Lado B
Totonaco, la preservación de nuestra riqueza lingüística
A lo largo del territorio nacional conviven 68 agrupaciones lingüísticas que han resistido los embates del racismo y de políticas obsesionadas durante décadas en imponer un idioma único
Por Lado B @ladobemx
08 de abril, 2018
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Ana Luisa Guerrero | Agencia Informativa Conacyt

El totonaco o tutunakú es un conjunto de lenguas indígenas habladas en los estados de Puebla y Veracruz, principalmente. Esta lengua —cuyo nombre significa “tres corazones”—, hasta 2015 era hablada por 267 mil 635 mexicanos, según la Encuesta Intercensal del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

Es una de las 68 agrupaciones lingüísticas que se hablan a lo largo del territorio nacional y aunque no se le considera una de las lenguas indígenas vulnerables a desaparecer, eso dependerá de que se siga transmitiendo a las nuevas generaciones.

El totonaco es la lengua materna de Rolando García Juan, la aprendió de sus padres y ahora se esfuerza por enseñarla a sus cuatro hijos. Además, a ritmo de rap y hip hop busca que los niños y jóvenes de su comunidad se sientan orgullosos de ella y la utilicen.

Rolando nació y creció en San José Amixtlán, un municipio enclavado en la sierra norte de Puebla, muy cerca del límite con Veracruz y cuyo nombre significa “lugar entre la niebla o las nubes”, en el seno de una familia con profundas carencias económicas, como las que actualmente afronta 86.4 por ciento de la población mexicana, que se encuentra en situación de pobreza, según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).

Desde pequeño tuvo la necesidad de trabajar, ya fuera vendiendo jitomates, matando pollos o recorriendo agrestes veredas para recolectar leña que luego vendía.

Aprendió el español, o castellano, con la convivencia diaria en la escuela y jugando con los amigos, permitiéndole la comunicación con más personas cuando, a los 13 años, la precariedad en que vivía lo obligó a emigrar a otros estados del país en busca de oportunidades laborales.

Fue en esa etapa cuando la música atrajo su atención, seguía a grupos de rap y hip hop como Control Machete, Molotov o Cartel de Santa, cuyas letras sobre la corrupción y lo que ocurría en la sociedad, lo inspiraron a componer sus propias canciones.

“Se me ocurrió hacer algo en mi idioma, porque si otros lo hacen en inglés, por qué no hacerlo en totonaco”, dice a la Agencia Informativa Conacyt.

En 2010 compuso la canción No te avergüences, con el propósito de promover la práctica del totonaco entre los habitantes de Amixtlán y así evitar que se pierdan “nuestras raíces”. A la fecha, el video oficial está por alcanzar las 19 mil reproducciones en YouTube.

Y aunque al principio el concepto era visto con descontento entre la comunidad, después fue adoptado por niños y jóvenes que se han convertido en el público más fiel, al grado que es un referente en escuelas de ese municipio, donde es proyectado en los salones de clase.

Rolas Arte Tutunakú es el proyecto musical que Rolando encabeza, en sus canciones habla de situaciones de la vida diaria, de los pueblos indígenas y de la forma en que actúan los gobiernos, así como del amor y el desamor.

recuadro excluidos indigenas

¿Por qué se pierde una lengua?

En México, siete de cada 100 mexicanos de más de tres años hablan alguna lengua indígena. A lo largo del territorio, existen once familias lingüísticas de las cuales se desprenden 68 agrupaciones que pueden ser consideradas lenguas; de ellas se han contabilizado 364 variantes, aunque el número podría ser superior.

A pesar de que una lengua sea hablada por una considerable cantidad de personas, se considera en peligro cuando disminuye el número de niños que la aprenden y utilizan.

A la fecha se ha identificado que 19 lenguas maternas en el país están en situación crítica de desaparecer, como es el caso del awakateko (Campeche), ixil y kaqchikel (Quintana Roo), teco (Chiapas), oluteco (Veracruz), paipai (Baja California), cucapá (Baja California y Sonora) o ayapaneco (Tabasco), entre otros, al tener menos de una docena de hablantes, la mayoría personas de la tercera edad, señala Nicandro González Peña, director de Investigación del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (Inali).

Una lengua muere cuando ya no es hablada y son diversos factores los que provocan que esto ocurra, asegura el especialista. Uno de ellos es el histórico y tiene que ver con la imposición del español como lengua oficial en México, que implicó que a principios del siglo XX algunos ideólogos consideraban que las lenguas indígenas provocaban retrasos para el aprendizaje de otro idioma, implementándose una política de homogeneización lingüística y cultural.

“Se creó la idea que hablar una lengua indígena era sinónimo de ignorancia que permeó en el colectivo nacional de estos pueblos, y entonces se creyó que, en lo posible, debía dejarse de lado todo lo que significa ser indígena, ya fuera hablar una lengua, usar determinada vestimenta o habitar de cierta forma. Algunas generaciones —con justa razón— hicieron todo lo posible para que sus hijos y sus nietos no hablaran estas lenguas y no padecieran la discriminación que ellos vivieron”, dice en entrevista.

La discriminación es un factor que influye en la muerte de las lenguas maternas en nuestro país, donde casi cuatro de cada diez miembros de un grupo étnico consideran que “no tienen las mismas oportunidades” que los demás para conseguir un trabajo, mientras que uno de cada cuatro lo refiere para acceder a servicios de salud o educación, según la Encuesta Nacional sobre la Discriminación en México (Enadis) 2010.

Se considera discriminación cualquier acción de distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en motivos de raza, color, linaje u origen étnico, cuyo objeto es anular o disminuir el reconocimiento, goce o ejercicio de los derechos humanos en cualquier esfera de la vida pública.

El doctor Fernando Nava López, académico del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), señala que la discriminación ha permeado históricamente nuestra sociedad, promoviendo el desplazamiento de las lenguas indígenas por el español.

“Las inercias históricas, el desprecio social y marginación, en una palabra: el racismo, sigue siendo tan fuerte que recuperar un prestigio lingüístico es difícil”, resalta en entrevista.

A ello se suman las condiciones en que han vivido las comunidades indígenas, como la exclusión en gran parte de los ámbitos públicos e institucionales, el desplazamiento del uso de las lenguas en espacios comunitarios y familiares, así como su ausencia en medios de comunicación.

Hablar lengua materna, un derecho humano

De niño, Rolando García Juan desconocía los derechos de las comunidades indígenas; aprendió el totonaco por ser el idioma con que se crió. Hoy sabe que su comunidad tiene derecho a aprenderlo y utilizarlo porque forma parte de su cultura y de un legado milenario.

Hablar la lengua materna es un derecho humano, que está acompañado del derecho a los actos legales, administrativos, a la educación y a los medios de comunicación en una lengua que sea comprendida y elegida libremente por las personas interesadas.

La legislación mexicana reconoce estos derechos lingüísticos, pues a partir de la reforma constitucional en 2001 se ampliaron los derechos de las comunidades indígenas reconocidos en 1992, entendiendo que somos un país con una composición pluricultural y estableciendo que tienen derecho a enriquecer sus lenguas, conocimientos y costumbres, así como todos los elementos que constituyen su identidad, teniendo el Estado la obligación que se cumplan en sus tres niveles de gobierno.

Dos años después, se publicó la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas (LGDLPI) que reconoce estas lenguas válidas —al igual que el español— para cualquier asunto o trámite de carácter público, así como acceder plenamente a la gestión, servicios e información pública.

Además plantea que la educación debe ser bilingüe, por lo que se emprendieron acciones para transitar hacia ella, aunque este no ha sido un camino sencillo, pues aún persisten obstáculos como el que los profesores no son oriundos de las comunidades y que no existen materiales didácticos para cada una de las variantes.

“Es derecho de todo hablante recibir educación en su lengua materna, educación bilingüe, así como ser atendido en todos los ámbitos: si va al municipio, si va a hacer el registro de alguno de sus hijos, debe ser atendido en su lengua”, refiere Nicandro González Peña.

¿Cómo se preserva una lengua?

Las lenguas vivirán mientras se usen y se leguen a las nuevas generaciones. Consciente de ello, Rolando García enseña a sus hijos su lengua materna, estudian en una escuela bilingüe y apuesta a que su música inspire a los miembros de su comunidad a preservarla.

“De niños aprendimos el idioma de manera natural, pero yo me di cuenta que es muy importante y debemos irlo fomentando para que nuestros hijos y los hijos de ellos, no lo pierdan. En lo personal, me encanta hablar mi idioma y no me avergüenzo, al contrario, me enorgullece”, refiere.

Arraigar las lenguas entre las comunidades es un proceso de concientización de su valor, así como de revertir el estigma negativo de que hablarlas significa un retraso social.

Por ello, a través del Inali y la participación de otras instituciones, se siguen estrategias para promover tanto el fortalecimiento, preservación y desarrollo de las lenguas indígenas, como el conocimiento y su riqueza cultural.

Son diversos los proyectos que se ejecutan encaminados al desarrollo de metodologías de enseñanza, la documentación aplicada en la revitalización y la recuperación de saberes de las comunidades a través de la lengua.

“Nos acercamos a los expertos en las comunidades, aquellos que mejor hablan la lengua, que suelen ser las personas mayores, y es con ellos con quienes se documentan las prácticas cotidianas, pueden ser la siembra de alguna planta regional, la creación de algunas artesanías, la narración de historias del pueblo o cuentos de la misma región. A partir de la documentación, se recupera conocimiento de las comunidades, de la transformación de su entorno, el léxico en torno a esas prácticas”, detalla el maestro Nicandro González.

Esta recuperación del conocimiento lingüístico y cultural, y de las transformaciones que el pueblo ha vivido, se utiliza posteriormente para que los expertos lo transfieran en talleres a niños y jóvenes.

El aporte de la academia

El doctor Mario Chávez Peón, académico del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), lidera un proyecto, en coordinación con el Inali, de documentación lingüística y dialectología del mazateco, una de las lenguas indígenas más habladas (más de 200 mil hablantes) y cuya diversidad es muy amplia conformada por 10 lenguas y 20 variantes.

En este trabajo mapea las regiones con alto riesgo de desaparecer, desarrolla un sistema de lectura de la lengua y realiza la documentación lingüística, es decir, todas las formas de habla de una lengua.

“Lo que hacemos es ir a cada municipio y dentro de cada uno —dependiendo del tamaño— vamos a tres o más comunidades y les pedimos a las personas una lista de palabras en común, las cuales grabamos; después las comparamos para conocer qué tan similares o qué tan diferentes son. También grabamos historias, conjugaciones verbales o textos más amplios; y de todo esto se va haciendo un corpus que se compara con fundamentos lingüísticos”, explica a la Agencia Informativa Conacyt.

El proyecto ofrece una visión integral del mazateco ya que, por primera vez, abarca todas las variantes de esta familia lingüística.

Y es que, refiere el investigador, en nuestra realidad se piensa que cualquier persona que habla alguna variante del mazateco puede entenderse con otra, así como nosotros entendemos el español de Argentina o de España; pero en el caso de las lenguas indígenas, la diversidad es mucho mayor.

En la parte de la escritura, Chávez Peón —quien habla un poco de zapoteco y ahora aprende el mazateco— señala que durante muchos años se ha escrito cada una de las variantes de manera distinta, y aunque son pocas las personas que las escriben, lo que buscan es unificar los criterios para que exista un mayor vínculo dentro de todas ellas.

A partir de ello, lo que se pretende es que la norma de escritura tenga un impacto educativo, jurídico, de salud e, incluso, político.

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