Pakyî y su sobrino Tamandúa no siempre se han llamado así; cada cierto tiempo cambian de nombres. Seguro eso responde a su vida nómada y a la tradición Piripkura, tribu a la que pertenecen y de la cual son los últimos sobrevivientes que siguen viviendo en la selva.
El documental “Piripkura”, ganador del premio de Derechos Humanos Amsterdam en el International Documentary Film Festival Amsterdam (IDFA) acompaña a miembros de la Fundación Nacional Indígena de Brasil, FUNAI, en la búsqueda de los dos hombres, para probar que todavía están con vida y que siguen ocupando sus tierras.
Probar la existencia de Pakyî y Tamandúa es la misión de Jair Candor, integrante de la FUNAI: cada cierto tiempo deben probar que dos de los tres Pirikpura que todavía existen, siguen habitando en la jungla y así mantener vigente el decreto que prohíbe la explotación de las tierras indígenas.
Sin embargo, la travesía se vuelve cada vez más difícil: Pakyî, Tamandúa y Rita, una mujer que huyó de la selva, son los tres últimos sobrevivientes de su tribu. Y ahora sólo tío y sobrino siguen la vida nómada dentro de la jungla.
El documental sigue la historia de dos viajes de Jair Candor –en uno es acompañado por Rita– a Mato Grosso, donde él y un equipo se adentran en la amazonia para buscar con vida a los últimos indígenas.
Aunque no hay ninguna imagen de violencia ni testimonios a cámara, es mediante los diálogos y anécdotas de los personajes que el documental narra la terrible situación de las tribus amazónicas de Brasil. Hace menos de dos décadas los indígenas eran prácticamente cazados para ser asesinados, asediados y orillados a huir de sus tierras para así dejar el terreno libre principalmente a empresas dedicadas a la madera.
Rita relata que vio cómo “hombres blancos” mataban a mujeres que llevaban a sus hijos cargando en la espalda, y cómo los mercenarios durante la noche entraban a las chozas de los pirikpura, cortaban las cuerdas de sus arcos, prendían fuego y esperaban que salieran huyendo, asustados y desarmados, y en ese momento asesinarlos.
La selva amazónica se convirtió en una zona de guerra, y en medio del fuego cruzado los únicos que lograron resistir y quedarse fueron Pakyî y Tamandúa. Ahora la única herramienta legal que protege las tierras es un decreto que debe renovarse cada pocos años, y el requisito para hacerlo es demostrar que los indígenas todavía viven en sus tierras.
Los piripkura son una de las tribus amazónicas en peligro de desaparecer. Aunado al acecho a sus tierras por los recursos naturales está el hecho de que la FUNAI tiene cada vez más recortes presupuestarios, y sus integrantes no están seguros de por cuánto tiempo podrán salvaguardar los lugares donde habitan los indígenas con el decreto, temiendo un cambio abrupto en las políticas gubernamentales.
Para Pakyî y Tamandúa usar ropa o estar cerca de la civilización no es cómodo. Tío y sobrino esperan impacientes el momento de poder regresar a la selva, que es su hogar, y en la que viven solamente con una antorcha que mantienen encendida durante años, y un hacha. Ellos son los dueños del lugar.