y los propios lineamientos de este proyecto son al amanecer (sobh), al mediodía (dhohr), por la tarde (‘asr), al caer el sol (maghrib) y durante la noche (‘icha’). Sin embargo, algo que me dijo Sor Dulce me hizo plantearme algo distinto. Ella cree que rezar mientras se trabaja, además de posible, es hasta más valioso porque se ofrecen no solo las palabras y las intenciones de éstas, sino la propia labor que se realiza. No lo sé. Quizá lo mejor sea empezar solo con las cinco veces y, poco a poco, una vez que me sienta más cómodo con todo el proceso, intentar el rezo en otros momentos.

En un principio, mi mayor preocupación fue el prepararme para soportar la falta de comida. Sin embargo, luego surgió la verdadera preocupación, es decir, el ser una buena persona, en toda la extensión de la palabra, 24 horas durante 30 días. ¡Quién puede lograr eso! Sor Dulce me decía, con razón, que privarte de alimentos, cualquiera, no quejarte, sonreírle incluso al que te acaba de hacer mala cara y ni siquiera pensar mal, ahí está el verdadero reto. A pesar de eso, la preparación física es algo en lo que debo poner mucha atención. Y si en algún momento algo fallara, el propio Corán me da la solución: compensar alimentando a un pobre.

Mi intención es mantener el ayuno durante los 30 días, pero a la mañana siguiente de mi primer ayuno integral empiezo a dudar. Es viernes y los vecinos trajeron el plato con cuscús de regalo. Antes de refrigerarlo, el par de minutos que estuvo a mi lado, su delicado aroma hizo estragos en mi estómago. Los dos viernes anteriores, mi entrenamiento consistió en no desayunar y comer hasta el mediodía. Esta vez, por el contrario, hice un desayuno abundante a las 8 y comí hasta el anochecer, luego de la cuarta oración del día, que, según «Muslim App», fue a las 8:21 p.m. La otra tentación fue el agua de sandía. No comeré, de acuerdo, pero he decidido que, por el bien de mis riñones, sí beberé. Sin embargo, la idea es hidratarme con agua simple: el tomar agua de sandía sería casi como comer. La duda duró un par de segundos y, luego de compartirla con Marjorie, guardé el vaso de regreso en el refrigerador.

La tercera tentación fue culpa de Malinali, quien comía a mi lado su «cucú». Al pasar su cuchara encima de mi computadora, mi reflejo fue poner la mano para evitar que mi teclado terminara embarrado de sémola y verduras; el segundo reflejo fue llevarme esa mano con ese cuscús hacia la boca. Me detuve a tiempo para no introducir esos granos de sémola en la boca, pero no lo suficiente para que  estómago y cerebro recordaran que había comida cerca, muy cerca. Las tentaciones me (nos) rodean siempre, no solo en ramadán, pero eso no significa que no nos podamos contener: no hay pretextos.

El pretexto vino, como dije, al día siguiente: malestar ligero en el estómago, similar al que provoca el hambre, y dolor de cabeza, también ligero. De acuerdo a los distintos artículos que leí, luego de un ayuno el regreso a la normalidad es todo menos normal pues hay que seguir ciertas reglas para que el organismo se reacomode las cuales, evidentemente, desconocía. Descubrí también que hay decenas de tipos de ayuno y que prácticamente todas las religiones lo practican de una manera u otra. Aunque los motivos específicos suelen ser distintos, el objetivo general es acercar a sus practicantes a la divinidad o divinidades.

Esa búsqueda de información me ayudó a comprobar parcialmente algo que casi todo musulmán con el que he hablado del tema saca a relucir en uno y otro momento, como si buscara convencerme o justificarse, aquello de que “la ciencia ha comprobado los beneficios del ramadán”. No sé si podemos decir que la ciencia lo ha comprobado, pero sin duda que lo ha investigado. Al introducir la palabra “ramadan” en la base de datos académica Food Sciences Source se obtienen más de 300 resultados, con artículos, en su mayoría en inglés, tan específicos como “El ayuno de ramadán no afecta negativamente el desempeño neuromuscular y tiempo de reacción en atletas de karate” o “Escuchar música durante el calentamiento contrarresta los efectos negativos de la observancia de ramadán en el rendimiento máximo a corto plazo”.

Sigo sin saber si este ayuno de cerca de 16 horas será benéfico o no, y como no soy deportista, ni paciente con diabetes o ninguno de los grupos específicos con los que experimentaron en los artículos que encontré, solo me queda ver hasta dónde aguanta mi cuerpo.

Y pues eso, cuando no aguante, será hora de rezar.


Busca las crónicas de este proyecto lunes, miércoles y viernes en LADO B hasta finales de junio de 2018. Además, acércate a los materiales adicionales en Twitter e Instagram con los #MiRamadanLaico #MiVidaEnMarruecos

Instagram y Twitter: @fraguando

Podcast Ivoox: https://tinyurl.com/yccpbd6k

Oraciones laicas: https://tinyurl.com/y8pvwxv4

Lista de canciones en Spotify: https://tinyurl.com/yde69shc

Lista de videos en YouTube: https://tinyurl.com/yda9mm2l 

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Autor Lado B
Alonso Pérez Fragua
Alonso Pérez Fragua es periodista, gestor cultural y eterno aprendiz de las cosas del arte y del mundo. Actualmente realiza estudios de maestría en Estudios Culturales por la Universidad Paul Valéry, de Montpellier; su tesis tiene a Netflix y a las tecnologías digitales como objetos de estudio. En México cursó una maestría en Comunicación y Medios Digitales, y una especialidad en Políticas Públicas y Gestión Cultural. Melómano, bibliógafo, cinéfilo, maratonista de series, wikipedista y un poco neurótico. Lo encuentras en Twitter e Instagram como @fraguando.
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