Lado B
“Vendo libros y lo voy a hacer hasta el último aliento de mi vida”: Don Bartolomé Díaz
De frente al radio y de espaldas al televisor, Don Bartolomé, el vendedor de libros me habla de Niestzche, Crishna Murti y un poco, por qué no, del Amor Perdido del que habla el Monsi
Por Juan Daniel Flores @
15 de abril, 2018
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Juan Daniel Flores

Una ciudad está abrigada por sus mitos y sus imaginarios. El concreto y los negocios van apropiándose de espacios, casas y personas. Una especie de terrorismo cultural le pone código de barras a casi todo en la ciudad. Todo se vende, todo tiene un  precio y lo único seguro es la incertidumbre. En esta realidad tan singular y tan cool, identidades de vida como la de Don Bartolomé establecen un referente histórico, no sólo como historia de vida o como una entidad comercial que ha dado razones de lectura a generaciones enteras, sino como el nacimiento de una tradición que continúa en su propia sangre.

Caminando de Los Sapos a San José y de San José a Analco, encontré a Don Bartolomé. De un barrio a otro también recordé a Don Aureliano Buendía con Úrsula: La incertidumbre del futuro les hizo volver el corazón hacia el pasado.

De frente al radio y de espaldas al televisor, Don Bartolomé, el vendedor de libros me habla de Niestzche, Crishna Murti y un poco, por qué no, del Amor Perdido del que habla el Monsi.

Soy José Bartolomé Díaz Cazalez. Partí de mi tierra Tlaxcala para buscar algo mejor que esa pobreza en que vivía, pero sin saber exactamente qué.

Tenía un hermano en Puebla, eso me animó a venirme para acá. Todo para mí era desconocido, al llegar estuve mucho tiempo sin trabajo, hasta que por azares del destino fui a parar a un mercado antes llamado “La Barranca” en Analco. Allí había un señor al que le decían “Don Tino”, este señor intercambiaba y alquilaba cosas. Un día escuché que una señora le quería vender muchos cuentos, él aceptó y le dijo que cuando los vendiera le daría una comisión.

Fue en ese momento que me surgió la idea. Hacer lo mismo pero como negocio: comprar y vender cuentos.

Yo andaba sin dinero y sin trabajo, pero con un radio antiguo. Entonces empeñé el radio y aunque los intereses eran del doble, decidí invertir lo que me prestaron para ir casa por casa comprando cuentos. Así me fui caminando por la colonia La Paz, que es la zona de la gente que vive bien y conseguí cuentos. Del radio me prestaron $50, con $30 comí y con $20 compré cuentos. Los tendí en el suelo para ver cómo se veían y me dije “pues no se ven tan mal”.  Ahora, ¿dónde los vendo? Los mercados ambulantes estaban todos ocupados, pensé.

Foto: Juan Daniel Flores

Entonces me fui caminando toda la 5 de Mayo buscando un espacio y llegué hasta el barrio de El Refugio. Había un espacio en la calle y puse allí mi puesto de cuentos. Desde ese día no me volví a quedar sin comer. Fui el primero en iniciar  este negocio en la ciudad. La gente comenzó a llevarme cuentos de esa época, compraba y vendía. El primer día saque como $7 y así duré mucho tiempo, pero el problema fue que en épocas determinadas o fiestas, ponían sus puestos de fin de año y me quitaban de ahí. No me dejaban tender, como sólo me veían con mis cuentos no me daban importancia y hasta que se iban me volvía a tender.

Me cansé de esa situación y opté por dejar a una persona vendiendo ahí y fui a buscarle por otro lado donde no me estuvieran corriendo. Así fue como di con El Antiguo Mercado La Victoria, allá en la 5 de Mayo y la 6 Oriente.

En La Victoria tenía que estar “a las vivas” para agarrar lugar, porque cuando no abría el del puesto de cacahuates o algún otro, yo aprovechaba y ponía en el suelo unos periódicos, encima mis cuentos y novelas y a vender se ha dicho.

Llegaba al mercado a las 7 de la mañana, de ahí me seguía de corrido hasta las 2 de la tarde, uno tenía que llegar temprano para apartar lugar y poder vender. Comencé a vender bien. Sacaba como $40 diarios más lo poquito que se vendía en El Refugio; poco después el cobrador del mercado me dijo que había un espacio junto a las telas, que me jalara una tarima que estaba por la basura y me instalara ahí. Ese ya fue mi lugar ahí en Santo Domingo, eran como 2 metros lo que tenía para mí. Era el año de 1957, fue entonces que dejé el puesto de El Refugio.

Cuando cambió la administración del Mercado La Victoria tuve problemas, pues un buen día que regresaba de almorzar me encontré con la sorpresa de que la nueva administración había limpiado todos los pasillos, ya no había ningún puesto pues había ordenado que nadie podía vender. Entonces otra vez por una buena temporada me quedé sin vender mis cuentos.

Ante eso, opté por buscar a los clientes en sus negocios y casas para venderles material para leer, con lo que vendía iba yo malcomiendo. Yo no sé de dónde saque ánimo, porque dinero no tenía ni para comer.

Un día que fui a venderle novelas a un cliente que trabajaba en una mercería, me comentó que junto estaban rentando un zaguán. Estamos hablando allá en la 8 Oriente 217 frente a la Casa del Pueblo. Yo no sé cómo le hice para juntar para el adelanto que me exigía el dueño pero lo junté y tuve allí, en un zaguán, mi primer negocio establecido. En ese zaguán duré 15 años.

Allí me instale con mis cuentos, unos los colgaba de un clavo en unos hilos o de un alambre. Colgaba mis revistas y novelas. Iba comprando poco a poco y así fui creciendo, ya tenía mis mostradores, ya vendía diario $20, $30 y hasta $50. Con dos o tres pesos compraba cosas para comer, en esa época el dinero rendía. Pero yo no compraba libros, porque de libros no sabía nada.

Lo malo fue que por no comer por largos periodos en mi vida, resulto que a mis 30 años tenía tuberculosis. Me enfermé mucho, la Cruz Roja no me quería levantar, fui al Hospital General y tampoco me quisieron atender. Yo iba a morir antes del asesinato de Kennedy, pero me curé gracias a un maestro de mi hermano que iba en tercero de medicina. 

Luché con mucho ánimo. En ningún momento pensé “Me voy a morir”. Después de 21 días sané.

Medio mareado me paré y me encaminé a mí negocio agarrándome de las paredes. Ya me andaba por ir a mi changarrito. En ese tiempo vivía por El Carmen, me fui a pie por la 21 hasta la 8. Volví a atender mi negocio y jamás volví a cerrarlo. Por mí mismo cambié determinantemente mis hábitos alimenticios,  cambié mi vida, dejé de fumar, dejé de tomar, dejé todo lo que hace daño al ser humano.

Para ese entonces yo no compraba libros, compraba revistas y cuentos. Pero la gente que entraba me dejaba de todas maneras los libros y así se fueron acumulando, la gente comenzaba poco a poco a ver que tenía libros y me preguntaba por ellos, yo les inventaba el precio y se los vendía. Los libros eran   más bien escolares, por eso los compraban mejor allí, porque como durante años fueron los mismos, la gente los buscaba de uso cada ciclo. Ahí comenzó lo de la venta de libros como tal.

Un día que salí a dar la vuelta por el centro, vi en la 11 Norte entre 6 y 8 que estaban haciendo unos locales. Me decidí a rentar uno sin quitar el de la ocho. Costó mucho trabajo sacar adelante ese local ya que estaba hasta el fondo, pero no me doblegué y seguí, aguanté y me quedé, hasta ahora lo tengo.

Foto: Juan Daniel Flores

Hasta los 70´s se vendía mucho el libro de texto. Iba juntando todos los libros que me llevaban y cuando comenzaba el ciclo escolar, me llevaban sus listas escolares y se las surtía. Se vendía mucho. Terminaba un ciclo y comenzaba otro y se vendía más.

Después con los años se vendía menos el libro de texto, pero ya se vendía también de filosofía, literatura, motivación y sociología entre otros. En las prepas les pedían libros y allí iban por ellos. 

Me hice de una combi y tuve la tranquilidad de conocer Cancún, Huatulco y Chiapas. En un viaje a Tlaxcala vi un tráiler que bajaba una escalera y tenía estands de libros, de ahí tomé esa idea y busqué dos personas para realizar el proyecto de llevarle cultura al pueblo y empezamos a abrir plazas. La primera vez que llegamos a Huajuapan de León nos fue muy bien, hasta se arrebataban los libros, fuimos al norte, también llegamos a Zacatlán. Lo malo fue que los trabajadores no se portaron bien y me endrogaron; afortunadamente salí de esa droga y ya no quise ir tan lejos. Fui a Tlaxcala y se vendió muy bien. San Martín, Cholula, Matamoros, Acatlán, en Atlixco no se vende, en 1980 anduve promoviendo libro por todos esos lados. También en Jalapa se venden libros. Pero un día nuevamente fui a Tlaxcala y vi que ya había como 10 estands de libros y me dije que ya no tenía que hacer allá, mejor di fuerza a la librería que ya tenía forma y me establecí en mi propio negocio.

Aquí nunca he ido a las ferias del libro, a esas que organiza la BUAP por ejemplo, pero mejor ahí le paramos porque si no voy a sacar otras cosas. Con 65 años de vender libros conozco bien los vaivenes de los libros.

Yo creo que a partir del año 2000 todo se complicó. A los gobiernos ya no les importó que la gente leyera. A partir de Vicente Fox, Calderón y los que siguieron ya no les importó la cultura ni la lectura. Al contrario, la frenaron intencionalmente, acabaron con el interés por los libros. Quitaron a los héroes de la historia, el interés que podía provocarse por la lectura en el lector se fue muriendo. Ellos mismos, los gobernantes inhibieron la lectura. De por sí que no había educación, ahora menos.

Ahorita, por ejemplo, gana más un albañil que un licenciado en algo. Hasta eso hemos llegado. Porque a los que están en el poder les importa madres el pueblo. En general la época de los libros para editoriales, librerías y los que vendíamos de uso duro como hasta el 90 a 95. Actualmente las ventas se han derrumbado. Los centros comerciales han venido a acabar con los negocios familiares.

Los libros me han enseñado lo que sé. Sé que se confunde la educación con la instrucción y no es lo mismo. Instrucción es trasmitir conocimientos ya descubiertos y se puede hacer en manada o grupos; la educación es otra cosa. Sé también que los cambios en la realidad social son más de tipo comercial que de tipo educativo o cultural, por eso como ciudad estamos en ruinas, ¡estamos en cero! No hay orden, no hay planeación, todo es con mordida, cochupos, corrupción.

Foto: Juan Daniel Flores

Mis estudios escolares no son más que el primer año de primaria, pero me considero un buscador de verdades, el pensamiento evoluciona y no le tengo miedo a las verdades. Yo pago el costo que exigen las verdades y las enfrento. Yo leo de todo, por ejemplo a Nietzche, para mí es uno de mis grandes filósofos, él no escribió para esta época. “El hombre mediocre” y “Las fuerzas morales” de José Ingenieros es un libro que todo joven en formación debería leer actualmente. También me gusta leer mucho a Crishna Murti, un hombre que habla del porqué no nos entendemos y cómo podemos corregirnos para ser dueños de nosotros mismos. Su lectura nos lleva a conocernos a fondo.

Por cierto, ahora que hablo de mis lecturas recuerdo que un día me preguntó un maestro de historia que entró a mi local: ¿que está leyendo mi jefe? Estoy leyendo El Anticristo de Nietzsche, seguramente ya lo leyó usted maestro. Y me dijo “qué voy a leer a ese loco, ese estaba loco, qué lo voy a leer”. Entonces pienso, ¿por qué dan esa respuesta? Pues porque están condicionados y están condicionados por las mismas universidades, por eso no ven más allá de sí mismos. 

Pero, ¿por qué está quebrada la cultura y la educación? En mucho por nosotros mismos. He observado a las personas que llegaban a mi negocio a hojear los libros, lo pagan y se lo llevan. Seguro ponen por ahí el libro al llegar a su casa. Pienso que cuando ese libro empieza a herir o empieza a raspar su ideología ya no lo va a leer, lo hacen a un lado, aunque tenga verdades que lo pudieran sacar adelante, ¿por qué? Porque ya lo domesticaron a leer o escuchar sólo lo que le gusta.

Así muchos lectores. La mayoría sólo lee lo que le gusta, como cuando van a una conferencia y mientras les digan cosas que les gustan ahí están, pero cuando no les gusta se salen. A la gente no le gusta la verdad. No les gusta el dolor de la verdad, cuando lo único que nos saca adelante es la verdad. La verdad exige un cambio, pero ese cambio significa dolor. Es por ello que las personas no logran ser dueñas de sí mismas y dueñas de su verdad.

Nunca sufrí dolor ni angustia para aceptar una verdad. Tengo 65 años vendiendo libros y lo voy a hacer hasta el último aliento de mi vida. Fui feliz con mis libros, estando en un changarro más pequeño que este yo no me aburría. Siempre leyendo y observando.

En esta casa propia en El barrio de la Luz estoy desde 1985. No es tanto el que me hayan dejado los libros, sino lo que hace grande al hombre es el ahorro. Si uno ahorra va a llegar lejos, pero si es malgastador no va a hacer nada.

Leí “Cómo se triunfa en la vida”, a muchos no les gustan esos libros de motivación, pero a mí me encantan. Él decía que si me quiero fiar algo a mí mismo ya estoy atentado contra mi tranquilidad, “no se junte con personas perezosas porque lo va a contagiar”. Este libro lo leí por ahí del 70, me cambió, ya no volví a sacar nada en abonos. ¡Aprendí del libro!

Nosotros como vendedores de libros también tendremos que entrarle a la venta por internet. Ahí hay un hijo que le está entrando a lo de los libros pero le digo que debe entrarle a lo moderno, a la venta de internet, esa es la manera de sobrevivir. En mi caso ya no, ya estoy enfermo. Para mí ya se acabó lo de los libros de antiguo y de uso.

Sigo leyendo de todo, me gusta mucho la psicología y la filosofía, la sociología para estudiar a los pueblos por grupos, estudiar el comportamiento humano. La filosofía me encanta, le tengo amor a la sabiduría, creo ser un buen principiante de filósofo. 

Oscar Díaz

Yo nací rodeado de libros, aparte tengo mis estudios pero no quiero perder mi relación con los libros. Mi papá nos decía lee este, este otro. Mi interés como lector está enfocado a la historia, la arqueología, ciencias sociales, literatura clásica.

Debo conocer de libros ya que independiente de un gusto personal, debo conocer mi oficio de vender libros de uso para comercializarlos; hay mucha gente que nos pregunta o nos pide recomendaciones de lo clásico o de lo más actual y uno debe conocer. Surgen muchos títulos y hay que estar actualizado y mantenerse vigentes como negocio.

A pesar de las nuevas tecnologías, la venta de libros usados, así como la conocemos, se sigue manteniendo como un negocio cultural para preservar el uso del libro.

La razón de ser del libro como objeto está centrado en la nostalgia y en su practicidad. El libro físico no se ha muerto y creo va a durar mucho más. Las generaciones anteriores no están familiarizadas con el uso de las tecnologías,  ese sólo factor determina el acercamiento y la costumbre del uso del libro.

Trabajo también otra librería de uso en la 11 Norte, en la periferia del centro, pero son públicos muy distintos. Hay diferencias notorias. En la 11 buscan el libro económico de tipo escolar o de oficio: herrería, carpintería, cocina, etc. En el mero centro la

Foto: Juan Daniel Flores

gente busca libros más especializados. Quizá tenga que ver con el nivel socioeconómico. Luego sólo por una fotografía se llevan el libro, aquí en el centro la gente busca libros de literatura, psicología, historia, arte, arquitectura. 

Mi padre ha tenido algunas ideas para acercar la lectura a la gente que no acostumbra leer para que entiendan en qué tiempo viven. Así, algunas veces imprimimos folletos con información de diversos temas: política, economía, la situación del entorno social, entre otros, como una forma de motivación a la lectura, de atraerlos y logrando esa motivación recomendarles lecturas más profundas.  Sentimos que la gente no se informa y por eso acepta las cosas que suceden sin cuestionarlas.

Yo he ido a las ferias a México y allá es muy fuerte la venta del libro, hay libros muy baratos hasta de $5, eso me da la sensación de que esto puede seguir muchos años más, claro, también adecuándose a la modernidad referido al uso de las tecnologías. Que siga el libro. Sin perder ese rasgo de cultura que siempre ha tenido el libro de uso.

Esta actividad de la venta de libros me ha gustado mucho y he tratado de aprender lo más que se pueda, creo que puede seguir muchos años más, adecuándose a las circunstancias y que cualquier persona tenga acceso a la lectura de los libros y no se le niegue por el costo. Mientras haya público habrá interés por seguir comercializando el libro.

Mucha de la información viene de los libros. Cuando haya riesgo de que la información no venga de fuentes confiables, la gente sabe que el libro es la fuente original a la cual podrá siempre recurrir como información de confiable.

Cesar Enrique Pérez

Trabajo aquí con Oscar Díaz en el local de la 7 Oriente en el vender libros de uso. La gente que viene a comprar ya sabe a lo que viene, pueden hasta llegar a regatear por un libro de $20 pero si se les hace descuento se llevan hasta tres libros, depende. Abrimos de las 9 de la mañana a las 8 de la noche, incluidos los domingos.

Antes este local era más grande, pero ya lo tomaron para estacionamiento. He tratado como comprador por ejemplo a Palou, Regina Torné, Ana Martín, el “Chelis”, Eduardo Merlo, Xavier Gutiérrez, incluso alguna vez vino Ángeles Mastretta. Gente que viene a buscar libros que les haya llamado la atención.

Nos favorece que llega mucho turismo; de hecho, a turistas nacionales les sorprende que haya bazares de libros ya que en su ciudad no hay. Para ellos este lugar es una caja de sorpresas.

A veces en los libros que traen a vender uno se encuentra, en las primeras hojas, frases como esta: “Para el amor de mi vida que me recuerde con este libro”, ja,ja, ja, pues no hubo entonces tanto amor. También entre las hojas es muy común  encontrar boletos viejitos de camión, fe de bautizo, hojas secas, documentos oficiales, fotografías, estampitas religiosas y  hasta billetes, creo que los usan de separadores, nosotros los guardamos pero ya no regresan por ellos.

Lo que nos interesa es que lleguen los libros completos, les puede faltar la pasta pero aun así los podemos componer. Aquí arreglamos el libro, le damos su segunda manita, le damos presentación, lo vestimos. Y si llega a estar dañado también lo arreglamos y lo metemos de remate de $20 o de $15 para que al cliente también le guste. Viejito pero entero y bien arreglado.

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Autor Lado B
Juan Daniel Flores
Egresado de la BUAP-ITESM, estudiante de sociología, produzco las cápsulas radiofónicas "Espiral Urbana" para Radio BUAP, colaboro con LADO B con entrevistas socioculturales "¿De que lado masca la Iguana?", colaboro con la columna de opinión "Espiral Urbana" para Los Periodistas y soy creador de "Criticas Vitales" Cine, Literacidad y Sociología para espacios culturales y escolares.
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